Eduardo Mendoza gana el Premio Cervantes 2016
JESÚS RUIZ MANTILLA
El País, 30 de noviembre de 2016
Mes: noviembre 2016
Nueva edición alemana de ‘Así empieza lo malo’
LA ZONA FANTASMA. 27 de noviembre de 2016. ‘Mil cien años’
Me llega un librito meritorio. Interesará a tan poca gente –pese a su interés– que vale la pena dar noticia de él. Se trata de El saco de Tesalónica, del clérigo bizantino (“cubuclisio”) Juan Cameniata o Kaminiates, quien vivió el ataque sufrido por su próspera ciudad a manos de los agarenos o sarracenos en el año 904, recién iniciado el siglo X. No es una obra única en ningún aspecto, ni siquiera en lo referente al lugar devastado, más conocido hoy como Salónica: hay relatos de su toma por parte de los normandos en 1185 y de la invasión de los otomanos en 1430, a las órdenes del sultán Murad II. Las ciudades sitiadas, su conquista, su quema y las matanzas habidas en ellas, son una constante de nuestra historia, y sin duda uno de los puntos fuertes de series ficticias, vagamente medievales, como Juego de tronos. Y es sabido que Tolkien se inspiró en la caída de Constantinopla de 1453, que tan maravillosamente narró Sir Steven Runciman, para las más emotivas batallas de El Señor de los Anillos. Los asedios siempre funcionan narrativamente, y siempre producen la fascinación del espanto.
La breve obra de Cameniata (Alianza, cuidada edición de Juan Merino Castrillo) tampoco resiste la comparación estilística con textos muy posteriores como La caída del Imperio Bizantino del extraordinario cronista Jorge Frantzés o Sfrantzes (lean, lean a Frantzés los que puedan; ay, no en español si no me equivoco, pero sí en otras lenguas a las que se lo ha traducido). Pero, como señalan los editores, no deja de causar perplejidad pensar que lo contado en ella sigue ocurriendo en torno al Egeo y el Mediterráneo, casi igual que hace mil cien años, con las capturas y carnicerías del Daesh o de Boko Haram más al sur, con la esclavitud reinstaurada (si es que alguna vez se fue), con las masas de refugiados a la deriva, manipulados y engañados por mafias. Cameniata, todavía cautivo en Tarso de Cilicia (hoy Turquía), relata los hechos en forma de misiva, confiado en que ésta ayude a un intercambio de prisioneros o a un rescate. Como clérigo, no puede evitar ser pelmazo al principio, achacando la desgracia que aguardaba a los tesalonicenses a la “vida disipada” y a los numerosos pecados en que habían incurrido. Lo que sí se ve pronto es que la ciudad ufana estaba mal preparada para el combate, y que además, como sucede a menudo en estos casos, la inferioridad bélica se conjugó con la mala suerte, casi de forma cómica.
El principal encargado de la defensa, el estratego o “protospatario” León Quitzilaces, “estando a lomos de su caballo, se encontró a Nicetas … cuando decidió darle un abrazo … y descuidó las riendas. Se asustaron los caballos y más aquel que montaba el estratego, afectado por un entusiasmo natural, e irguiendo la cerviz y con las crines encrespadas, se encabritó y lo tiró de la silla. Éste cayó de cabeza … y, arrojado al suelo, se rompió el fémur derecho y el hueso del cotilo. Daba lástima y renunciaba a vivir”.
Poco después los sarracenos, al mando de otro León –León de Trípoli–, renegado cristiano y sanguinario, vencieron las murallas desde sus barcos e iniciaron la terrible matanza. Es curiosa la cantidad de veces en que Cameniata señala la estupefacción y la parálisis de los tesalonicenses, con el enemigo ya encima, como causa o agravante de su absoluta derrota. “No sabían de qué manera ponerse a salvo … Toda la gente completamente agitada y confusa, desconcertada sin saber qué hacer ni cuándo y poniendo en peligro su vida. Ninguno se preocupaba de cómo repeler el destino inminente, sino que daba vueltas en su mente a cómo o con cuánto dolor encontraría la muerte”. O bien: “Podía verse a los hombres como naves a la deriva arrastradas de aquí para allá, … hombres, mujeres y niños precipitándose y amontonándose unos sobre otros, dándose el abrazo más lamentable, el postrero”.
