Reconoce Javier Marías que tiene un estilo muy definido y una serie de temas que aparecen con frecuencia en sus novelas. Es cierto. Pero eso no quiere decir que sea un escritor que se repita, ni mucho menos. ¿Diría alguien que Scorsese se repite, por ejemplo, en su cine? Y, sin embargo, ahí están algunas de sus obras maestras, con temas recurrentes que aborda de muchas y variadas formas.
Así empieza lo malo de Javier Marías. El símil no es casual: a veces, quien esto escribe se ha regocijado en su asiento con las películas del neoyorquino, sabiendo que tenía ante sus ojos cine en estado puro y a la vez una trama apasionante y absorbente. Lo mismo, aplicado a la literatura, encontrará el lector en esta nueva novela de Javier Marías, la número 12 de su ya dilatada carrera. La historia, que se desarrolla en el Madrid de 1980, comienza cuando el cineasta Muriel encarga al joven De Vere –imposible no ver en él a veces al otrora joven Marías- que investigue a un amigo suyo, el Doctor Jorge Van Vechten, de cuyo indecente comportamiento en el pasado le han llegado rumores. Esta trama se mezclará con la historia, íntima y secreta, de un matrimonio infeliz, el formado por Muriel y su esposa, Beatriz. Todo ello dará pie al autor a reflexionar sobre cosas como el perdón y su arbitrariedad, sobre el rencor, sobre la conveniencia de saber la verdad o de decirla… y también sobre el deseo, pues estamos ante una de sus obras con mayor carga erótica –si no la que más-. También ante una de las más redondas: tiene Marías una técnica que domina a la perfección; tanto, que puede saltársela cuando le da la gana y como le da la gana.
En el libro también se abordan temas como el olvido que se dio en la Transición, y el autor se atreve a contar historias sin nombres ni apellidos pero tristemente reales, como la del infame médico que ya apareció en uno de sus cuentos desde otro ángulo bien distinto. Y todo ello lo hace con una carga de profundidad, o de conocimiento, que provoca el deseo de perderse entre sus páginas un poco más, unas horas más, para saber más de los demás y de nosotros. Y que nadie espere prosa solemne o envarada. Al contrario: el humor, aún más que otras veces, está presente en muchas de sus páginas. Cuando aparece el profesor Rico, por ejemplo, otro ‘viejo’ personaje de Marías, es imposible no reírse. Y mucho. Pero predominan más los otros momentos con toques shakesperianos, y no sólo por el título (Así empieza lo malo). De todos ellos, me quedo con el personaje del cuadro y con el origen de la desdicha del matrimonio, que tanto me ha despertado el deseo de releer a Edith Wharton. Un origen que se presta a intensas discusiones y que es perfectamente coherente con la postura del personaje masculino, pero que en cambio hace más extraña su falta de culpa después, siendo éste el único pero que yo le encuentro a esta novela inteligente y perturbadora.
LOLA CE
Público, 18 de diciembre de 2014