‘Vidas escritas’

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Vidas escritas no es una novela, aunque se lee como sí lo fuera. Es un libro biográfico, un libro compuesto de pequeñas semblanzas de grandes escritores y el autor, Javier Marías, es un reconocido novelista y articulista español que posee además un conocimiento enciclopédico sobre literatura, a la que ha dedicado su vida, como escritor, como profesor o como traductor de muchos autores del espacio literario anglosajón. Esta lectura es recomendable por muy variadas razones y para mucho tipo de lectores ya que al ser pequeños retratos compuestos en capítulos breves es fácil leer uno o dos y dejarlo si se está cansado o no se goza de mucho tiempo.

Otra razón es que Javier Marías es un magnífico escritor con un dominio de nuestro idioma que nos permite disfrutar de cada frase y de cada palabra, siempre situada en el lugar apropiado para producir la máxima capacidad expresiva, y por último, estos pequeños textos de perfecta prosa nos permiten adentrarnos en la vida de insignes escritores y conocer situaciones, pensamientos, actitudes y anécdotas sobre personajes muy interesantes. Sin embargo, estas biografías mínimas no siguen un esquema usual en el modo de describir una vida, no sabemos, en la mayor parte de los casos, en qué fechas vivieron los biografiados, o cuáles fueron sus estudios o dónde nacieron siquiera, no obstante, la elección de los hechos reseñados nos permiten conocer su carácter, sus manías o sus obsesiones y placeres desde un punto de vista singular, y sentimos, a medida que vamos leyendo, que nos acercamos más a esos hombres y mujeres que sí hubiéramos hecho un recorrido exhaustivo por los datos sobre sus vidas.

La mayor parte de los escritores a los que Javier Marías nos permite conocer de un modo tan peculiar forman parte de la historia de la literatura en mayúsculas: Faulkner, Conrad, Joyce, Stevenson, Nabokov…

BIBLIOTECA SÁNCHEZ DÍAZ

Vive Campoo (Cantabria), 30 de diciembre de 2013

LA ZONA FANTASMA. 29 de diciembre de 2013. Castigar lo inexistente

Siempre me ha sorprendido que algunas personas inteligentes, además de infinidad de idiotas, puedan soltar frases del tipo “Amo a mi país”
–recientemente el escritor Stephen King, en estas páginas–. Me temo que no hay país en el mundo que se libre de ser “amado”, bien por sus ciudadanos, bien por extranjeros de visita que quieren hacer la pelota momentáneamente. Aquí, por supuesto, la frase se repite hasta la saciedad, sobre todo con Cataluña como objeto en los últimos tiempos. En toda ocasión son variantes de aquel famoso escrito de Tejero (recuerden, el guardia civil que asaltó el Congreso e intentó dar un golpe de Estado) en el que especificaba cómo amaba la paella y no sé qué otros folklorismos. En cuanto alguien trata de explicar la frase, cae en el más barato lirismo, la cursilería y el ridículo. Resulta inevitable, porque es un enunciado que no sólo es hueco, sino además un imposible. Un país –no digamos su nombre– es una abstracción, más allá de su geografía, sus fronteras estipuladas y su organización administrativa, una vez constituido como Estado, nacionalidad, región o lo que quiera que sea. En el mejor de los casos, es una convención, como lo son “la literatura” o “la ciencia” y casi todo lo susceptible de ser escrito con mayúscula a veces. Cuando alguien asegura “amar la literatura”, está diciendo, a lo sumo, que le gustan ciertas obras literarias, lo cual implica que le desagradarán muchas otras, aunque todas ellas sean “literatura”. Si alguien asevera “amar a España”, su afirmación está vacía de contenido, porque en España, como en todas partes, hay gente, y ciudades, y barriadas, y no digamos urbanizaciones costeras, que por fuerza le parecerán abominables. La frase es, así, indefectiblemente grandilocuente, oportunista y falaz; y a menudo demagógica, pronunciada para halagar a los patrioteros. Más honrado y veraz era aquel sargento de Juan Benet que arengaba a sus reclutas así: “Os voy a decir qué es el patriotismo. ¿A que cuando veis a un francés os da mucha rabia? Pues eso es el patriotismo”.

De la misma manera, es imposible “ofender” a un país, ni siquiera a través de sus símbolos, justamente porque éstos sólo son eso, figuraciones, símbolos, desde el himno a la bandera, pasando por la paella para Tejero y me temo que también para el Ministro del Interior Fernández Díaz y su jefe Rajoy, que es quien le da las órdenes. Pues bien, ese imposible ha sido elevado por estos dos sujetos a la categoría de “infracción grave”, sancionable con hasta 30.000 euros. Fue el estrambote a la Ley de Seguridad Ciudadana de la que hablé hace dos semanas. Serán multadas, proclamó el opusdeísta Fernández, “las ofensas o ultrajes a España”, y también “a las comunidades autónomas y entidades locales o a sus instituciones, símbolos, himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio”. Habrá que ver cómo definen “ofensas” y “ultrajes”, pero, dada la incapacidad de ese individuo para comprender la libertad de expresión, e incluso la democracia, hay que ponerse en lo peor; y como además no va a dejar nada fuera (imagino que en “entidades locales” entran hasta los municipios deshabitados), seguramente de aquí a poco será punible decir “Vaya mierda de pueblo”, o “Qué ciudad más espantosa”, o “Este país es un asco”. Hasta 30.000 al canto, si lo oye a uno un guardia; o un portero de discoteca, que ahora van a poder detenernos.

Ese pupilo de Escrivá de Balaguer se preguntó a sí mismo en su comparecencia: “¿Y qué es una ofensa a España?” Y como no había respuesta, ya que no puede existir tal cosa, vino a contestarse tautológicamente (como si hubiera aclarado: “Pues una ofensa a España es una ofensa a España”): “Por ejemplo, una manifestación en la que haya consignas o pancartas claramente vejatorias con España o una de sus comunidades, o sus símbolos, sus instituciones, la bandera de España, será considerada una infracción grave”. Es como si el diccionario, en vez de definir cada palabra, resolviera: “Agua: agua”, u “Orgullo: orgullo”. Muy útil. Pero algo quedó meridiano: si usted acude a una manifestación con una pancarta que rece “El Parlamento está lleno de sinvergüenzas”, le pueden caer hasta 30.000 del ala, por vejar a las instituciones. Lo mismo si corea “Madrid es un putiferio” o “La alcaldesa es una inepta”. No hablemos si llama “franquistas” a los miembros de este Gobierno, aunque crea usted estar haciendo una mera descripción objetiva y basada en las semejanzas, no ultrajando. Pero, como de costumbre, lo más alarmante está en la letra en la que no se repara: las ofensas infractoras serán las “efectuadas por cualquier medio”. Eso ha de incluir, por fuerza, radio, televisión y prensa escrita. Nuestro Gobierno avanza velozmente en su proceso “bolivariano”, por no volver a hablar de neofranquismo. No les extrañe que dentro de poco el iluminado Fernández y su jefe Rajoy saquen una nueva Ley de Prensa que deje en liberal la hoy vigente en Venezuela. El titular de Hacienda, Montoro, ya ha apuntado veladamente –si eso es posible, con su vocezuela– a los periódicos críticos con la purga desatada por él en la Agencia Tributaria contra los inspectores y cargos que, aun nombrados por su partido, eran demasiado honrados. El día en que un artículo como este se vea como “ofensa punible”, tendremos que hablar otra vez de prácticas dictatoriales, tras treinta y tantos años de democracia. Ojo, que estamos ya a pocos pasos.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 29 de diciembre de 2013