Cameniata, su familia y bastantes más lograron salvar la vida prometiendo la entrega de riquezas escondidas. Fueron embarcados tras diez días de saqueo. Hacinados para la larga travesía, Cameniata no ahorra detalles infrecuentes en las narraciones: “Lo peor de todo eran las necesidades de vientre, a las que no había forma de dar salida según apremiaba la necesidad física de evacuar. Muchos, dando prioridad al pudor del asunto, constantemente corrían peligro de morir al no poder aguantar el apremio”. O bien: “Aquella agua, siendo un flujo de las letrinas de la ciudad, era capaz de matar sin necesidad de ningún otro medio a los que la bebían. Pero como poción pura y placentera de nieve recientemente derretida, así llevaba cada uno a su boca aquella podredumbre y aceptaba en su imaginación que el fétido cáliz estaba lleno de miel”.
El ansiado intercambio de prisioneros se inició catorce meses después del saco de Tesalónica, pero se interrumpió a los tres días. No se sabe por qué, ni cuál fue el destino de Cameniata, si se contó entre los afortunados o si ya fue esclavo hasta el final de su vida. Cuánta gente no habrá hoy en Irak, en Siria, en Nigeria, preguntándose lo mismo, cada amanecer, con desaliento.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 27 de noviembre de 2016
Mas reseñas americanas
A Messy Marriage Frames a Franco-Era Mystery
KARAN MAHAJAN
The New York Times Book Review, November 25, 2016
The Inventions of Javier Marías
CHRISTOPHER TYLER
Harper’s Magazine, November 26, 2016
Thus Bad Begins. A Spanish master takes influence from Shakespeare
MICHAEL MAGRAS
Book Page, November 2016
7 Books You Need to Read This November
BORIS KACHKA
New York Magazine, November 14-27, 2016
Fotos de Javier Marías en Nueva York y Filadelfia
Colm Tóibín, Duke of Coole del Reino de Redonda
Colm Tóibín nació el 30 de mayo de 1955 en la localidad de Enniscorthy, en el condado de Wexford (Irlanda).
Se graduó en Historia y Lengua Inglesa en la University College de Dublín. Vivió en Barcelona en su juventud.
Ejerció de periodista y crítico literario en Irish Independent, The Guardian y The Times Literary Supplement, y escribe regularmente para la London Review of Books. Además, ha sido profesor visitante en varias universidades estadounidenses.
Es autor de un gran número de novelas y ensayos: The South, The Heather Blazing, The Blackwater Lightship, The Master (sobre Henry James), Brooklyn, Nora Webster, The Testament of Mary, Dubliners, Homage to Barcelona…
Posee numerosos premios: el IMPAC, el Irish Pen Award, el Encore Award, etc.
Este año, al igual que Javier Marías, ha sido nombrado Lion de la Public Library of New York.
LA ZONA FANTASMA. 20 de noviembre de 2016. ‘Trabajo equitativo, talento azaroso’
Si algo clama en verdad al cielo, en lo que tanto hombres como mujeres deberíamos hacer continuo hincapié, es la diferencia salarial existente (y persistente) entre unos y otras, exactamente por el mismo trabajo. Nunca he entendido en qué se basa, cuál es la justificación, aún menos que se dé en todos los países, no sólo en el nuestro. En Alemania, nación avanzada, la brecha es aún mayor que aquí, y en Gran Bretaña, Holanda y Francia tan sólo un poco menor. La cosa presenta la agravante de que, según el reciente estudio de economía aplicada Fedea, hace ya tres decenios que las mujeres poseen mejor formación que los hombres, algo que no falla nunca si se analizan personas menores de cincuenta años. “En el mercado de trabajo español el 43% de las mujeres ha concluido estudios universitarios, frente al 36% de los varones”, señala el informe, y añade que, pese a ese superior nivel educativo, ellas se topan con más dificultades para encontrar empleo y, cuando lo consiguen, sus condiciones laborales son peores. Así, la tasa de paro femenino es seis puntos mayor. La diferencia salarial ronda el 20% a favor de los menos educados, y eso –insisto– escapa a mi comprensión. Si dos individuos realizan las mismas tareas y las desempeñan durante el mismo número de horas, ¿con qué argumento puede discriminárselos en función de su sexo? La situación es tan ofensiva e injusta, y lleva tanto perpetuándose, que no me explico que no ocupe a diario los titulares de los periódicos y de los informativos, y que sólo aparezca o reaparezca cuando se publica algún estudio como el de Fedea, que nada descubre. Se limita a constatar que nada cambia.
