Así como tenemos una capacidad asociativa, también poseemos una disociativa, y me temo que los españoles cada vez más recurrimos a ésta a fin de soportar nuestro país y ver las noticias y hojear el periódico sin caer en la tentación de exiliarnos o meter la cabeza bajo la almohada y echar el cierre. Sólo tomando aisladamente cada noticia, sólo haciendo el inverosímil esfuerzo de creer que cada una es una excepción, es posible mantener la esperanza. Sólo disociando. Pero a veces no se puede. Veamos unos cuantos titulares de EL PAÍS de un día cualquiera, el 29 de junio (ayer, cuando escribo esto). «El Poder Judicial investigará las presiones al juez del ‘caso Fabra». «Marina Castaño se asoma al banquillo. Cela y su viuda absorbían las devoluciones del IV A». «El Poder Judicial sólo detallará sus gastos a las Cortes y si se los piden». «El juez cita como imputado a Bárcenas por el fraude fiscal de su esposa, que ingresó 500.000 euros en billetes de 500 en su cuenta». «Un juez cita a Julio Iglesias por el ‘caso Ivex». «Arranca el juicio contra Isabel Pantoja y el ex-alcalde marbellí Muñoz por el caso de blanqueo». «El juez Ruz cita al ex-diputado Martín Vasco y a su hermano». «El recibo de la luz sube más del 70% en 6 años sin frenar el déficit tarifario». «El jefe de Barclays, acorralado por manipular tipos» . «Ya nacionalizada, la UNNIM regaló viajes a Turquía a sus clientes con nómina». «El presidente de Novacaixa dimite antes de que lo echen. Anticorrupción denunció a Gayoso, que llevaba 60 años en la entidad». «El desfase del BFA alcanzaba los 15.000 millones». «Anticorrupción investigará al exconsejero del Banco de Valencia, Parra, por presunto delito de estafa». «Expediente a los notarios de Ceuta». «Dimite Prat por los escándalos en la sanidad catalana». «Cientos de miles de empleadas domésticas siguen sin estar de alta al expirar hoy el plazo». «La SGAE debe 120 millones a los bancos; sus clientes le adeudan 115». «Rajoy da por concluido el boicot a Ucrania para acudir a la Final de fútbol». «La red del ‘falso jeque’ se extendía por el fútbol catalán». Sí, todo esto en un solo día.
No se libra una sección. Hasta en Sociedad, Cultura y Deportes -por lo general, las más benignas y amables- hay noticias deprimentes de escándalos, estafas, imputaciones, graves sospechas, impagos, abusos, robos, blanqueo, manipulaciones, fraude. Políticos, jueces, banqueros, notarios, pero también gente que ha ganado mucho y que no debería verse en apuros: Julio Iglesias, Isabel Pantoja, la viuda de Cela (y sin duda éste, de estar vivo). Si a uno, en vez de por disociar, como hace diariamente para respirar, le da por asociar una mañana, llega a la rápida conclusión de que este país -y parte del mundo- tienen muy mal remedio. Pero lo más preocupante de todo es otra noticia aparecida en estas fechas: una multitudinaria red de espionaje vendía datos de 3.000 personas al mes, tanto conocidas como desconocidas. «Un obsceno comercio de datos de todo tipo», según Jesús Duva: «estado civil, domicilio, teléfono, propiedades, vida laboral, actividades empresariales, llamadas, correos, informaciones de la Agencia Tributaria y del Inem, disco duro de ordenadores, historial clínico, etc.». Hay involucrados 150 sospechosos. Ciento cincuenta. Entre ellos, detectives privados (lo cual no sorprende), pero también, y esto es lo decisivo, funcionarios de Hacienda, de la Seguridad Social y del Inem, policías, guardias civiles, mossos d’esquadra, bancarios, abogados de importantes bufetes de Madrid y Barcelona, directivos y empleados de Movistar, Vodafone y Orange… No sólo empleados, oigan, directivos. Quienes a su vez compraban toda esa información ilegal eran sobre todo bancos, aseguradoras, agencias de cobros de morosos, canales de televisión, despachos de abogados y grandes empresas. Aunque no se mencionan, es de suponer que entre los clientes no faltarían bandas de delincuentes, a las que vendría de perlas saber cuánto tiene en su cuenta o cuánto paga a Hacienda cualquier individuo. O quién se ha comprado recientemente una caja fuerte, para ir a asaltar su casa con la acertada suposición de que en ella habrá dinero en metálico.
Este entramado ya no es posible verlo como» excepciones». Lo componen personas, aparentemente honorables, con las que todos tratamos. La gente de los bancos, de Hacienda, de la Seguridad Social, de las empresas, los diversos policías, los empleados y directivos de nuestras compañías telefónicas. Ya no son artistas ávidos de mayor fortuna, ni jueces que presionan para lograr el sobreseimiento de un caso contra un político afín, ni ex-alcaldes y ex-diputados envueltos en asuntos de corrupción. Es el tejido social entero el que parece dispuesto a trapichear con lo que sea y a vender al vecino. Les ruego que no envíen cartas diciéndome que hay muchos funcionarios y empleados honrados. Sin duda, sólo faltaría que todos fueran chorizos vocacionales u ocasionales. Pero 150 personas «normales», a las que vemos y saludamos a diario, involucradas en esa «obscena» red descubierta, son ya demasiadas para que lo normal no sea anómalo, y encima no se perciban estas gigantescas anomalía y podredumbre.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 15 de julio de 2012