Dejando a un lado lo realmente importante, es decir, los méritos literarios de cada uno, lo cierto es que en la involuntaria carrera por el Nobel español que algunos medios, las casas de apuestas y sus respectivos y no siempre compatibles fans se empeñan en obligar a correr a Javier Marías (Madrid, 1951) y Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), el primero lleva cierta ventaja. Ambos ostentan no solo un lectorado fiel y en expansión, sino también un amplio reconocimiento internacional que valora con entusiasmo sendas obras diversificadas y prolijas; los dos están traducidos a las lenguas más influyentes (incluido el sueco, estratégico en lo que nos ocupa); uno y otro comparten algunos de los más prestigiosos premios literarios del mundo; ambos colaboran habitualmente en la prensa escrita (e, incluso en el mismo periódico, vaya por Dios); uno y otro han practicado la autoficción y las falsas novelas de raigambre posmoderna, y los dos, y sin ponerse de acuerdo (odian ser comparados), han ido abriendo su literatura a públicos cada vez más amplios, aunque manteniendo esa “pluralidad de niveles de lectura” que tanto alaban los críticos; ambos han formado parte (y allí obtuvieron el premio que les consagró) de la “escudería” Herralde (que uno y otro abandonaron con cajas más o menos destempladas); y entrambos se encuentran en edad de merecer (el premio, me refiero). Así que, ya ven: JM y EVM se hallan tan mediáticamente colocados en una hipotética (e, insisto, involuntaria) línea de salida de nobelizables que podrían formar pareja en unas “vidas (literarias) paralelas” de cualquier Plutarco de tres al cuarto. Salvo en un pequeño detalle (también estratégico): Vila-Matas no es (aún) miembro de la RAE, y el apoyo de las Academias (allí donde existen) constituye un peso que tienen en cuenta algunos de los (no siempre fríos) jueces de Estocolmo. Por lo demás, este año ambos publican nueva novela. De la de Marías no puedo decirles más que todavía la está acabando (y no suelta prenda). De la de Vila-Matas (Kassel no invita a la lógica,Seix Barral), que he leído calentita, lo primero que debo aclararles es que no estoy seguro de que lo sea (una novela). Como si eso importara: aquí está el mejor Vila-Matas (a la vez autor, narrador, personaje, juez y parte) sujetándome a mi sillón de orejas con su habitual torrente de imaginación paradójica y gusto (de raigambre surrealista) por los encuentros insólitos (ya saben: el paraguas y la máquina de coser sobre la mesa de disección), invitándome a mirar a través de las grietas de la realidad para constatar su carácter escasamente “realista”, y vislumbrar —a través de un humor a la vez socarrón y contenido— uno de sus rostros menos predecibles (en este caso, el del arte contemporáneo). Literatura en estado de gracia por alguien que controla perfectamente todos los resortes de un estilo fiel a sí mismo y que continúa indagando, libro a libro, acerca de la literatura y sus siempre franqueables fronteras. En cuanto a lo del Nobel, si yo tuviera que apostar en esa absurda lotería no las tendría todas conmigo: siempre puede surgir un “tapado” discreto (pero con premios, traducciones, Academia, etcétera) como tercero en discordia en plan “adivina quién viene esta noche”. De modo que continúa el suspense. Y todo por el increíble precio que aparece en pantalla.
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
El País, Babelia, 1 de marzo de 2014