‘El Coronel Chabert’

Balzac (1799-1850) es uno de los colosos de la novela europea del XIX, junto a Dickens o Tolstoi. En la propia Francia tuvo rivales como Stendhal o Dumas, Flaubert o Maupassant. Reino de Redonda acaba de traducir su novela breve El coronel Chabert, 1832, junto con tres cuentos. La historia de Chabert destila algo de un Ulises napoleónico; recuerdo la película interpretada por Gerard Depardieu, llena de coraceros siniestros como surgidos en tropel de los aguafuertes goyescos.

Chabert es una de las mejores historias de Balzac. Un personaje realmente inolvidable. La traducción de Mercedes López-Ballesteros es impecable, de una rara diafanidad, un Honorato Balzac del 27, como traducido por Pedro Salinas.

El verdugo es un cuento atroz que transcurre en la España napoleónica. Un Balzac gótico. El elixir tiene algo de fábula oriental injertada en la Andalucía romántica. El volumen culmina con La obra maestra desconocida, una narración pompier sobre pintores barrocos. Poussin se queda turulato ante una especie de Kandinsky barroco, como si Balzac imaginase un híbrido de Turner y Monet “avant le tableau”, si puede decirse así. Balzac derrocha un estilo muy peculiar, escribía como sumergido en un trance de elocuencia febril, una suerte de de brío retórico tempestuoso, y no es tarea flaca el empeño de verterlo al español. “Ojos de un nácar sucio, manos glaciales, la nadería lo es todo”. Son detalles nimios que marcan el tono, el decoro léxico, la diferencia. No es frecuente leer un Balzac de esta calidad en nuestro idioma.

CÉSAR PÉREZ GRACIA

Heraldo, 26 de mayo de 2011