Día: 1 septiembre, 2013
‘Javier Marías en España’
Si en los 70, los Novísimos supusieron un vuelco en la poesía española contemporánea, no podemos decir lo mismo respecto a la novela, por mucho que se empeñaran los editores de entonces. Los distintos intentos editoriales de crear algo parecido a lo que supuso la antología de Castellet, acababan siempre en nada. ´Nueva narrativa española´ fue un cuño habitual y socorrido que no pudo, ni supo sustituir, y menos aún renovar, la novela ya consolidada que había escrito o estaba escribiendo la generación anterior. Me refiero a autores tan distintos como Benet, García–Hortelano, Marsé o Juan Goytisolo, que supieron ser más renovadores que cualquier novísimo metido a novelista. Pensemos en Volverás a Región, en El gran momento de Mary Tribune, en Si te dicen que caí o en la trilogía que arranca con Señas de identidad.
En la mayoría de ellos –además de algunas influencias extranjeras contemporáneas– estaba la tradición y estaba también la voluntad de modernidad, inaugurada con Tiempo de silencio. Estaba Baroja y estaba Cervantes, quiero decir, pero también estaba la innovación narrativa: en esos años pudimos leer unas formas de contar que nunca se habían utilizado en nuestro país. Después de eso no hubo recambio generacional, más allá de algunos experimentos cuyo mero carácter experimental los empujaba peligrosamente hacia el autismo o el viraje brusco, como así fue. En esa época, Javier Marías era muy joven y escribía –si pueden llamarse así– parodias literarias, en el camino de hallar su propia voz. Su maestro más cercano en España, Juan Benet, había incorporado al castellano tres cosas importantes para la evolución de nuestra novela: cierto espíritu faulkneriano –que ya venía del Boom–, una respiración de estirpe proustiana y una capacidad meditativa de raíz más anglosajona que hispana (y por eso más necesaria).
Después de Benet, la novela española no podía ser la misma y Marías fue su Stanley y su Livingstone al mismo tiempo. Si a partir de El siglo y El hombre sentimental, ya se perfila y distingue la casa que Marías había empezado a construir, Todas las almas y Corazón tan blanco nos la muestran en todo su esplendor. En esos momentos –hablo sólo de novela– nada hay comparable a la narrativa de Marías en nuestro país y con él se incorpora una distinta apertura cervantina, vía Laurence Sterne, más la inquietante meticulosidad de Henry James. Los partidarios de la prosa sonajero –feliz ocurrencia de Marsé– y los fieles del realismo carpetovetónico –más aburridos que nadie– lo tildarán a él de angloaburrido y llegarán a decir que Marías escribe en inglés porque no sabe hacerlo en castellano. Aparte de la sandez: algo parecido ocurre con el último Cernuda y ahí están algunos de los mejores poemas del siglo XX español. Para otros, entre los que me cuento, a partir de la deriva de los años 80 –que Marías definió acertadamente como ´la edad del recreo´ y así nos ha ido después– uno de los motivos por los que vivir en España valía la pena –y entiéndase que ‘vivir’, aquí, no se refiere sólo a vivir– era la literatura de Javier Marías. Había otros, claro, y dicho así puede sonar grandilocuente o exagerado, pero no lo es y menos aún cuando los adeptos a esa literatura fueron creciendo con el convencimiento de hallarse frente a un territorio nuevo, de estilo espléndido y de voluntad clásica (algo también muy necesario). Comprenderán que cuando no se está acostumbrado a que el sentir general y el particular –es decir, el propio– coincidan, algo así no es exageración. En el magma inhabitable donde vivimos hoy, la literatura de Marías –y la presencia de Marías– siguen siendo uno de esos motivos generacionales que nos refuerzan y hacen creer que algunas cosas fueron buenas y valieron la pena.