Mentir de bonne foi

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Beaucoup de fins lecteurs pensent -à juste titre- que Javier Marías serait un excellent candidat pour le prix Nobel de littérature. Une opinion que confirme Comme les amours, roman qui, dans tous les pays où il a été traduit, a remporté un vif succès critique, et qui paraît aujourd’hui en France.

Si vous n’avez aucun goût pour l’analyse psychique, si les recoins ombreux de l’âme humaine ont peu d’attrait pour vous, vous passerez votre chemin. Mais si ce n’est pas le cas et si vous n’avez jamais ouvert le moindre ouvrage de Javier Marías -l’auteur d‘Un coeur si blanc et de Demain dans la bataille pense à moi (Rivages, 1997 et 1998)-, il serait dommage de rater cette occasion. Une grandiose porte d’entrée dans l’univers subtil, intelligent et raffiné d’un envoûteur hors pair, né à Madrid en 1951, et devenu sans conteste l’un des meilleurs stylistes espagnols.

Au premier abord, rien de spectaculaire. Une simple histoire d’amour accrochée à un fait divers. Une vaste étude sur des thèmes classiques: raison et sentiments, trahison et loyauté, destinée et libre arbitre… Dès les premières pages, la narratrice observe un couple. Dans la vie professionnelle, María Dolz est éditrice. Elle a pour habitude de prendre chaque matin son petit déjeuner dans un café proche de son bureau et d’y fixer son attention sur ce couple inconnu. Miguel Desvern et Luisa Alday sont mari et femme. Un couple régulier, mais qui «rit, parle, plaisante et se stimule» d’une manière qui semble ne laisser aucune place à l’usure des jours.

Est-ce cela qui fascine tant María? Cette habileté qu’ont certains à s’amuser de la vie et à préserver dans leur regard cette lueur confiante et rieuse qu’elle décèle chez Miguel et Luisa? Un jour pourtant, le couple ne vient pas et l’éditrice apprend par la presse que Miguel a été assassiné par un fou au sortir de sa voiture. Même si elle ne lui a jamais parlé, María décide de se rapprocher de Luisa, la veuve inconsolable. Dans son entourage, elle fait bientôt la connaissance de Javier Díaz-Varela, que Luisa lui présente comme «le meilleur ami de Miguel». Mais tout cela serait trop simple. Lorsque María et Javier deviennent amants, María comprend que les liens qui unissent Luisa à l’ex-meilleur ami de son défunt mari ne sont pas, loin de là, sans ambiguïté. Et tout cela jette soudain un éclairage fondamentalement différent sur le couple et son passé.

L’épaisseur de l’ombre

Que Varela soit un menteur et même peut-être un assassin, le lecteur s’en doute assez vite. Mais qu’importe. Ce qui compte chez Javier Marías, ce n’est jamais l’histoire à la lettre – même si celle-ci est ici si prenante qu’on ne peut s’empêcher de tourner les pages. Non, c’est plutôt les mille possibilités de récits qui sont en germe. Latents. Comme des ramifications silencieuses de l’histoire principale. C’est le cheminement infiniment complexe et troublant de la pensée. Le silence. Les mensonges. Toute cette machinerie lourde que l’on voit se mettre en branle dans les cerveaux des personnages afin que chacun puisse arriver à se mentir à lui-même en toute bonne foi. Que sommes-nous capables de faire et de justifier par amour? De quoi parvenons-nous à nous convaincre? Sur quelles trahisons et quelles impostures sommes-nous prêts à fermer les yeux?

Fermer les yeux. La littérature est là au contraire pour les déssiller. «Elle nous aide à penser ce que l’on n’ose pas penser en temps normal», dit Marías, de passage à Paris. Après réflexion, il ajoute: «Faulkner s’interrogeait sur le pouvoir de la littérature. Et il disait à peu près ceci: «Ecrire, c’est comme craquer une allumette au milieu de la nuit, en plein milieu d’un bois.» Ce que vous comprenez alors, c’est combien il y a d’obscurité partout. La littérature ne sert pas à mieux voir. Elle sert seulement à mieux mesurer l’épaisseur de l’ombre.»

Javier Marías a refusé le Premio nacional de narrativa («Prix national du roman», doté de 20.000 euros) attribué à Comme les amours«L’Etat venait de suspendre ses aides aux bibliothèques, je trouvais cela déplacé», dit-il. Espérons, si on le lui proposait un jour, qu’il ne dirait pas non aux jurés de l’Académie Nobel.

FLORENCE NOIVILLE

Le Monde des Livres, 18 décembre 2013

Le Monde (édition papier), 4 octobre 2013

Qué libros regala Javier Marías

DVDM¿Qué libros regalan los escritores?

Javier Marías: Stevenson y relatos fantásticos

.¿Qué libro le regalaría estas Navidades a un familiar muy querido?

De vuelta del mar, de Robert Louis Stevenson (Reino de Redonda), una antología de la poesía de este gran escritor que he retraducido y reeditado recientemente. Es poesía menor, pero agradabilísima, y leerla da cierta sensación de sosiego, empezando por el bonito Réquiem que abre el volumen.

.¿Qué libro le regalaría a su amigo o amiga más entrañable?

Antología universal del relato fantástico, con prólogo y selección de Jacobo Siruela (Atalanta). Un magnífico volumen para pasar un poco de miedo estando a salvo, con bastantes obras maestras: el cuento fantástico es uno de mis géneros predilectos.

.¿Qué libro le obsequiaría a un niño?

Para seguir con Stevenson, La isla del tesoro. A no ser que los críos hayan cambiado del todo, creo que por esa novela tienen que pasar todos los del mundo, del sexo que sean.

.¿Qué libro le gustaría que le regalasen a usted y cómo lo querría? ¿En papel o digital?

Si no me lo hubieran dado ya de oficio, la maravillosa edición de la Real Academia Española de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). Es uno de nuestros más apasionantes clásicos, lamentablemente poco conocido, con una prosa de soldado y unos relatos no por escalofriantes menos verdaderos. Ese libro es un milagro en todos los aspectos.