Ese es el terreno fundamental en el que las supuestas ultrafeministas deberían estar librando una batalla sin tregua, en vez de perder el tiempo y la razón con dislates lingüísticos y con aspectos secundarios y ornamentales, en los que además el “reparto” nunca es ni ha sido per se equitativo. Leo muchos más artículos y protestas porque haya menos mujeres que hombres en la RAE, o ganadoras del Cervantes, o directoras de cine o de orquesta, que por esta discriminación laboral y salarial. El trabajo es mensurable y cuantificable en términos objetivos; las artes y lo que llevan implícito –talento, genio, como quieran llamarlo– no lo son. Esas aptitudes no están distribuidas de manera justa ni proporcional. No hablo del largo pasado, en el que a las mujeres les estaba vedada la dedicación a la pintura, a la arquitectura, al cine, a la composición musical y parcialmente a la literatura, sino de hoy. No hay ninguna razón por la que deba haber tantas buenas escritoras como escritores, ni a la inversa, claro está. De la misma manera que tampoco ese reparto de talento está garantizado por países ni por regiones. Ni por diestros o zurdos, altos o bajos, gordos o delgados, negros o blancos o asiáticos.
De todos es sabido que en los siglos XVIII y XIX hubo una concentración de genio musical en Alemania y Austria, incomparable con el existente en cualquier otro lugar. Si en ese periodo vivieron Bach, Telemann, Mozart, Haendel, Haydn, Schubert, Beethoven, Schumann, Brahms, Bruckner y Mahler no mucho después, se debió en gran medida al azar. ¿Por qué en el XVII inglés hubo un Shakespeare, un Marlowe, un Jonson, un Webster, un Tourneur, un John Ford, un Robert Burton y un Sir Thomas Browne? ¿Y en España un Cervantes, un Lope, un Quevedo, un Góngora, un Calderón, mientras en otras naciones no surgía algo similar? ¿Por qué (y eso tiene más misterio y más mérito, dada la escasez de escritoras) en el XIX británico se juntaron Mary Shelley, Jane Austen, George Eliot, Emily y Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Elizabeth Barrett Browning y Christina Rossetti, todas clásicas indiscutibles de la novela o la poesía? Pese a las trabas de la época para las de su sexo, su arte emergió y fue reconocido, porque eso sucede siempre con el arte elevado, aunque a veces llegue tarde para quien lo poseyó, sea varón o mujer. Hoy hay una pléyade de feministas empeñadas en “sacar de las catacumbas” a todas las pintoras, compositoras y escritoras que en el mundo han sido, y no todas merecen salir de ahí. Habrá periodos en los que el talento estará más concentrado en mujeres, como lo estuvo el musical en germanos dos y tres siglos atrás. Y habrá otros en los que no. Por mucho que se intente hundir y ocultar, el gran arte sale a flote y acaba resultando innegable, manifiesto (a veces con enorme retraso, eso sí). Que se lo pregunten a los espíritus de Austen, Brontë, George Eliot o Emily Dickinson.