Nunca he de olvidar el tiempo que habité en Todas las almas y después en ese otro tiempo inventado, prolongado, por los libros que amamos, que fue Negra espalda del tiempo. Tampoco los deslumbrantes comienzos de Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, ni la compañía familiar de sus Vidas escritas, ni sus textos fantasmagóricos, ni tantas epifanías y malhumores dominicales, ni una de las grandes novelas europeas de lo que va de siglo –me refiero a la trilogía Tu rostro mañana–, con personajes que nos han de acompañar el resto de nuestras vidas y el grand style detrás de su estructura, lenguaje y relato. Es innegable que la novela en castellano ya no ha sido la misma a partir de Marías y aquel lugar donde no hubo Novísimos, ni renovación, es un lugar que él ha creado y sostiene para nuestra literatura con una potencia narrativa y una capacidad para la digresión y el matiz inacabable, precisa, culta e inteligente. Con la memoria como telar de fondo. Esto lo reconocemos aquí sus lectores –entre los que hay bastantes escritores– y lo reconocen también los lectores y escritores hispanoamericanos actuales –se me ocurren ahora dos de los que prefiero: Juan Gabriel Vásquez y Patricio Pron–, en un viaje de retorno desde el Atlántico, inexistente hasta la consolidación de Marías y su sentido de la ficción, ´imprescindible para la vida´.
Hablo, naturalmente, de lengua compartida, porque el listado de premios internacionales a su obra también es innumerable –del IMPAC al Fémina, del Nelly Sachs al Grinzane Cavour…–, tanto por extenso como porque no ha de acabar aquí. Ahora que se le añade el Formentor, surge la certeza de que si el año pasado, este premio –concedido a Juan Goytisolo– entroncó con su origen, en el caso de Javier Marías, el Premio Formentor 2013 entronca con su esencia. Doble enhorabuena.
JOSÉ CARLOS LLOP
Diario de Mallorca, 1 de septiembre de 2013
Javier Marías recibe el Premio Formentor de las Letras 2013
Entregan el Premio Formentor de las Letras 2013 a Javier Marías
Al recibir hoy el Premio Formentor de las Letras 2013, Javier Marías (1951) manifestó que su nombre no queda grabado al lado de otros que recibieron este galardón, como Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Carlos Emilio Gadda o Witold Gombrowicz, sino “separado de un abismo de calidad y logros”.
El autor, quien se definió como un “artesano de épocas pretéritas” de la literatura -en la que generaciones actuales emulan a quienes les precedieron y consiguieron efectos deseados entre sus públicos-, recibió el galardón de manos de Marta Buadas y Simón Pedro Barceló, en una ceremonia en el Hotel Formentor Barceló, en Mallorca.
En su mensaje de agradecimiento, titulado “El ladrón de cuerpos”, expuso que desde que inició su carrera, hace 42 años, el mundo literario ha cambiado mucho y hasta se puede decir que “ha sido borrado de la faz de la tierra”, aunque no todos los escritores han sido expulsados de él.
Subrayó que a diferencia de generaciones pasadas, ahora muchos escritores ya no hablan de la aspiración de perdurabilidad de una obra, y hasta evitan parecer “nostálgicos de un tiempo desaparecido”, como si fueran “clandestinos o farsantes” de una raza con la que no tienen que ver.
“Así, jugamos a no ser artísticos, a carecer de ansia alguna de durabilidad para nuestras obras, a pasar inadvertidos dentro de lo que cabe y a confundirnos con una riada de profesionales que escriben un libro tras otro intentando asemejarse a una máquina productiva”, expresó.
Cuestionó, además, que ahora ya no se trabaja como lo hizo la generación de hace 50 años, aún cuando se pula cada una de las páginas y se busque la mejor palabra o adjetivo.
“Siempre, absolutamente siempre, me siento como un artesano de épocas pretéritas, por no ser presuntuoso”, manifestó.
Sostuvo que todo eso se presenta en un momento en que la mayoría de los lectores no percibe el trabajo detrás de una obra, y demanda más obras como la ya leída.
“Mis novelas se han espaciado entre sí, una media de tres años, algo totalmente inaceptable para los actuales y atropellados tiempos”, apuntó.
Lo anterior, dijo, contrasta con un público que percibía las obras de Beckett, Borges, Faulkner, Camus y Nabokov como resultado del talento, la tarea artesanal del escritor, aunque ciertamente el público de hoy no es inmune al encantamiento de la literatura.