CARLOS OTINIANO PULIDO

Cinco días, 24 de diciembre de 2013

LA ZONA FANTASMA. 22 de diciembre de 2013. Las bandas de la banda ancha

Cada aparato kindle, o e-book, o de libro electrónico existente en Francia, compra una media de 4,6 libros al año. En Italia, país con fama de no muy honrado, son 4,4 los que adquiere legalmente cada usuario. En España, el porcentaje es de 0,6. Cada individuo con uno de esos dispositivos de lectura en pantalla paga más o menos medio libro en el plazo de doce meses. ¿Quiere esto decir que los españoles que se han hecho con un e-book (o como finalmente se llamen) lo tienen de adorno en sus casas y no lo utilizan para su función lectora? En absoluto. Lo que significa es que casi cuanto se lee en ellos es pirateado, robado con total impunidad y con el beneplácito vengativo de nuestro Gobierno. Fue a partir de la Navidad de 2011 cuando el juguete llegó aquí de veras y se puso de moda. El resultado es que las ventas de libros en papel han disminuido brutalmente. Tengo un informe en el que se comparan las de las novelas última y penúltima de varios autores de best-sellers como Dan Brown, Ken Follett, Paulo Coelho y unos cuantos españoles cuyos nombres omitiré para no darles “mala prensa”. Sus últimas obras respectivas han vendido un 52%, un 62%, incluso un 70% menos que las anteriores. Cierto que no hay dos libros iguales, aunque sean del mismo escritor: unos caen más en gracia que otros; el público se cansa fácilmente (“Ya he leído dos de éste, me da pereza un tercero”), las modas son efímeras. Y, por supuesto, está la crisis, pero ésta ya llevaba varios años antes de la Navidad de 2011. Últimamente los editores, las agentes, los libreros –independientes o de grandes superficies–, hasta algunos autores, todos me aseguran que la salvaje caída de las ventas se debe mucho más a la piratería que a la situación económica que el Gobierno de Rajoy nos agrava día tras día.

Me disculpo por utilizarme como ejemplo y por resultar didáctico, pero en este país lo segundo es recomendable siempre. De aquí a un par de meses espero haber terminado una nueva novela que rondará –calculo– las 500 páginas. Habré empleado en ello dos años y pico, con unos veinte meses de muy intenso trabajo (al principio hay mucho tanteo). Lo que ganaré con esta novela dependerá de sus ventas, exclusivamente. Si su precio es de 20 euros, a mí me llegarán unos 2 por cada ejemplar despachado. Eso en papel. En libro electrónico costará unos 8 euros, luego percibiré alrededor de 0,80 por cada uno comprado legalmente. Así, si se venden 10.000 ejemplares en papel, mi tarea de dos años largos se remunerará con 20.000 euros. Si se venden 100.000, multipliquen por diez. Todos dependemos del interés de los lectores; nada se nos regala; si ellos deciden no asomarse a nuestro texto, no cobramos, o muy poco. Cada individuo que piratee esa novela futura mía me estará robando –o me privará de ganar– 0,80 o 2 euros, según el soporte. Si 5.000 personas hacen eso, me habrán restado 4.000 o 10.000 euros (a los editores y libreros más, naturalmente).

Imaginen ustedes, se dediquen a lo que se dediquen, que les quitaran esas cantidades de sus sueldos o ganancias, simplemente porque quienes se benefician de su trabajo pueden hacerlo sin que pase nada. Pueden disfrutar de él gratuitamente. Bueno, no del todo: pagan una buena cantidad a las empresas de telefonía por una banda muy ancha que les permite “descargarse” el producto del esfuerzo de ustedes. El escritor en España (como el músico y el cineasta) no hace negocio con eso, no percibe nada (recuerden: 0,6 libros vendidos al año por dispositivo electrónico). Pero las telefonías sí lo hacen, y perciben muchísimo “ofreciendo” tácitamente el goce del trabajo ajeno. Lo que no se le dice al usuario, pero se le insinúa, es: “Si se compra un e-book y contrata una banda anchísima, leerá gratis lo que se le antoje. Usted no le pagará al autor ni al editor, ni yo tampoco. Usted me pagará a mí por el mecanismo que lo facultará para robar tranquilamente. El autor, el editor y el librero, que se fastidien”.

Yo no sé hasta qué punto la gente es consciente de lo que se trae entre manos, con la connivencia inconfesada de las telefonías, que son las que cobran y sacan tajada de mis dos años largos ante la máquina (el talento posible es otro asunto y no voy a presumir de poseerlo, pero es algo que también merece recompensa en los casos indudables). Cada novela corre su suerte, ya lo he dicho. Pero, si cuando salga la que estoy cerca de acabar (no creo que antes de septiembre, y si le doy el visto bueno), sus ventas respecto a la anterior bajan tanto como un 70%, deberé plantearme si valdrá la pena acometer otra más adelante, a sabiendas de que mis posibles ganancias me las estarán esquilmando a lo bestia. Figúrense a un profesor al que no se le abonan muchas de sus horas de clase; a un banquero que debe dar gratis parte de sus servicios; a un empleado al que sólo se le pagan cinco horas de las ocho que trabaja a diario; a un zapatero que debe entregar por nada un porcentaje del calzado que crea y produce; a un ministro que ha de regalar sus conocimientos y su gestión parcialmente. Y así con cualquier oficio. Repito: yo sólo cobro si a los lectores les da la gana de leer lo que escribo. Si se la da, pero muchos no pagan nada por ello, ya me dirán qué clase de tonto sería si continuara atado a la silla, devanándome mis pocos sesos para llenar, línea a línea, 500 páginas supuestamente interesantes o turbadoras o placenteras. Uno no debería estar dispuesto a que lo perjudiquen quienes lo aprecian. Como si no bastara con los otros.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 22 de diciembre de 2013

Libros recomendados

The holiday newsletter at Third Place Books, Washington

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The holiday newsletter at Politics & Prose, Washington, DC

The Infatuations, by Javier Marías

Someone dies unexpectedly and all at once reality shifts for everyone within range of the deceased, whether they knew him or not. María, protagonist and narrator of Javier Marías mesmerizing 14th novel, is in the latter category, familiar with the dead man and his wife only from seeing them most mornings at a café. Her account starts as a meditation on chance, fate, and how so many unknowns make us who we are— philosophical observations drawn from the shock of the killing, which seemed like bad luck or a mistake and which, falling on the victim’s birthday, “doesn’t make any sense, precisely because it seems to.” María gets to know the widow and falls in love with a friend of the couple’s—a man she wouldn’t have met without the death—and her musings extend to thoughts on love, romance, and whether one person can ever really know another. As compelling as are these ideas and the psychological complexity they convey, the novel gains yet greater depth and tension as the existential mysteries segue into those of a murder mystery. The accidental death wasn’t an accident after all, and María plunges into a chilling world of passions so powerful they turn decent people into evildoers. Marías’s sinuous, graceful prose is reminiscent of Saramago’s conversational fluidity, and his language beguiles as surely as does its brilliant story.