Lo que sí es intolerable, lo que todos los feministas deberíamos combatir sin descanso (me incluyo, claro que me incluyo), es la discriminación en lo que no depende del azar, ni del gusto ni de la subjetividad de nadie (ni siquiera de los tiempos): el trabajo, lo que por él se percibe y la igualdad de oportunidades para acceder a él. Conseguir que las mujeres no estén perjudicadas ni desdeñadas ni preteridas en ese campo es la principal y urgente tarea –casi la única seria– a la que nos debemos aplicar.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 20 de noviembre de 2016
Crónica y fotos de la gala en la New York Public Library
LIBRARY HONORS LIONS, AND THE SOMETIMES LYIN’ TRUMAN, TOO
KRISTOPHER FRASER
Avenue, November 9, 2016
LA ZONA FANTASMA. 13 de noviembre de 2016. ‘Mayor que Lolita’
Llevaba tanto tiempo en contacto con Maite Nieto, que se encarga de recibir y revisar mis artículos, que cuando hace poco nos vimos las caras por primera vez, me creí en confianza y se me escaparon un par de comentarios personales. No tengo más que simpatía y agradecimiento hacia ella (como antes hacia Julia Luzán, que cuidó mis textos durante mi primera etapa), así que le hablé como si estuviéramos en una de nuestras charlas telefónicas y, en el reportaje que hizo para el número celebratorio de los cuarenta años de EPS, apareció el detalle de que acabo de cumplir sesenta y cinco y de que para mí es una edad “simbólica”, porque fue a la que murió mi madre. De modo que ya no hay por qué no hablar de ello. De hecho, a mi madre, Lolita, aún le faltaba una semana para cumplirla, ya que falleció el 24 de diciembre de 1977 y había nacido el 31 de ese mes. Desde hace cierto tiempo –hay supersticiones que superan al razonamiento– he temido la llegada de esa cifra. También es la que tenía al morir otra persona sumamente importante en mi vida, Juan Benet. No son infrecuentes esas ideas, esas aprensiones. Una gran amiga, que perdió a su madre cuando ésta contaba sólo treinta y nueve, estaba convencida de que le tocaría seguir sus pasos. Por fortuna, ya ha cumplido los cincuenta y cuatro y está estupendamente, de salud y de aspecto. Conozco muchos más casos.
Pero, más allá de esas supersticiones, da que pensar, se hace raro, descubrir que “de pronto” –no es así, sino muy lentamente– uno es mayor que su propia madre, de lo que ella llegó a serlo nunca. Cuando escribo esto, mi edad ha superado en mes y medio la que alcanzó Lolita, aquel 24 de diciembre. Y a uno se le formulan preguntas improcedentes y absurdas. ¿Por qué? Soy hijo suyo, ¿acaso merezco una vida más larga? ¿Qué la llevó a morir cuando, según la longevidad de nuestra época, era aún “joven” relativamente? Entonces uno hace repaso, en la medida de sus conocimientos, y se da cuenta de que su existencia fue mucho más dura y difícil que la propia. De niño y de joven uno no sabe, o si sabe no calibra la magnitud del pasado que las personas más queridas y próximas llevan a cuestas. El mundo empieza con nosotros y lo anterior no nos atañe. Una madre es una madre, normalmente volcada en sus hijos, que la reclaman para cualquier menudencia. Tardamos muchísimo en pararnos a pensar en lo que ya acarreaba antes de nuestro nacimiento. Y, en el caso de la mía, era excesivo, supongo. Lolita fue la mayor de nueve hermanos, y al más pequeño le sacaba unos veinte años. Como mi abuela estaba mal del corazón, a Lolita le tocó hacer de semimadre de los menores desde muy jovencita. Perdió a dos de ellos cuando eran poco más que adolescentes: a uno se lo llevó la enfermedad, al otro lo mataron milicianos en Madrid durante la Guerra, por nada. Sufrió eso, la Guerra, las carencias, el hambre, los bombardeos franquistas, con mi abuelo refugiado en una embajada (era médico militar) y mi tío Ricardo oculto quién sabe dónde (era falangista). Sé que Lolita le llevaba víveres, procurando despistar a las autoridades. Al que sería su marido, mi padre, lo encarceló el régimen franquista en mayo del 39 bajo graves y falsas acusaciones, y entonces ella removió cielo y tierra para sacarlo de la prisión y salvarle la vida. Según él, mi padre, Lolita era la persona más valiente que jamás había conocido. Se casaron en 1941, ella publicó un libro con dificultades, y su primogénito (mi hermano Julianín, al que no conocí) murió súbitamente a los tres años y medio. Luego nacimos otros cuatro varones, pero es seguro que ninguno la compensamos de la tristeza de ver desaparecer sin aviso al primero, sin duda al que más quiso. Hablé de ello en un libro, Negra espalda del tiempo, y allí creo que dije algo parecido a esto: era el que ya no podía hacerla sufrir ni darle disgustos, el que nunca le contestaría mal como suelen hacer los adolescentes, el que siempre la querría con el querer inigualable y sin reservas de los niños pequeños, el que no pudo cumplir con las expectativas pero tampoco con las decepciones, el que siempre permanecería intacto. Seguro que empleé otras palabras más cuidadas.
