Muñoz Molina y Javier Marías, duelo al sol

con-javier-mariasEl pasado martes, Antonio Muñoz Molina logró el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es el primer escritor español que lo consigue desde 1998. Aquel mismo día habló del galardón, reflexionando sobre su trayectoria literaria y la de su generación. Y soltó un lapidario «salvo Javier Marías, que ya era cosmopolita, todos los demás apenas habíamos viajado». Zas, en toda la boca.

¿Habrá contrarréplica del cosmopolita Marías? La historia de sus duelos personales nos dice que sí. ¿Cuándo? Chi lo sa! Rebobinemos que la cosa promete emociones fuertes.

A tortas con Pulp Fiction

19 de abril de 1995. Antonio Muñoz Molina escribió en El País sobre ‘Tarantino y la muerte‘, cuestionándose la violencia de la película Pulp Fiction: «Consiste en la repetición de un solo mecanismo, el de la indiferencia ante el dolor ajeno, o el de la trivialidad del sadismo, todo ello envuelto en una adecuada extravagancia formal y aderezado con citas obvias de otras películas».

Dos semanas después, el 2 de mayo, Javier Marías le respondió desde el mismo periódico con una ácida columna titulada ‘Y encima recochineo‘. «Esta manera de ver cine (o de leer novelas) a mí me parece un poco elemental», decía sobre el texto de su colega, «pero sobre todo me parece moralista y no muy alejada de la óptica con que las asociaciones de espectadores más conservadoras intentan (y van consiguiendo) censurar los contenidos de la televisión, se trate de películas, anuncios o programas».

Consciente del palo que le pegaba –lo de «conservador» a Muñoz Molina le sentó como una patada en los mismísimos– Marías se curó en salud asegurando que «nada me alegra tanto como poder disentir sobre asuntos cinematográficos con un escritor a quien aprecio y con cuyas opiniones a menudo estoy de acuerdo».

Vale. Muñoz Molina se alegró tanto que, a la semana, volvió a la carga con ‘Tarantino, la muerte y la comedia: una respuesta a Javier Marías‘. Y soltó un sopapo en el primer párrafo, por si acaso: «Con todo mi respeto, temo que en ambos casos Javier Marías hace trampa, o al menos exagera». De paso, también le dice que sí, que a él también le hace gracia lo de la disensión «con un escritor a quien aprecio y con cuyas opiniones a menudo estoy de acuerdo».

Marías lanzaba la andanada final el día 28 de mayo con ‘La risa y la moral‘. Como la cosa empezaba a provocar un cierto runrún en los –digamos– ambientes literarios, el texto se abría con un apaciguador «esto no es una polémica ni un enfrentamiento, es una mera discusión». Después, la estocada certera: «La trampa, en cambio, creo que la hacía él con un recurso frecuentísimo, pero que no habría esperado de un escritor que suele jugar limpio. El recurso consiste en decir que no ha dicho lo que no ha dicho, o -no rehuyamos el verbo- en tergiversarlo».

Lo de «suele jugar limpio» tiene su aquel, no me lo negarán. Vuelvan a leerlo.

Editoriales, premios y comparaciones

El primer asalto había acabado. La sangre no llegó al río pero nada volvería a ser igual que antes de esa disensión entre «escritores que se aprecian».

Las carreras de Marías y de Muñoz Molina tienen bastantes puntos en común. Ambos son columnistas históricos del diario El País y ambos abandonaron sus editoriales anteriores –Anagrama y Seix Barral/Planeta, respectivamente– casi a la vez,  a mediados de los 90, para pasarse a Alfaguara, del Grupo Prisa, que dirigía entonces Juan Cruz.

En España, este tipo de saltos tiene siempre una lectura ideológica, por lo que ambos fueron metidos en el mismo saco, el de los «progres filosocialistas». A Muñoz Molina se le llamó, incluso, El jinete Polanco, jugando con el nombre de una de sus novelas más famosas, El jinete polaco.