T I camisa

Writers’ favorite books of 2013
San Francisco Gate, December 13, 2013

The infautatios

Books Gift Guide Part II: Spuds, spies and sports
Irish Examiner, December 13, 2013

MBPM Vintage

Laura van den Berg’s 6 favorite unconventional mystery novels
The Week, December 8, 2013

LA ZONA FANTASMA. 15 de diciembre de 2013. Neofranquismo

Por si no bastara con cuanto comenté hace una semana, y que lleva a gran número de españoles a avergonzarse de su país y a no poder defenderlo, el Gobierno de Rajoy, a través de su Ministro del Interior Fernández, planea una nueva Ley de Seguridad Ciudadana de inspiración innegablemente franquista. Ya se ha hablado mucho de ella: de cómo va a penalizar y limitar las protestas, el derecho de manifestación y cuanto moleste a los gobernantes y a la policía mandada por ellos; de las multas demenciales con que va a castigarse casi cualquier insumisión o desacuerdo, o lo que las propias fuerzas del orden consideren “amenazas, insultos, coacciones, injurias o vejaciones” contra los agentes. Es decir, éstos podrán moler a palos a los manifestantes, arrastrarlos, soltarles barbaridades y detenerlos con o sin motivo, y los manifestantes no podrán responder de ningún modo, ni siquiera verbalmente, bajo riesgo de perder mil euros si, por ejemplo, llaman “bestia” al uniformado galáctico que les propina una paliza. Fernández había decidido inicialmente que eso pudiera costar hasta 600.000 euros (sic), lo cual nos da idea de la “seguridad” que esta Ley brinda: con ella se echa a los ciudadanos a los pies de los caballos y se blinda a los policías y a los políticos que se sirven de ellos. Lo propio de un Estado policial, sin duda.

Con todo, lo más indisimuladamente franquista del proyecto es lo siguiente, según Jesús Duva en este diario: “Las denuncias de los policías tienen presunción de veracidad y, por tanto, es el denunciado quien debería demostrar que lo dicho por los agentes es inveraz”. Era así exactamente como funcionaba la represión durante la dictadura, o en todas las dictaduras, mejor dicho. De todo el mundo es sabido que la mayor perversión de la justicia, lo que la hace impracticable, es dar crédito al denunciante y eximirlo de aportar pruebas, y cargar al acusado con la tarea de demostrar su inocencia. Esto último es simplemente un imposible: si yo sostengo que Rajoy y Fernández han asesinado a una mujer el 30 de noviembre, y no me veo obligado a demostrarlo porque tengo “presunción de veracidad”; si Presidente y Ministro carecen de coartada en esa fecha y se los emplaza a probar que no mataron a esa mujer, ya me dirán cómo podrían lograrlo. Demostrar que uno no ha hecho algo, si se parte de la base de que sí (si la mera acusación equivale en principio a condena), es enteramente imposible. Es la justicia al revés y la negación de ésta, lo mismo que regía en tiempos de Franco, cuando un gris podía detener a cualquiera porque no le gustaba su aspecto, y acusarlo impunemente de la felonía que se le antojara. La práctica la consagraba la Ley de Vagos y Maleantes, nombre que no sé por qué no recupera también el proyecto de este Gobierno, en vista del parecido.

Pero ojo, a esto se añade que a partir de la Ley nueva estarán castigadas la grabación y difusión de fotos o imágenes de policías “que supongan mofa para ellos o algún riesgo para la seguridad”. Como serán los propios polis quienes decidan cuándo hay mofa o riesgo, lo que de hecho quedará sancionado será la captación y utilización de cualquier imagen de guardias, de manera que los denunciados tampoco podrán probar su inocencia mediante documentos visuales. Veamos un caso reciente, el de los ocho mossos d’esquadra que apalearon en masa al empresario Benítez y le causaron la muerte –todo supuestamente–. Pese a que una mossa se presentó más tarde en casa de una vecina y la obligó a borrar lo que había filmado con su cámara, salieron a la luz otras grabaciones en las que se ve cómo ocho valientes le dan una tunda al empresario (según ellos, “lo reducen”). Este presunto homicidio ha sido calificado por el jefe de ese cuerpo, Prat, de “actuación más o menos correcta”, y el conseller de Interior, Espadaler, lo ha respaldado. (El Gobierno de la Generalitat, de CiU con el apoyo de Esquerra escondiendo siempre la mano, es idéntico al de Rajoy, lo cual hace cada vez más ridículo que el primero se quiera independizar del segundo; se entendería algo si fueran opuestos, pero es que resultan gemelos en su totalitarismo neofranquista.) Imaginen por tanto en qué habría quedado el episodio si no hubieran existido imágenes. Los bravísimos mossos habrían gozado de la “presunción de veracidad”, podrían haber inventado una patraña a su gusto (que el empresario empuñó una metralleta, que era Hulk y se puso verde y atacó él solo a los ocho poniéndolos en grave peligro) y haberse ido de rositas a casa. Está por ver que no lo consigan, pese a todo. Ya se encargaron, en el momento, de borrar el rastro de sangre que habían dejado, “por higiene”, y de destruir las grabaciones de su “actuación correcta” que localizaron.

La nueva Ley de Seguridad Ciudadana, así pues, invalidará toda imagen de agentes del orden delinquiendo o abusando o sobrepasándose. Fotografiarlos o filmarlos en la comisión de un exceso o un crimen será una infracción castigada por dicha Ley. Ésta los declara por definición honrados, veraces, impolutos e infalibles. Ante semejantes ángeles por decreto, está claro quiénes serán los culpables y los mentirosos en cualquier conflicto con ellos: los desprotegidos ciudadanos. Esta Ley supone la definitiva vuelta del franquismo descarado, por si no teníamos ya bastantes indicios.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 15 de diciembre de 2013

‘The Infatuations’, libro del año según John Ashbery

The Infatuations recorte

Books of the Year

JOHN ASHBERY

As in years past, my favourite novel of those I read this year is one by Javier Marías, The Infatuations (Hamish Hamilton). This time the narrator is a woman, although there is also a character named Javier. As usual, a fiendishly complex little plot triggers wave after wave of achingly beautiful prose whose mood of ecstatic disquiet becomes addicting. Perhaps slightly less bristling than usual, his sentences often begin with a proposition that soon gets modified, and so on till the end, which can be a radical transformation. This peeling-of-the-onion operation has once again been superbly performed by the translator Margaret Jull Costa…

The Times Literary Supplement, November 27, 2013

NPR Books

Kirkus Reviews

McNally Robinson Booksellers

Javier Marías firma el manifiesto ‘Escritores contra la vigilancia masiva’

DMEn defensa de la democracia en la era digital

562 intelectuales y escritores de 82 países firman este manifiesto contra la vigilancia de Internet. Los autores exigen a Estados y empresas que respeten la privacidad

562 escritores e intelectuales de 82 países han elaborado un manifiesto, de nombre Escritores contra la vigilancia masiva, para protestar contra el espionaje por parte de empresas y Estados a los ciudadanos en la Red. La intención del escrito es que se publicara hoy martes 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, en los principales medios de comunicación de los países respectivos. El texto pide a la ONU la creación de una Carta Internacional de Derechos Digitales.

