Más sobre la entrega del Premio Formentor

C. Forteza‘Pertenezco a otro tiempo y a otra estirpe’

Pasa por momentos que Javier Marías (Madrid, 1951) habla como escribe. Si uno le escucha con atención, puede ver entre sus palabras los puntos y las comas, las reiteraciones, las eternas subordinadas por las que divaga su mente y que envuelven al lector-oyente. Un «escritor de otro tiempo», como gusta descubrirse a sí mismo, que ayer recibió el Premio Formentor de las Letras 2013 y que a veces hasta bromea diciendo que al escribir se siente «peor persona».

«Es muy difícil contar nunca nada, incluso cosas ciertas y accesibles», sostiene Marías en voz alta y en sus palabras se oye el eco de las primeras líneas de Tu rostro mañana. «Leemos ficción porque tenemos una cierta necesidad de que algo alguna vez se pueda contar del todo; necesitamos que algo sea contado del todo de manera irreversible, cabalmente sin refutación…». Lo ven. Lean una vez más esas palabras habladas de Marías y escúchenlas como si las hubiera escrito con su fiel Olympia Carrera Deluxe.

Este «ladrón de cuerpos» que es Javier Marías, como tituló él mismo el discurso que ofreció ayer tarde en el Hotel Barceló Formentor tras recibir el galardón, contempla estupefacto el mundo acelerado en el que vivimos y defiende la literatura como «tarea artesanal, casi de miniatura», las narraciones comprendidas de manera «lenta, meditativa, paciente».

«Escribo porque pienso más y mejor», dice Marías para explicar el sentido de seguir escribiendo en estos días con los que tan poco o nada se identifica él, tan educado, pausado y cortés; un señor que no se descuelga del usted y cuyas buenas y elegantes maneras son hoy, en estos «tiempos ridículos», como un ejército de perros verdes cruzando la Gran Vía.

«Cada vez hay menos interés en formar personas», indica el autor de Corazón tan blanco mientras confiesa que no lee las novelas de moda, esas narraciones «industriales o fabricadas en serie», porque hace tiempo que decidió no perder más el tiempo en ello cuando hay tantas otras que le gustaría leer.

Marías, que se define a sí mismo como un «artesano de épocas pretéritas», ve la novela como el género en el que «todo cabe, donde el escritor es mucho más salvaje y más pesimista, donde uno a veces es más sincero, más verdadero». Lo dice él, que siempre escribe las suyas en primera persona.

«No me leería a mí mismo», asegura con guasa el autor de Cuando fui mortal en su primera visita a Mallorca. Han tenido que premiarle con el Formentor de las Letras para que el escritor madrileño recale en la isla, un premio, dice, «que tiene dos vidas» y del que ha destacado su «elemento heroico», el hito de que el Formentor en su día luchara por defender su galardón y sus conversaciones literarias a pesar de la persecución de la dictadura franquista.

«En esencia seguimos trabajando como un escritor del siglo XVII. Tenemos ordenadores en vez de plumas de ave, cierto, pero ahí se acaban las diferencias, o casi», dijo en su discurso Marías en una simplificación que se antojó evidente en alguien que consigue pasar por este mundo aún sin móvil ni mail ni ordenador. Es la reducción a lo sencillo, el apego a la paciencia y el equilibrio lo que hilvana toda la dialéctica de este escritor que se negó a aceptar el Premio Nacional en 2012. La coherencia.

También habló de la inconsciencia de la mayoría de los lectores de hoy que, incapaces de apreciar «la manera lenta, meditativa» en que son hechos los libros, los despojan de su condición primigenia, la de ser «obras artísticas artesanales» y los convierten en productos de consumo rápido. Una vez más este mundo acelerado que tanto sorprende a Marías.

«Lo único que uno sabe es que ha perdido media vida, o más de media, intentando emular, intentado copiar en su cuaderno como un colegial, a aquellos que lo precedieron hace cincuenta años de calendario pero en realidad hace dos siglos», confesó Marías al recibir el mismo premio que en su día entregaran a Borges, Gadda, Gombrowicz y Beckett, de quienes se siente «separado por un abismo» que no le lleva a confusión alguna: «Pertenezco a otro tiempo y a otra estirpe, me limito a ser un ladrón de cuerpos en un mundo de humanos, o tal vez un humano en el mundo uniforme de ladrones de cuerpos; tanto da, da lo mismo».

Son las palabras habladas de Marías, que para decirlas no necesita esas máquinas de escribir que ya empiezan a agotarse irremediablemente en este mundo. Lo escribió él mismo tras acabar su último libro, Los enamoramientos, que se había quedado sin la suya y que sin ella no habría más novelas ni más nada en palabra escrita por él. Bastó con esa amenaza en forma de artículo para que saltara la alarma entre varios de sus lectores, que le enviaron sus añejas Olympias. Al menos una de ellas ha cumplido su misión, pues Marías ya prepara su siguiente novela. Lo cuenta María Lynch, la joven y cautivadora agente literaria de este escritor que contempla con «estupefacción y cansancio» este acelerado mundo mientras los demás nos perdemos en él sin pararnos a pensar en cómo serán nuestros rostros mañana.

LOLA SAMPEDRO

El Mundo, 1 de septiembre de 2013

1377980287_extras_portadilla_0De literatura, intimidad y brisa marina

Javier Marías no se toca el pelo. Ni aunque la brisa marina se lo alborote de una forma, esa forma, tan chocante en la cabeza de un escritor con la compostura y la flema del madrileño. El autor de Mañana en la batalla piensa en mí recibió ayer tarde el Premio Formentor de las Letras 2013 a escasos metros del Mediterráneo y su pelo se agitaba ingravitacional con el viento, de una forma estática y pasmosa. Pero él no se lo tocó ni por un instante, ni durante su discurso ni en la sesión fotográfica. Marías debe saber y sabe y que es de mala educación que un señor vaya por la vida atusándose el pelo como una quinceañera y aguantó con paciencia viril que la brisa protagonizara la anécdota.

Al acto de entrega del galardón que se celebró ayer tarde a las 19.30 horas en los jardines del Hotel Barceló Formentor, acudieron unos 200 invitados. El encargado de abrir la ceremonia fue el editor y presidente del jurado, Basilio Baltasar, que con su discurso se encargó de recordar a los presentes la importancia de la literatura de Marías, de cómo su obra «no ha perdido desde su primer libro el aliento».

El escritor recibió el premio de manos de Marta Buadas y Simón Pedro Barceló, representantes de las familias que hacen posible este premio. Una emocionada Buadas abrazó a Marías con el calor de las lectoras entregadas, sabiendo que estaba premiando a uno de sus escritores favoritos y hacía de la entrega un acto cercano.

Entre el público estaba Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes.Nekane Aranburu, directora de Es Baluard; el escritor Agustín Fernández Mayo; la artista Susy Gómez; el escritor Fernando Schwartz; y el galerista Joan Guaita, representando, entre otros, al mundo de la cultura. También asistieron a la entrega y al cóctel políticos como Bel Cerdà, directora general de FP; la exconsellera Bárbara Galmés; el exconseller Francesc Fiol; y el exalcalde Ramón Aguiló. Otros invitados fueron Margarita Pérez Villegas, directora de CaixaFórum; la diseñadora Rosa Esteve; Cristina Macaya; Fernando y Ramón Rotger, de la Clínica Rotger, Román Piña Homs, Gaspar Sabater; y el empresario Alfonso Cortina.

LOLA SAMPEDRO

El Mundo, 1 de septiembre de 2013

[Fotos. C. Forteza]

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