Comentó que aún hay lectores que en medio de una novela se detienen y cuestionan lo que les narra el autor o se quedan con una frase, y como en tiempos pasados se copian y se vuelven a escribir “para hacerlo suyo con la mera lectura”.
“Si uno repite esos movimientos, si uno reescribe con su propia letra, está ocupando momentáneamente el lugar del poeta, está convirtiéndose en él, está calcando su experiencia, aunque obviamente no sea la misma ni pueda serlo”, aseveró.
“Esas reacciones sólo se producen, o eso creo, ante las obras que aún son artísticas. Y lo curioso del caso es que una gran mayoría, independientemente de su saber o cultura, las distingue o las reconoce como sucedía antiguamente”, anotó.
Precisó que en muchos casos se ha imitado a otras generaciones de escritores pero sin conseguir el encantamiento, debido a fallas en aspectos diversos como “la cadencia, el ritmo, el cálculo, la profundidad, lo inquietante, la lentitud en el componer, la meditación y la paciencia”.
“Sería pretencioso hacerse la ilusión, imaginar siquiera que, en lo suyo, uno ha logrado jamás nada de esto. Lo único que uno sabe es que ha perdido media vida, o más de media, intentando emular y copiar a aquellos que lo precedieron hace 50 años de calendario, aunque en realidad sean se hace dos siglos”, mencionó.
Puntualizó que estar en la lista de premiados del Formentor, no lo hace confundirse en que tiene el nivel Beckett o Borges, y ni siquiera en esta ceremonia llamarse al engaño.
“Pertenezco a otro tiempo y a otra estirpe, me limito a ser un ladrón de cuerpos en un mundo de humanos, o tal vez un humano en el mundo de ladrones de cuerpos”, manifestó.
El autor de obras como “Los dominios del lobo” (1971) y “Todas las almas” (1989) recibió el Premio Formentor de las Letras 2013, en reconocimiento a su carrera y obra, al considerarse uno de los literatos españoles más apreciados dentro y fuera de España.
Al leer el acta del jurado, Basilio Baltasar, quien presidió al jurado, explicó que Marías tiene una obra “que desde su primera publicación no ha perdido aliento, y que su creatividad lo ha convertido en uno de los escritores más interesantes de la literatura en español”.
El Premio Formentor de las Letras reconoce el conjunto de la obra narrativa de aquellos escritores cuya trayectoria prolonga la tradición literaria europea.
En su primera etapa, de 1961 a 1967, fue impulsado por Carlos Barral y otros editores, y en 2011, al cumplirse 50 años de su creación, se retomó para iniciar una nueva fase.
El premio, dotado de 50 mil euros (unos 65 mil dólares), cuenta con el patrocinio de las familias Barceló y Baudas, propietarios del Hotel Formentor, donde desde los años 60 se entrega.
Unomásuno (México), 31 de agosto de 2013
Nostalgia literaria. Marías evoca la lectura lenta y meditativa al recoger el Premio Formentor
Como un artesano, un escritor del siglo XVII o, sino, como un artista de épocas pretéritas que reescribe y pule sus textos. Así se siente Javier Marías y así lo ha reconocido al agradecer el Premio Formentor 2013, en cuyo acto de entrega ha mostrado su nostalgia por un mundo literario perdido hoy.
Un mundo de hace más de cincuenta años y al que pertenecieron algunos de los escritores que fueron galardonados con el Premio Formentor en los años 60, como Borges, Beckett, Gadda y Gombrowicz, pero también un mundo de hace mucho más tiempo, como ha recordado Marías, y en donde estarían Goethe, Byron y Holderlin.
Una manera de estar, de crear, diferente «a la riada de ‘profesionales’ que escriben un libro tras otro intentado asemejarse lo más posible a una máquina productiva y jamás dubitativa. Una ambición artística y un anticuado, anacrónico deseo de perduración», ha señalado el autor.
Pero «entiéndaseme -ha precisado- de perduración más allá de los preceptivos tres o seis meses- lo sumo de lo que se llamaba antaño ‘la temporada’ que se le conceden a cualquier producto o mercancía desde hace ya un par de décadas por los menos», ha dicho el escritor, que ha hecho un elogio de los autores que escribían para un público «que comprendía la manera lenta, meditativa, paciente».