Entre los firmantes se encuentran cinco premios nobel de literatura: el turco Orhan Pamuk (2006), el sudafricano J. M. Coetzee (2003), la austriaca Elfriede Jelinek (2004), el alemán Günter Grass (1999) y el sueco Tomas Tranströmer (2011). Además, la lista la componen otros escritores como el novelista Martin Amis (Inglaterra), Kazuo Ishiguro (Japón, pero afincado desde los seis años en Inglaterra), Ian McEwan (Inglaterra), John Berger (Inglaterra), Richard Ford (Estados Unidos), Dave Eggers (Estados Unidos) o los poetas Ranjit Hoskoté (India) y John Ashbery (Estados Unidos) entre otros.

Los firmantes por parte de España son: Juan Goytisolo, Ricardo Bada, Javier Cercas, Rafael Chirbes, Rosa Montero, Julio Llamazares, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina y Javier Salinas.

A continuación, el manifiesto íntegro:

En los últimos meses, el alcance de la vigilancia masiva se ha convertido en un hecho bien conocido. Con unos cuantos clics de ratón, el Estado puede acceder a nuestros dispositivos móviles, nuestro correo electrónico, nuestras redes sociales y nuestras búsquedas en Internet. Puede seguir la pista de nuestras inclinaciones y actividades políticas y, en colaboración con empresas proveedoras de Internet, puede reunir y almacenar todos nuestros datos y, por tanto, predecir nuestras pautas de consumo y nuestro comportamiento.

El pilar básico de la democracia es la integridad inviolable del individuo. La integridad humana no se limita al cuerpo como un ente físico. Todos los seres humanos tienen derecho a no ser observados ni molestados en sus pensamientos, sus entornos personales y sus comunicaciones.

Este derecho humano fundamental ha quedado anulado y vaciado de contenido por culpa del mal uso de los avances tecnológicos que hacen los Estados y las empresas que llevan a cabo programas masivos de vigilancia.

Una persona vigilada deja de ser libre; una sociedad vigilada deja de ser una democracia. Si queremos que nuestros derechos democráticos sigan teniendo validez, es necesario que se respeten en el espacio virtual además del espacio físico.

—La vigilancia viola la esfera privada y pone en peligro la libertad de pensamiento y de opinión.

—La vigilancia masiva trata a todos los ciudadanos como posibles sospechosos. Anula uno de nuestros triunfos históricos, la presunción de inocencia.

—La vigilancia vuelve transparente al individuo, mientras que el Estado y las empresas actúan en secreto. Como hemos visto, este es un poder del que se abusa sistemáticamente.

—La vigilancia es un robo. Estos datos no son de propiedad pública; nos pertenecen a nosotros. Cuando se utilizan para predecir nuestro comportamiento, nos están robando algo más: el principio del libre albedrío, parte esencial de la libertad democrática.

» Exigimos el derecho a que cada ciudadano decida cuáles de sus datos personales pueden —a falta de un procedimiento legal legítimo— reunirse, almacenarse y procesarse, y quién puede hacerlo; a que pueda informarse sobre dónde se almacenan y cómo se emplean sus datos; a lograr que se borren sus datos si se han obtenido y almacenado ilegalmente.

» Exigimos a todos los Estados y empresas que respeten estos derechos.

» Hacemos un llamamiento a todos los ciudadanos para que se levanten a defender estos derechos.

» Hacemos un llamamiento a Naciones Unidas para que reconozca la vital importancia que tiene la protección de los derechos civiles en la era digital y cree una Carta Internacional de Derechos Digitales.

» Hacemos un llamamiento a los Gobiernos para que se adhieran a ese convenio.

NOTA: cualquier ciudadano que lo desee puede suscribir este manifiesto en change.org/espionajemasivo

El País, 10 de diciembre de 2013

Firmantes del manifiesto

Texto de Javier Marías

Texto en alemán

The Petition Against Mass Surveillance by Writers Against Mass Surveillance

LA ZONA FANTASMA. 8 de diciembre de 2013. Es cosa nuestra

Lo malo de la democracia es que uno no puede encogerse de hombros ante las acciones de sus gobernantes, no enteramente. Aunque no los haya votado y no se sienta responsable directo de sus tropelías, sabe que otros como él los eligieron y que por desgracia, hasta la próxima llamada a las urnas, nos representan a todos, en contra de lo que proclama ese slogan optimista y desiderativo que a menudo se corea. La vergüenza que el actual Gobierno nos causa es así mucho mayor que la que nos provocaba el franquismo a quienes lo vivimos. Éste se había impuesto por la fuerza y por ella seguía mandando. A sus oponentes los había fusilado, encarcelado, enviado al exilio o represaliado; en el mejor de los casos los mantenía en las catacumbas. Los que estábamos en desacuerdo podíamos desentendernos íntimamente de sus crímenes y abusos: éramos meras víctimas de ellos, sojuzgadas por una tiranía que nadie había votado (aunque demasiados españoles la abrazaran, sobre todo una vez victoriosa), que prohibía los partidos políticos y las elecciones, ejercía una censura total y minuciosa, castigaba con prisión cualquier opinión disidente o “tibia”, o verdad que no le gustara. A ese régimen, durante muchos años, le trajo sin cuidado la imagen de España en el exterior. “Que hablen. Nos tienen envidia por ser la reserva espiritual de Occidente”, era el lema, de clara inspiración eclesiástica. Y nosotros podíamos sacudirnos toda responsabilidad, en lo que respectaba a esa visión que ofrecíamos: “Nada tenemos que ver, somos los primeros damnificados, los que la padecemos sin tener arte ni parte”. Y a los de mi generación nos cabía añadir: “Esta dictadura estaba ya cuando nacimos”.