Sus carreras literarias son exitosas pero con diferencias evidentes. Así, mientras Muñoz Molina ha sido considerado un escritor más popular –ganó el Planeta, el sumun de lo popular, en 1991–, Marías es reivindicado por los amantes de la «gran literatura». Al primero nunca le ha hecho hace gracia esta distinción y suele cargar de vez en cuando contra quienes la realizan.

Muñoz Molina suele mostrarse más a la defensiva que Marías, nacido en el seno de una familia acomodada y cosmopolita

De hecho, leyendo las columnas de uno y de otro se nota un tono más defensivo en Muñoz Molina cuando se abordan cuestiones de calado literario. Da la impresión de que lo ha pasado mal, a pesar de los laureles, y de que aún queda algo de aquel «apocamiento pueblerino» –como lo define en su Autorretrato–  con el que aterrizó en Madrid, en 1974, con 18 años.

Hablo con una amiga periodista que ha tratado con ambos y me confirma esa impresión. Muñoz Molina suele mostrarse más a la defensiva que Marías, nacido en el seno de una familia acomodada y cosmopolita –el adjetivo que usó Muñoz Molina el otro día no era gratuito– y que es más abierto en ese contacto superficial.

Por aquellas cosas del destino, en poco más de tres meses ambos han vuelto a ser comparados por culpa de los premios. Esta vez los tiros los han pegado otros en su nombre. Menos mal.

Javier Marías rechazó en octubre del año pasado el Premio Nacional de Narrativa por Los enamoramientos. Alegó motivos de coherencia personal. En enero de este año, Muñoz Molina aceptaba el Premio Jerusalén de Literatura. Y le han llovido piedras desde todas partes. La palabra «incoherente» ha sido muy utilizada.

¿Se puede opinar de España desde Nueva York?

Como los buenos duelistas, ambos respetan mucho al rival. Y no dudan en elogiarlo cuando conviene. Muñoz Molina y Marías comparten muchas cosas, entre ellas la Academia de la Lengua, y saben medir muy bien qué dicen y, sobre todo, cuándo lo dicen.

El penúltimo intercambio de golpes lo inició en marzo Javier Marías. En un artículo titulado ‘En los años de la distracción‘,  cargaba contra Muñoz Molina a propósito de una entrevista en Qué leer en la que éste comentaba que los intelectuales españoles «no habían estado a la altura de las circunstancias» durante la gestación de la crisis que padecemos.

Marías soltó una bomba: «Fiándome sólo de mi memoria, tengo la sensación de que lleva años escribiendo en prensa, principalmente, sobre exposiciones neoyorquinas, fotógrafos, intérpretes de jazz. Lo cual me parece muy lícito y jamás se me ocurriría reprochárselo, menos aún teniendo en cuenta que pasa la mitad del año en Nueva York. Por eso me extraña que él se permita ofender al conjunto de sus ‘colegas’ con unas afirmaciones que en el peor de los casos parecen una falsedad y una injusticia, y en el mejor una exageración a la ligera».

El zambombazo se oyó hasta en el puente de Brooklyn.

Ignacio Echevarría, antiguo crítico literario de El País ahora en las filas de El Mundo, se ponía del lado de Muñoz Molina en un artículo ‘Críticos y «comprometidos»‘, que se publicó el 3 de mayo. El duelo se convertía así en un extraño ménage à trois. Marías respondía con contundencia quince días después con ‘La actual dificultad de morder’.

Y así estamos. A la espera de acontecimientos. El martes, Muñoz Molina soltó lo de «salvo Javier Marías, que ya era cosmopolita» y los más precavidos se escondieron debajo de la mesa aguardando la caída de la próxima bomba dialéctica del aludido. Atentos a sus pantallas.

JOSÉ LUIS IBÁÑEZ RIDAO

ZoomNews.es, 7 de junio de 2013

[Ignacio Echevarría continuó con ‘Ladridos’]