Sin duda todo eso desgasta. El esfuerzo temprano, la asunción de papeles que no le correspondían, la muerte de los hermanos, una gratuita y violenta; la Guerra, la represión feroz posterior, el novio en la cárcel y amenazado de muerte, la pérdida del primer niño. Esa biografía la comparte mi madre con millares de españoles, y las hay peores. Sin ir más lejos, no es muy distinta de la de mi padre, que en cambio vivió hasta los noventa y uno. Pero uno no puede por menos de pensar, retrospectivamente, que cuanto se padece va pesando, mina el ánimo y tal vez la salud, quita energías y resistencia para lo que resta. Quita ilusión, aunque ésta se renueve inverosímilmente. Mi madre la renovó en sus últimos años con su primera nieta, Laura (“Por fin una niña en esta familia”, decía), pero la disfrutó poco tiempo. Y ahora que ya soy mayor que Lolita, muchas noches pienso que ella se merecía vivir más tiempo que yo, y que nada puedo hacer al respecto. Qué extraño es todo.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 13 de noviembre de 2016
Mas reseñas americanas
Javier Marías’ elegant novel ‘Thus Bad Begins’ is filled with secrets
SCOTT CHESHIRE
Los Angeles Times, November 4, 2016
Time to Discover Javier Marías
SAM SACKS
The Wall Street Journal, November 5, 2016
Kaleidoscopic tale of unhappy marriage and unsavory secrets from the bloody Franco era
RU FREEMAN
Boston Globe, November 11, 2016
Javier Marías Reveals How to Kill a Secret
ANELISE CHEN
Village Voice, October 28, 2016
Reseñas de ‘Keine Liebe mehr’
Was macht eigentlich Elvis’ spanischer Übersetzer?