Notas a pie de página
«Intentar que alguien se yerga como un animal sobresaltado, a que preste una atención no rutinaria, a que se detenga y se diga: ‘Este hombre, ¿qué está diciendo? Voy a anotarlo’. Es a esta tarea a la que a Javier Marías le da la sensación de que vale la pena dedicarle el tiempo que le ha concedido. Así lo ha explicado el autor de Tu rostro mañana, durante la entrega del Premio Formentor de las Letras 2013, en el cabo mallorquín de Formentor, en reconocimiento al conjunto literario de su obra.
«Pertenezco a otro tiempo y a otra estirpe, me limito a ser un ladrón de cuerpos en un mundo de humanos, o tal vez un humano en el mundo uniforme de ladrones de cuerpos; tanto da, da lo mismo», ha concluido el escritor y académico.
El premio, dotado con 50.000 euros, está organizado e impulsado por los propietarios el hotel Formentor y las familias Barceló y Buadas, que volvieron a resucitar el galardón hace tres años, ya que se creó en 1963 pero se suspendió en 1968.
El primer galardonado de la nueva etapa del premio fue Carlos Fuentes, en 2011, y Juan Goytisolo, en la pasada edición. El acto de entrega de este prestigioso premio se ha convertido en una cita anual veraniega a la que acuden escritores y creadores de la isla, además de representantes de diferentes ámbitos.
Y así, además de todos los miembros del jurado, presidido por Basilio Baltasar y formado por Félix de Azúa, Juan Antonio Masoliver Ródenas, Manuel Rodríguez Rivero y Berta Vías Mahou, han asistido también la viuda del escritor Carlos Fuentes, Silvia Lemos, y escritores como Fernando Schwartz, Agustín Fernández Mallo o Juan Carlos Llop, entre otros.
El Mundo/Efe, 31 de agosto de 2014
- Foto. Tolo Ramón
Luz sobre el Marías desconocido
El escritor recibe el Premio Formentor por su trayectoria y por contribuir a definir la gran literatura europea
“No he querido saber, pero he sabido que…”, no es solo el comienzo de Corazón tan blanco, de Javier Marías, una de las mejores novelas en español de las últimas décadas, sino una frase que sirve al escritor y académico para contar a sus lectores varias noticias suyas. Lo hizo ayer en Formentor (Mallorca) bajo la sombra de una enredadera, muy cerca del Mediterráneo espolvoreado del brillante sol de la tarde:
—Recibió anoche el Premio Formentor de las Letras 2013 por contribuir a definir la gran literatura europea, con un discurso en el que expresó su asombro porque la gente siga interesada en la buena literatura y en su interés por seguir escribiendo, “con una modesta ambición artística y un anticuado, anacrónico, deseo de perduración”.
—Dio nuevas claves de por qué los lectores se sienten atraídos por la ficción: “La necesidad de escuchar algo que no admite desmentidos. Quizá colman la necesidad de que alguien cuente algo hasta el final de manera completa, irreversible. Mientras que los hechos reales siempre son incompletos y alguien los puede desmentir o corregir”.
—La nueva novela, la número 12, tendrá de nuevo a un hombre como narrador y su escenario son los años ochenta, pero evocados desde el presente.
—Dos obras suyas serán llevadas al cine: el cuento Mientras ellas duermen, del que ya está hecho el guion y que dirigirá Wayne Wang (Smoke, Mil años de oración); y Tu rostro mañana, proyecto del que no puede decir mucho, salvo que es una gente muy conocida de la industria estadounidense.
Por un lado y por otro no cesan de escucharse elogios sobre las novelas Todas las almas, Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí, Negra espalda del tiempo, Tu rostro mañana, incluso de la primera, Los dominios del lobo, y últimamente Los enamoramientos, que este verano ha tenido elogiosas críticas en Estados Unidos (donde entró también en la lista de los más vendidos) y en Francia. Son las novelas que acompañan a Javier Marías como en un corro.