En ese aspecto, la cosa es ahora más peliaguda. Hemos tenido arte y parte. Hemos votado, aunque lo hiciéramos sometidos a engaño: el PP y Rajoy han incumplido con desfachatez casi todas sus promesas electorales, sobre todo las que les permitieron ganar por mayoría absolutísima. Aun así, no podemos intentar derrocarlos, porque, bajo engaño y todo, les dieron su confianza nuestros conciudadanos. Entre tantas otras cosas que aproximan cada vez más a este Gobierno al franquismo, está la indiferencia con que arrastra en el extranjero la imagen de España. Dicen sus representantes que les importa mucho, pero no es cierto. Se les llena la boca con la ridícula expresión “marca España”, pero hacen todo lo posible por que el nombre del país vaya unido al bochorno. En lugar de abstenerse de mancharlo, tratan de convencer a los medios internacionales de que no lo cuenten: Rajoy pidió a una cadena estadounidense que suprimiera de una entrevista lo relativo al caso Bárcenas; ahora nos enteramos de que, en plena fase de recortes salvajes, el Gobierno invitó con los gastos pagados a un grupo de responsables de prensa alemanes para explicarles in situ las maravillas económicas (!) de su gestión y atajar las críticas que casi a diario le dedica esa prensa. El propio Rajoy apareció en la reunión, a ver si les lavaba el cerebro. En honor a los alemanes, hay que decir que se sintieron ofendidos porque se pretendiera sufragarles el viaje y la estancia. Si la sesión de propaganda no nos costó dinero, no fue gracias a Guindos ni a Montoro, sino a la honradez extranjera.

Fuera de estas tentativas, que oscilan entre la censura, el adoctrinamiento y el soborno poco encubiertos, el Gobierno no cesa de ensuciar el país, a veces literalmente. La capital ha estado emporcada por una huelga de limpiadores justificada, mientras el Ayuntamiento, culpable último de la situación (es a él al que abonamos los impuestos, no a las tacañas concesionarias subcontratadas), se lavaba las manos frívolamente durante días: yo he visto cómo un indigente de la Plaza Mayor aplastaba de un pisotón a una relaxing rata gorda que, para estupor de turistas, se paseaba no de noche, sino a las 6.30 de la tarde. También se nos conoce últimamente porque el Ministro del Interior, hombre que presume de piadoso, vuelve a tapizar de cuchillas la verja de Melilla (una medida canallesca de Zapatero en 2005, rectificada en 2007), para rajar a lo vivo a los inmigrantes que osen saltarla. Ante la declaración de Rajoy al respecto, se hace difícil saber si el Presiente es tonto o se lo finge: “No sé exactamente si eso puede producir daños a las personas. Tendremos que verlo, he pedido un informe”. El misericordioso Fernández Díaz ha corrido a tranquilizarlo: “Sólo heridas leves, jefe”. Me gustaría que los dos se fueran a la verja e hicieran ellos mismos la prueba: el uno sabría “exactamente” y “vería”, y el otro comprobaría en su piel la “levedad” de las sangrías. Aparte de esta crueldad infame, España también es hoy famosa por la sentencia del Prestige: todo el mundo, incluido el Gobierno del PP de entonces, tuvo una actuación “correcta” y gracias a eso no se extendió el vertido del barco por el entero Océano Atlántico. ¿A santo de qué va a tener que pagar nadie? Añadan que en numerosas comunidades (Madrid, Cataluña, Valencia, y las que seguirán) han dejado de ser gratuitas las vacunas del neumococo y del retrovirus para bebés. Los padres que carezcan de 600 euros pueden prepararse a ver cómo sus críos más tiernos pillan una meningitis o una neumonía, o se deshidratan de gastroenteritis. Hay más, pero por hoy ya se nos cae la cara de vergüenza lo suficiente. Sin que ni siquiera podamos decirnos: “Pero esto no es cosa nuestra”.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 8 de diciembre de 2013

Roy Foster y Anthony Marra recomiendan ‘The Infatuations’

The Infatuations IndependentRoy Foster’s books of the year

Hermione Lee’s Penelope Fitzgerald: A Life (Chatto) is a revelation, brilliantly demonstrating the undemure existence of this widely admired novelist: a louche Irish husband, debt, a poverty-stricken life on sinking barges and council flats lie behind a facade of mild English eccentricity and powerfully original (often very un-English) work. It reads like a Fitzgerald novel.

I was dazzled by Javier Marias’s The Infatuations (Hamish Hamilton): nobody else writes so hypnotically of obsession, suspicion and the murky areas of love and crime.

Similar themes characterise Edna O’Brien’s short stories in The Love Object (Faber), each one a masterclass in her quintessential qualities of delicacy and toughness.

Lucy Riall’s Under the Volcano: Revolution in a Sicilian Town (Oxford) tells the story of an 1860 peasant revolt on an English-owned Sicilian property: a classic of microhistory, raising large issues of landlordism, violent history and mutual incomprehension, with distinct Irish echoes.

The poems that meant most to me in 2013 were Seamus Heaney’s, read with a revived intensity after his loss. But of new publications, I was deeply impressed by Martin Dyar’s Maiden Names (Arlen House): funny, astute, marvellously judged, and a genuinely new voice.

[Roy Foster is Carroll professor of Irish history at Hertford College, Oxford]

The Irish Times, November 30, 2013

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PW’s Top 10 Authors Pick Their Favorite Books of 2013

Marra’s pick: The Infatuations by Javier Marías (Knopf)

“Sometimes the book you’ve been looking for, without even knowing it, finds its way into your hands, and for me, this year, that book was The Infatuations. It’s billed as a metaphysical murder mystery—imagine if Proust had a murder instead of a madeleine and you begin to get a sense of the stylistic synthesis on display. Rather than the forward momentum of plot, Marías relies on a downward drop into psychology; instead of hurtling through events, the reader plunges through the thick strata of contradictions, deceptions, and unvarnished need lining the hearts of the novel’s fully realized characters. It’s the best and truest kind of mystery—one of enduring questions rather than delayed answers. But what makes The Infatuations the most personally moving novel of the year for me are its asides, digressions, and tangents, which are so integral you almost get the sense that Marías constructed his suspense story to scaffold his riffs. He ruminates on the loss of a loved one in what are the most unsentimental, clear-eyed, and honest passages on either loss or love I’ve read in some time. The book finds hope, or at least consolation, in the ceaseless mutability of the human psyche. Someone you once couldn’t live without becomes someone you now can’t live with at all, to paraphrase Marías, and the person you were when you were in love becomes a ghost you simply move away from. And while ghosts do populate the novel, its ultimate power comes in letting them dissolve.”

ANTHONY MARRA

Publishers Weekly, December 6, 2013

Anthony Marra: ‘Write what you want to know’

– 2013 must have been a very busy year for you. But did you have time to read other 2013 books? Any you especially enjoyed or would recommend?

It’s been an amazing year for fiction, but four I particularly enjoyed are «The Infatuations» by Javier Marias, «We Need New Names» by NoViolet Bulawayo, «A Marker to Measure Drift» by Alexander Maksik, and «The Woman Who Lost Her Soul» by Bob Shacochis.