CARMEN ELLER
Welt, 5 November 2016
Wenn das Fantastische hereinbricht
TOBIAS WENZEL
NDR, 2 November 2016
Wenn das Fantastische hereinbricht
SIGRID LÖFFLER
Deutschland Radio Kultur, 27 October 2016
Javier Marías recibe el Library Lion
Javier Marías, un león literario en la Biblioteca Pública de Nueva York
MATEO SANCHO CARDIEL
El País, 9 de noviembre de 2016
Francisco Rico y ‘El Quijote de Wellesley’
ANALES CERVANTINOS
El cervantismo de Javier Marías
FRANCISCO RICO
El País, 7 de noviembre de 2016
Javier Marías en EEUU
El escritor Javier Marías compartirá premio con Harry Belafonte en Nueva York
La Vanguardia/Efe, 6 de noviembre de 2016
Javier Marías, premio Library Lion de Nueva York
Efe, 6 de noviembre de 2016
Brooklyn by the Book: Javier Marías
November 9, 7.30 pm, Central Library, Dweck Center, Brooklyn, New York
Javier Marías | Thus Bad Begins
Conversation with Wyatt Mason
November 10, 7.30 pm, Parkway Central Library, Philadelphia
92Y Center
Conversation with Garth Risk Halberg
November 11, 7.30 pm, Kaufmann Concert Hall, New York
LA ZONA FANTASMA. 6 de noviembre de 2016. ‘Literatura de terror farmacéutica’
Hacía ya años que no leía los prospectos de los medicamentos. Antes los miraba con atención para saber qué ingería, cuáles serían los beneficios y los (habitualmente) escasos riesgos. Estos ocupaban por lo general poco espacio, y se daba por supuesto que los buenos efectos superaban con creces a los improbables adversos. Pero los prospectos –como los manuales de instrucciones de cualquier aparato, desde una máquina de afeitar hasta una televisión– empezaron a alargarse con desmesura. Hoy requieren varias horas de lectura y se parecen a las Memorias de ultratumba de Chateaubriand, no sólo por su extensión sino por la adecuación de su contenido a ese título. El demencial crecimiento de las advertencias se debe sin duda a una de las plagas de nuestro tiempo: la proliferación de abogados tramposos y de ciudadanos estafadores, dispuestos a demandar a cualquier compañía o producto por cualquier menudencia. Son conocidos los casos grotescos: en las instrucciones de los microondas hay que especificar que no valen para secar al perrito después de su baño, o en las de las planchas que éstas no se deben aplicar a la ropa mientras la lleva uno puesta. Probablemente hubo cenutrios a los que se les ocurrieron semejantes sandeces. En lugar de ser multados por su necedad incontrolada, interpusieron una demanda por no habérseles prevenido con claridad contra su memez extrema (se solía dar por descontada la sensatez más elemental en la gente); un artero abogado los apoyó y un juez contaminado de la idiotez ambiente falló a su favor y contra la cordura. El resultado es que ahora todos los productos han de advertir de los peligros más estrambóticos y peregrinos, sometiéndose a la dictadura de los tarugos mundiales sobreprotegidos.
Lo mismo, supongo, sucede con las medicinas. Si uno lee un prospecto, lo normal es que no se tome ni una píldora, tal es la cantidad de males que pueden sobrevenirle. Son tan disuasorios que resultan inútiles. Bien, me recetaron unas pastillas para algo menor. Las tomé seis días y me sentí anómalamente cansado. Así que, contra mi costumbre, miré la “información para el usuario”, seguro de que la fatiga figuraría entre los efectos secundarios. Me encontré con una sábana escrita con diminuta letra por las dos caras. El apartado “Advertencias y precauciones” ya era largo, y desaconsejaba el medicamento a quien padeciera del corazón, del hígado, de los riñones, diabetes, tensión ocular alta y qué sé yo cuántas cosas más. Pero esto era un aperitivo al lado del capítulo “Posibles efectos adversos”, dividido así: a) “Poco frecuente (puede afectar hasta a 1 de cada 100 personas)”; b) “Raro (hasta a 1 de cada 1.000)”; c) “Desconocido (no se puede determinar la frecuencia a partir de los datos disponibles)”. Luego venía otra tanda, dividida en: a) “Muy frecuente (más de 1 de cada 10)”; b) “Frecuente”; c) otra vez “Poco frecuente”; d) otra vez “Desconocido”. La exhaustiva lista lo incluía casi todo. Piensen en algo, físico o psíquico, leve o grave, inconveniente o alarmante, denlo por mencionado. Desde “erecciones dolorosas (priapismo)” hasta “flujo de leche en hombres (?) y en mujeres que no están en periodo de lactancia”. Desde “convulsiones y ataques” hasta “sueños anormales” (me pregunto cuáles considerarán “normales”), “pérdida de pelo”, “aumento de la sudoración” y “vómitos”. Desde “hinchazón de la piel, lengua, labios y cara, brazos y piernas” hasta “pensamientos de matarse a sí mismo” (el español deteriorado está por doquier: normalmente bastaba con decir “matarse”; claro que nada extraña ya cuando uno ha oído o leído en numerosas ocasiones “autosuicidarse”, lo cual sería como matarse tres veces). De “urticarias” a “chirriar de dientes”. De “aumento anormal de peso” a “disminución anormal de peso”. De “alegría desproporcionada” a “desfallecimiento”.