Pero ¿qué pasa con aquellas novelas suyas que no gozan de ese gran reconocimiento y popularidad? Sentado a la sombra y rodeado de todos los verdes del jardín del hotel, Javier Marías (Madrid, 1951) habla de ellas como para que sus lectores digan: “No he querido saber, pero he sabido…”.
Travesía del horizonte (1972). “Es el libro donde empecé a labrar el estilo literario, porque Los dominios del lobo, mi primer libro con 19 años, es una novela espontánea, loca. En cambio en Travesía del horizonte empecé con el influjo fuerte de autores como Conrad o James, y anuncia un poquito el escritor que seré”.
El monarca del tiempo (1978). “No sé si es una novela. Es un libro experimental, una miscelánea. Es del que menos contento estoy, tanto que durante mucho tiempo no permití su reedición hasta que hace unos años lo hice en la editorial Reino de Redonda”.
El siglo (1983). “Le puse mucho empeño. Estaba convencido de que era el más ambicioso de mis libros hasta entonces, pero no tuvo mucha acogida y pasó inadvertido. Ha quedado un poco en la sombra”.
El hombre sentimental (1986). “Es una especie de transición y anuncia una nueva etapa. Me hace pensar que probablemente hay una generación de escritores que si hubiéramos empezado a escribir más tardíamente, en los ochenta o noventa, no hubiéramos publicado mucho porque no nos tendrían paciencia. A nosotros nos permitieron evolucionar. Y es en esta novela, El hombre sentimental, la quinta, donde senté las bases de mis libros posteriores”.
¿Formará parte de ese círculo privilegiado la novela que está escribiendo? Nadie lo sabe. Él menos aún porque, asegura, nunca ve nada claro. Se pasa la vida tanteando sin descuidar los elementos intuitivos que “nunca se deben abandonar”.
Esa es la ruta creativa de Javier Marías, el tercer galardonado en la segunda etapa del Premio Formentor de las Letras. Marías se une a Carlos Fuentes, Juan Goytisolo y otros como Beckett, Borges o Gombrowicz, que lo recibieron en los sesenta.
WINSTON MANRIQUE SABOGAL
El País, 31 de agosto de 2013
Javier Marías recibe hoy el Premio Formentor de la Letras
El escritor español Javier Marías afirmó hoy aquí que pese a los cambios constantes en el mundo actual, tiene sentido seguir escribiendo, y que es la ficción la que permite contar de forma completa las historias.
En rueda de prensa, antes de recibir en esta isla del Mediterráneo español el Premio Formentor de las Letras 2013, expuso que no renuncia a vivir esos cambios y que es mediante la literatura como lo quiere hacer, porque es un ejercicio que le permite reflexionar mejor.
«Una de las razones por las que escribo, es porque pienso mejor escribiendo que de ninguna otra manera. Me temo que pensaría peor haciendo otras cosas», manifestó el autor de Los enamoramientos (2011).
En mi caso, agregó, ha sido un privilegiado, porque he logrado reconocimiento, lo que me permite seguir escribiendo, que es lo que mejor sé hacer.
«Escribo sobre los asuntos que me dan qué pensar en la vida real, en mi vida, cuestiones sobre las que me paro a pensar o en mi relación con los demás, como el engaño, la confianza, la traición, los muertos y la relación con ellos, también de la índole política, a veces pienso mejor, sobre todo eso, escribiendo una ficción», comentó.
Aseguró que a diferencia de los hechos reales, que están sujetos a nuevos descubrimientos e interpretaciones, la ficción es la que permite «tener la sensación de que se puede contar todo, y la literatura tiene esa posibilidad de captarlo».
«El hecho de que algo sea contado todo y sin refutación, es también lo que nos da la sensación de orden y consuelo», aseveró.
Sobre cómo vive su proceso creativo, Marías comentó que no se siente ni peor ni mejor persona, pero sí es cierto que al cavar todo tipo de historias y personajes en una novela, el autor se pone en la piel de lo que sucede.
«Uno no habla de uno mismo, aunque sea como narrador de novelas en primera persona, es siempre una voz de ficción. Uno allí puede decir las cosas más abominables y salvajes, más que cuando se escribe para la prensa», señaló.