MARJORIE KEHE

CS Monitor, December 4 ,2013

Más reseñas francesas

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Comme les amours-Javier Marías

Luisa et Miguel forment un couple parfait. La narratrice, María, les observe tous les matins prendre leur petit déjeuner dans la cafétéria où elle va, elle aussi, prendre un café avant d’aller travailler.

Je l’avais vu de nombreux matins où je l’avais entendu rire et parler, presque chaque fois au cours de ces quelques années, de bonne heure, mais pas tant, car j’arrivais au travail avec un léger retard pour avoir l’occasion de me trouver un instant avec ce couple, pas avec l’homme seul –que l’on ne se méprenne pas– mais avec eux deux, c’étaient eux deux qui me faisaient du bien et me réjouissaient, avant d’entamer la journée.

Oui, mais voilà. Dès le premier chapitre, on apprend que Miguel vient d’être assassiné: il meurt bêtement, un coup après l’autre, encore et encore, sans lui laisser une chance, avec la volonté de le rayer du monde et de l’expulser sans délai de la surface de la terre, là-bas et à ce moment-là.

María les a beaucoup observés. Ils semblent s’entendre parfaitement, et prolonger de quelques minutes leur tête-à-tête avant que lui ne s’éloigne pour son travail. Elle, s’attarde parfois encore un peu après son départ. Un matin, ils ne viennent plus. María, en voyage, ne sait pas le drame qui s’est joué non loin de la cafétéria en son absence. C’est une collègue qui évoque l’accident devant María, qui travaille dans une maison d’édition (portrait très drôle d’écrivains à l’égo démesuré). Le soir, sur Internet, elle découvre l’horreur de la situation: un matin, Miguel Devern a voulu garer sa voiture, lorsqu’un indigent faisant office de voiturier s’est mis à divaguer et injurier le malheureux mari, qui n’était pour rien dans les accusations portées contre lui.

Mais le voiturier s’est emporté et s’est jeté sur lui par-derrière, le poignardant d’une dizaine de coups de couteau mortels.

Commence alors une fausse enquête policière, au cours de laquelle María, témoin indirect du couple, qui la surnommait la Jeune Prudente, va rencontrer, dans la même cafétéria où elle venait avec son mari, cette femme devenue veuve. Une Luisa qui ne se remet pas de ce coup du sort. Fascinée par la tragédie, María va pénétrer le giron de cette famille, et y rencontrer Javier Díaz-Varela, l’ami intime du couple. Javier, devenu le confident de Luisa, l’ami indispensable qui console, et dont María va s’éprendre jusqu’à ce qu’une mystérieuse conversation surprise chez lui fasse basculer radicalement la situation.

Avec beaucoup d’habileté Javier Marias nous parle d’amour et de trahison. Il place son récit sous l’égide de plusieurs grands textes: Le Colonel Chabert de Balzac, l’histoire de ce soldat que tout le monde croyait mort et qui revient, bien vivant, retrouver son épouse remariée; celle de Shakespeare, Macbeth, avec la fameuse tirade du hereafter: He should have died hereafter ou il aurait dû mourir plus tard, comme le dit mystérieusement le meurtrier, ou encore Dumas et ses Trois Mousquetaires.

Javier Marías n’a pas son pareil pour sonder l’âme humaine, notamment dans ses lâchetés et ses mensonges. Ce n’est pas qu’une fausse enquête policière, à la recherche de la vérité, mais aussi un roman superbement mené parce que épousant totalement les pensées les plus intimes de la narratrice, nous guidant pas à pas dans son cheminement. On ne saura jamais définitivement ce qui a provoqué la mort de Miguel Devern, et tant mieux, le lecteur est libre de se faire sa propre opinion. Mais l’essentiel se situe ailleurs.

Peut-on aimer quelqu’un qui a commis un acte répréhensible? L’amour excuse-t-il la trahison? Où partent les amours une fois que l’être cher a disparu?

Si j’ai mis un peu de temps à entrer dans l’histoire, la seconde partie a tout rattrapé et ce roman est désormais mon coup de cœur de la rentrée littéraire en matière d’auteur étranger.

Intelligent, pertinent, avec beaucoup de style, Javier Marías nous livre en effet un splendide récit d’amour et de trahison, qui s’enracine dans la tradition de la littérature européenne.

Le nom de Miguel Desvern ne disparaît pas tout à fait, même si je ne l’ai jamais connu et que je l’ai vu de loin, tous les matins avec plaisir, alors qu’il prenait son petit déjeuner avec sa femme. Comme ne s’en vont pas non plus tout à fait les noms fictifs du Colonel Chabert et de Mme Ferraud, du Comte de la Fère et de Milady de Winter ou dans sa jeunesse Anne de Breuil, à qui on lia les mains derrière le dos et que l’on pendit à un arbre, afin que mystérieusement elle ne meure pas et revienne, belle comme les amours.

ALICE- ANGE

Bíblío blog, 6 decembre 2013

biscomme.les_.amours.galliamrd.002La vérité, cet embrouillement

L’amour et la mort au cœur d’une histoire orchestrée avec maestria par l’écrivain espagnol Javier Marías. Où il sonde les méandres de l’âme humaine en tenant son lecteur en haleine avec un suspense étonnant.

Nous ne pouvons prétendre être les premiers, ou les préférés, nous sommes tout simplement ce qui est disponible, les laissés-pour-compte, les survivants, ce qui désormais reste, les soldes, et c’est sur des bases si peu nobles que s’érigent les amours les plus grandes et que se fondent les meilleures familles, nous provenons tous de là, de ce produit du hasard et du conformisme, des rejets, des timidités et des échecs d’autrui […].» Tout est là du regard sur nos vies de Javier Marías qui, d’une écriture raffinée, généreuse, enveloppante, livre avec «Comme les amours» une magistrale fable morale sur l’amour et la mort, entités siamoises. Ce, en mêlant suspense et réflexion, à travers les pensées, les intuitions, les interrogations d’une narratrice hors pair.

Avant de se rendre à son travail dans une maison d’édition, María aime prendre son petit-déjeuner dans un établissement modeste du quartier. Elle y observe quotidiennement deux êtres qu’elle admire pour leur complicité rayonnante et l’optimisme qu’ils lui procurent. A son retour de congé, le «couple parfait» a disparu. Elle apprend que le mari, Miguel Desvern, a été sauvagement assassiné par un indigent déséquilibré. Un jour, María ose aborder Luisa, la veuve de ce riche héritier d’une compagnie de production cinématographique. Le temps d’une soirée, elle deviendra son oreille attentive et compatissante. C’est alors qu’elle rencontre Javier Díaz-Varela, le meilleur ami de Miguel, dont l’attitude et la présence auprès de Luisa se révèlent des plus ambiguës. Très vite, Javier et María (personnages créés par Javier Marías…) deviennent amants. Malgré elle, María en vient à s’interroger sur l’histoire du couple et les circonstances de la disparition de Miguel. Alors que Javier la cantonne au rôle de partenaire de distraction, elle ne peut toujours réfréner ses espoirs de devenir bien plus.