Huelga decir que al sexto día dejé las pastillas. Por suerte nada de lo amenazante me había ocurrido, cansancio aparte. Pero ya me dirán con qué confianza u optimismo puede uno ingerir algo de lo que espera beneficio y no maleficio. Lo que más me llamó la atención fue el subapartado “Efectos adversos desconocidos”. Deduzco que ningún paciente se ha quejado aún de los daños en él descritos. Pero, por si acaso surge alguno un día, mejor incluir todo lo posible. Eso, obviamente, es infinito. Así que más vale que aportemos todos ideas. ¿Y si aumento de estatura y me convierto en un Gulliver entre liliputienses? ¿Y si disminuyo y me convierto en El increíble hombre menguante, aquella obra maestra del cine? ¿Y si cambio de sexo? ¿Y si me salen pezuñas o se me ponen rasgos equinos? ¿Y si me transformo en cerdo y acabo hecho jamones? No se priven, señores de las farmacéuticas, a la hora de imaginar horrores que los blinden contra los quisquillosos sacadineros. De momento ya han conseguido que nadie lea sus prospectos, y que, si lo hace, renuncie de inmediato a mejorar o a curarse con sus tan fieros productos.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 6 de noviembre de 2016
Entrevista americana
JAVIER MARÍAS ON DICTATORSHIP, SHAKESPEARE, AND LITERARY GHOSTS
JONATHAN LEE
Literary Hub, 1 November 2016
Reseñas americanas de ‘Thus Bad Begins’
Spain’s Javier Marías captures his nation’s long-lasting trauma
MIKE BROIDA
The Washington Post, October 27, 2016
November Preview: The Millions Most Anticipated: Thus Bad Begins
The Millions, November 1, 2016
Crimes of the Heart in Javier Marías’s Thus Bad Begins
SARA BEGLEY
Time.com, November 3, 2016
Thus Bad Begins
NICK DIMARTINO
Shelf Awareness, October 2016
Thus Bad Begins
LAWRENCE OLSZEWSKI
Library Journal, August 2016
Javier Marías en los 40 años de El País Semanal
Javier Marías, la esperanza de conseguir que algo cambie
MAITE NIETO
El País Semanal, Especial 40 años, 30 de octubre de 2016
LA ZONA FANTASMA. 30 de octubre de 2016. ‘Masas ceñudas’
Dentro de nueve días sabremos si el nuevo Presidente de los Estados Unidos es o no Donald Trump. Hace ya mucho, el pasado enero, le dediqué aquí un artículo titulado “El éxito de la antipatía”, en el que terminaba diciendo que, pasara lo que pasara con sus intenciones de ser candidato, ya era muy grave y sintomático que hubiera llegado hasta donde había llegado. Ahora la situación es aún peor: aunque el 8 de noviembre acabe barrido por Hillary Clinton, todos habremos corrido el peligro real de que ese individuo pudiera convertirse en el más poderoso del mundo. Da escalofríos imaginar que hubiera sido más hábil, más astuto, más hipócrita y serpenteante; que hubiera puesto cara y voz de “buenecito” de vez en cuando, como hace aquí Pablo Iglesias cuando decide mentir más para ganarse a un electorado amplio; que se hubiera ahorrado numerosas meteduras de pata y ataques frontales a todo bicho viviente, que hubiera procurado ser simpático y mostrar sentido del humor; que hubiera hilado algún discurso sobre lo que se propone hacer (lo más argumentativo ha sido esto: “Seguro que no haré lo que haría Clinton”). Si no se ha aplicado a nada de esto y aun así tiene posibilidades de ganar, a cuántos no habría engañado con un poco de disimulo. Lo bueno y lo malo es eso, que no ha fingido apenas, y acabo de explicar por qué es bueno. Sin embargo es malo porque significa que cuantos lo voten lo harán a sabiendas, con plena conciencia de quién es y cómo es. Y aunque al final sean “sólo” un 37% (según los sondeos más optimistas), es incomprensible y alarmante que semejante cantidad de estadounidenses desee ser gobernada por un tipo descerebrado, estafador, mentiroso a tiempo completo, racista, despectivo, machista, soez y de una antipatía mortal. Es el Berlusconi del continente americano, con la salvedad notable de que éste era simpático o se lo hacía; de que, por odioso que lo encontrase uno, comprendía que hubiera gente a la que le cayera bien. En el caso de Trump esa comprensión no cabe, algo tanto más llamativo cuanto que los Estados Unidos es el país que inventó la simpatía como instrumento político.