«Uno va con una o más máscaras al escribir novelas, porque cada personaje pasa por el autor, quien se pone en el lugar de cada uno de los personajes» , expresó.
Respecto al Premio Formentor, destacó su importancia por tratarse de un galardón que «tiene dos vidas: unos premios empiezan y terminan, y unos duran y duran, y este ya dos vidas, una primera noble, breve y antigua, y una segunda que apenas inicia, que empieza ahora».
Marías se refirió así a la historia de este premio que comenzó en 1961, cuando se premió al escritor Juan García Hortelano (1928-1992) y como editores a Samuel Beckett (1906-1989) y Jorge Luis Borges (1899-1986); se interrumpió en 1967.
«Aquella primera vida fue heroica, porque fue durante la dictadura franquista, y tiene ese elemento mítico, la generación anterior a la mía hablaba de pasión y añoranza del premio Formentor», subrayó.
Refirió que la nueva etapa al retomarse en 2011 con el premio al mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) , en 2012 al español Juan Goytisolo (1931), y ahora a él, es una segunda de vida que se vincula.
«No he tomado el testigo de ellos, han pasado 50 años. Pensar que tomar el testigo de ellos (Borges o Beckett) sería pretencioso y ridículo decir algo semejante; sólo hay vínculo nominal y geográfico», aclaró.
El autor de Los dominios del lobo (1971) recibirá el Premio Formentor de las Letras 2013, en reconocimiento a su carrera y obra, al considerarse uno de los literatos españoles más apreciados dentro y fuera de España.
El pasado 22 de abril, el jurado -presidido por Basilio Baltasar e integrado por Félix de Azúa, Manuel Rodríguez Rivero, Juan Antonio Masoliver Ródenas y Berta Vías Mahou- anunció a Marías como ganador del premio.
El jurado explicó que Marías tiene una obra «que desde su primera publicación no ha perdido aliento, y que su creatividad lo ha convertido en uno de los escritores más interesantes de la literatura en español».
El Premio Formentor de las Letras, dotado de 50 mil euros (unos 65 mil dólares), reconocer el conjunto de la obra narrativa de aquellos escritores cuya trayectoria prolonga la tradición literaria europea.
En su primera etapa, de 1961 a 1967, fue impulsado por Carlos Barral y otros editores. En 2011, al cumplirse 50 años de su creación, se retomó para iniciar una nueva fase.
El premio cuenta con el patrocinio de las familias Barceló y Baudas, propietarios del Hotel Formentor, donde desde los años 60 se entrega, en el norte de Mallorca.
El Universal (México), 31 de agosto de 2013
LA ZONA FANTASMA. 1 de septiembre de 2013. Los despertares
Ya estamos de vuelta los que nos hayamos ido, y los que no, nos ven regresar más bien con desagrado, quizá pensando: “¿Por qué no permanecen donde estaban? Sin ellos la ciudad parecía más tolerable y llevadera, sin tanto tráfico ni aglomeraciones, sin tanto mal humor y tanto ánimo bajo, al menos andábamos más repartidos”. Y sin duda también habrá esta reacción generalizada, tanto entre los ausentados como entre los inmóviles: “¿Por qué hemos de soportar de nuevo la presencia continua, obsesiva, de nuestros gobernantes nefastos, que jamás traen alegría alguna y sí amarguras constantes? Todo ha funcionado algo mejor sin sus decisiones de los viernes o de cualquier otro día; sin sus declaraciones canallescas o estúpidas, sin que viéramos sin cesar sus caras y escucháramos sus argumentaciones burdas y cínicas. Hemos comprobado, durante agosto, que se vive un poco menos mal sin su agobio. ¿Por qué no continuar así, por qué no se van a sus casas y se retiran? No se trata de que no gobiernen (eso sería pedir demasiado), pero podrían ser más modestos y desaparecer de nuestra vista”.