Selon Javier Marías («Un cœur si blanc», «Demain dans la bataille pense à moi»), si le roman peut être rapidement oublié, sa force est d’inoculer possibilités et idées permettant au lecteur de mieux appréhender le réel. Ainsi convoque-t-il Shakespeare, le Balzac du «Colonel Chabert», le Dumas des «Trois Mousquetaires» pour tisser une toile d’une rare intelligence autour du temps qui superpose en nous «ses fines couches indiscernables» , de la vérité qui est «toujours un embrouillement» , du hasard qui orchestre nos vies, des choix qu’on croit poser en toute liberté, de la place que les morts occupent auprès des vivants, de l’engouement amoureux, seul à même de pouvoir faire barrage à l’indifférence et l’ennui. Brillant de bout en bout.

GENEVIÈVE SIMON

La Libre Belgique, 21 octobre 2013

LA ZONA FANTASMA. 1 de diciembre de 2013. Tutelas permanentes

Las novelas, se dijo hace ya mucho, cuentan, entre otras cosas, la vida privada de las naciones, y lo más curioso es que a mi parecer la cuentan mejor y más nítidamente las que no nacen con ese ánimo, las que no pretenden ser realistas ni costumbristas ni trazar un “fresco” de su época. Yo veo mejor el Londres del siglo XIX en las obras de Dickens, llenas de personajes estrafalarios e inverosímiles, de casualidades que bordean lo inaceptable y de exageraciones sin cuento, que el Madrid de Galdós, que a menudo me resulta acartonado, sobre todo en tantos diálogos impasables y en tantas estampas apegadas en exceso a la literalidad de su tiempo, es decir, al reportaje. Uno de los reproches más tontos y rancios que se pueden hacer a una ficción (todavía increíblemente frecuente) es señalar que la gente no habla “así”, esto es, como los personajes. Dan ganas de contestar: “Pues claro que no, por fortuna. Una pieza literaria es siempre un artificio, un destilado de la realidad, algo calculado y despojado del soporífero ritmo del habla verdadera. La cortesía del autor es no obligarnos a tragarnos lo que ya conocemos y padecemos en la vida diaria. La reproducción exacta de las peculiaridades verbales de los individuos (eso que tanto elogian los críticos rudimentarios, que cada personaje tenga ‘su voz reconocible’) no deja de ser un abuso y una grosería”.

House_of_Cards_Serie_de_TV-644965875-largePero me he ido por las ramas. Quizá una de las razones por las que hoy vemos tantas series televisivas es que son éstas las que mejor nos muestran cómo son las sociedades actuales, sobre todo –de nuevo– las que no aspiran a ser “documentos”. Al fin y al cabo la realidad se cuela por todas partes, querámoslo o no, por lo que empeñarse en meterla con sus pormenores es una redundancia que además condena a la obra en cuestión a envejecer a velocidad de vértigo. Está más viva y nos dice más de Francia la estilización de Proust que el naturalismo de Zola, con todas sus “comprobaciones”. Ahora veo House of Cards, esa serie política con Kevin Spacey, y me llama la atención un pequeño episodio que revela mucho: una joven va en su coche; al pasar junto a un depósito de agua con forma de melocotón inmenso, envía un SMS a su novio con la gracia que se le ha ocurrido (“Cuando lo ves, ¿no te recuerda a un culo gigante?”), y se estrella. Un político rival primero, pero luego también los padres de la joven y la comunidad en pleno se lanzan a culpar del accidente a Spacey, por haberse opuesto en su día a que se derribara “el melocotonoide”, como es llamado. La responsable de su muerte no es en modo alguno la joven, por haberse distraído y puesto a manipular el móvil mientras conducía. La culpa es del depósito, por estar ahí, tan llamativo, y de quien impidió que se demoliera, y a nadie parece caberle la menor duda de eso. Sólo a Spacey, que sin embargo no osa argumentar públicamente lo que es de sentido común. De hacerlo, habría sido linchado o poco menos.

Me temo que ese episodio refleja, sin subrayados, lo que está aconteciendo en nuestras sociedades, que reclaman una minoría de edad y una tutela permanentes para los ciudadanos. Hace más de veinte años (he utilizado ese ejemplo en otros artículos) leí en Time lo siguiente: un ladrón se cuela en un aparcamiento, roba un coche, sale a toda pastilla y se empotra en un árbol; queda malherido y ha de pasar en el hospital varios meses; entonces demanda al aparcamiento por no haber tenido la vigilancia suficiente para haberle impedido robar el automóvil; de haber sido más cuidadosos, él no lo podría haber afanado, no habría salido escopetado ni habría sufrido roturas múltiples. El juez de turno admite a trámite la demanda, lo cual ya es asombroso. Todo lo estadounidense nos acaba llegando, sobre todo lo pésimo. Leo una carta en el diario que, a propósito de la tragedia del Madrid Arena, dice esto: “Ayer escuché por radio los testimonios de algunos jóvenes que denunciaban indignados que nadie les pidió el DNI a la entrada ni les pusieron trabas para pasar con recipientes de bebidas de hasta cinco litros…” Hay motivos para estar “indignado” con la organización de aquella fiesta y con la alcaldesa Botella. Pero la palabra choca en ese contexto, porque me imagino que en su momento esos jóvenes se frotaban las manos ante tantas facilidades y negligencias, y también choca que al redactor de la carta le parezca natural esa indignación a posteriori. ¡Tenían que habernos pedido el DNI y habernos prohibido el acceso! ¡Y habernos obligado a dejar fuera nuestros cinco litros! Recuerda demasiado a la actitud del ladrón americano: ¡cómo es que se me permitió robar un coche! A este paso, y salvando las insalvables distancias, los violadores excarcelados tras la invalidación de la doctrina Parot mal aplicada, podrán exclamar airados: ¿cómo es que no me pararon cuando forcé a dieciocho mujeres? La culpa no es mía. Si acaso de ellas, por existir y salir a la calle. Y lo mismo los terroristas de ETA: ¿cómo es que la policía no estuvo atenta y pude colocar una bomba? ¡Tenían que haberme interceptado! Si yo fuera Director de Tráfico, estaría temblando, porque cualquier individuo siniestrado podría espetarme: ¿cómo es que colocaron ustedes un cartel que ponía “Madrid 50 km”? Me distraje intentando dilucidar qué significaba esa misteriosa abreviatura, “km”. A quién se le ocurre tamaña imprudencia, ponernos jeroglíficos mientras conducimos.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 1 de diciembre de 2013