Últimamente tengo la impresión de que eso, la simpatía, se ha acabado o está en la nevera, poco menos que mal vista. ¿Hay algún líder “grato”, más allá de sus capacidades? No lo son Rajoy ni Hollande ni la nuremburguesa Theresa May (me refiero a las Leyes de Núremberg de 1935); Putin es un chulángano, Maduro un alcornoque cursi y dictatorial, Marine Le Pen y Sarkozy son bordes, un ogro el húngaro Orbán, y no hablemos de ese mastuerzo elegido en las Filipinas, Duterte, que en pocos meses ha hecho asesinar a tres mil personas sin que el mundo haya pestañeado. Al agradable Obama le quedan cuatro días, lo echarán de menos hasta quienes abominaron de él. Pero no es sólo en la política, es general. Hay una fuerte corriente cejijunta universal. Quienes gozan de más éxito y seguidores suelen ser los tipos broncos y hoscos, los que echan pestes, insultan a troche y moche y jamás razonan. Se sigue venerando a Maradona, que hace siglos que no le da al balón, por lo lenguaraz y camorrista que es, mientras que no hay futbolista educado, amable y modesto contra el que no se monte una campaña feroz: Raúl en su día, luego Xavi y Casillas, y a Messi ya lo culpan en la Argentina hasta de las derrotas de su selección en las que él no ha saltado al campo. De Piqué ni hablemos, no se le perdona que sea bienhumorado y desenfadado, como a Sergio Ramos. En realidad no se libra casi nadie que destaque en algo. Se ha acentuado la necesidad de destronar a quienes han subido demasiado alto, sólo que hay una enorme e hiperactiva porción del planeta que considera cualquier triunfo un exceso, por pequeño que sea. Esa necesidad siempre ha existido, y mucha gente aguardaba impaciente a que los ídolos se dieran el batacazo. La diferencia es que ahora esa porción enorme está agrupada y cree que no hay que esperar, que el batacazo lo puede provocar ella con el poderoso instrumento puesto a su disposición, las redes sociales. Hay muchas personas que no aguantan la lluvia de improperios que les cae desde allí; que se deprimen, se asustan, les entra el pánico. Que se achantan, en suma, hasta querer desaparecer. Si se piensa dos veces, no tiene sentido amilanarse ante la vociferación canallesca e inmotivada. Sobre todo porque nadie está obligado a escucharla, a consultar su iPhone ni su ordenador.
Trump presume precisamente de triunfador, pero el secreto de su éxito reside en comportarse como lo contrario, como un fracasado resentido e insatisfecho, como la rencorosa turba que pulula por las redes, ufana de amargarles la vida a los afortunados y machacársela a los “inferiores”: inmigrantes, pobres, mexicanos, musulmanes, mujeres, discapacitados, prisioneros y muertos en combate “que se dejaron capturar o matar”. Era cuestión de tiempo que la masa de los odiadores intentara encumbrar a uno de los suyos: al matón, al chulo, al despotricador, al faltón y al sobón. Esperemos que no lo consiga, dentro de nueve días.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 30 de octubre de 2016
Javier Marías en los 25 años de Babelia
Javier Marías: “La prosa de Banville es la mejor que existe en inglés”
Los mejores libros en español de los últimos 25 años
El País, Babelia, 29 de octubre de 2016