Al término de las vacaciones se habla siempre de lo arduo que resulta volver al trabajo, abandonar la burbuja de relativos descanso y ocio en que nos hemos instalado. Ese tiempo parece irreal en seguida, un espejismo que se desvanece pronto ante la aplastante realidad de la rutina, once meses ocupados. No creo que ya sea así. El que conserva el trabajo celebra retornar a él, comprobar que en su ausencia no se lo han quitado o no han suprimido su tarea, o que no se ha producido en su empresa un despido masivo. El que ya lo había perdido desearía encontrar por fin uno, sentirse útil, no depender de la familia, traer dinero a casa. Lo que hoy nos deprime a la vuelta es más bien el reencuentro con los facinerosos a los que en mala hora votamos. Gente que engañó, y presentó un programa para incumplirlo a rajatabla, que habló de transparencia y cada vez es más opaca, que anunció limpieza y aparece enfangada. Se aduce que los casos de corrupción y de prácticas indecentes que se descubren (pueden ser indecentes cosas legales) pertenecen al pasado y no al presente, como si ignoráramos que se tarda tiempo en destapar lo que se procura ocultar por todos los medios. A nadie le cabe duda de que lo sucio que esté ahora pasando se sabrá sólo, con suerte, dentro de unos cuantos años. Vistos los precedentes, lo que nadie cree es que ahora ya no haya corrupción ni prácticas indecentes; al revés, damos ya por sentado que sigue habiéndolas y que quienes incurren en ellas se estarán esmerando todavía más en borrar las huellas. Sabemos que el saqueo de la ciudadanía a base de impuestos, de arbitrarias inspecciones de Hacienda que cambian la legalidad y las reglas a traición y a su conveniencia, de imparables subidas de la electricidad y otros servicios básicos, de reducciones de sueldos, de condiciones laborales al dictado de los empresarios; sabemos que es todo eso lo que nos aguarda otra vez, aumentado.
A la vuelta del verano a muchas personas les cuesta conciliar o conservar el sueño. Uno se mete en la cama, y en ese traicionero intervalo entre la actividad y el adormecimiento de la conciencia, se ve asaltado por las consideraciones pesimistas y los mayores temores. “¿Qué va a ser de mí y de los míos?” A mí me ocurrió eso durante bastantes años, conozco bien esos momentos de acentuación de la incertidumbre, de debilidad y “vacío”. Desde hace tiempo, sin embargo, la sensación de abismo se me ha trasladado a los despertares. A la hora de retirarme he aprendido a pensar: “Bueno, el día ha acabado y aún estamos aquí, y lo que parecía fatal no lo ha sido; hay una tregua en principio, por mucho que uno esté expuesto siempre”. Es en cambio por la mañana cuando todo me parece espantoso y sin esperanza. No hablo de esperanza personal, sino colectiva. Sé que la tregua nocturna ha terminado, lo mismo que ahora ha concluido la parcial de agosto. Miro el periódico con aprensión, encogido, y el pensamiento predominante, en medio de la confusión (tardo en volver a mi ser plenamente), es: “¿Qué habrán hecho hoy, qué prepararán estos desalmados? ¿Qué nueva medida contra la gente habrán ideado? ¿Qué ley insensata o injusta habrán aprobado, qué derechos y libertades nos habrán mermado, qué falta de piedad querrán aplicar, qué mentiras habrán inventado?”
No soy el único en verse invadido por esta sensación predominante, en absoluto. Algo muy grave sucede cuando gran parte de la ciudadanía percibe a sus gobernantes como un peligro y una amenaza, como gente de la que no cabe esperar salvación ni ayuda ni mejoras ni soluciones, sino condena y obstáculos y empeoramiento y problemas. Hay quienes lamentan que estas columnas mías a las que regreso sean reiterativas en los últimos tiempos; que critique al Gobierno (y a otros políticos, no se olvide) y a esa idiosincrasia española (incluye la catalana y la vasca, lo siento) que nos ha llevado, entre otros males, a tener casi siempre dirigentes funestos, algo invariable a lo largo de nuestra historia. Pero es que han de sonar las alarmas cuando, al volver del verano, lo que nos acongoja y abruma no es reanudar el trabajo, sino enfrentarnos otra vez, inermes, a nuestros gobernantes. Mientras esto sea así, habrá que insistir, ya lo deploro.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 1 de septiembre de 2013