Carta de Rosa Chacel a Javier Marías

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La Fundación Banco Santander recupera ensayos inéditos de Rosa Chacel

Ana Rodríguez Fischer, profesora de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, ha sido la encargada de seleccionar la veintena de inéditos de la escritora Rosa Chacel (Valladolid, 1898-Madrid, 1994) que componen ‘Astillas’, editado por la Fundación Banco Santander como volumen de sus Cuadernos de Obra Fundamental. Son una veintena de textos que no habían visto la luz y que no se encuentran tampoco en sus Obras completas publicadas hace unos años. En ‘Astillas’ están su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio, Luis Cernuda, Jean Cocteau y Javier Marías, a quien dirige una serie de cartas al principio de su carrera. También están su religiosidad, el Museo del Prado, los toros y la paz. Una guía por la vida de la escritora vallisoletana, Premio Nacional de las Letras en 1987.

Aquí pueden leer el ensayo ‘Mi religiosidad’ y la primera de las cartas a Javier Marías.

Carta a Javier Marías

Valença, 20 de febrero de 1973

Querido Javier:

Tu libro [Travesía del horizonte] pasó varios días en manos de mi portero porque el calor nos hizo huir de Río -aquí estamos diciendo que hace menos calor, pero en todo caso más de lo que se puede soportar, si no se es del país.

¡Tu libro! Difícil, dificilísimo diagnóstico! Yendo por orden, preciosa edición. Original, sorprendente principio o, más bien, sorprendente tono, que se mantiene a lo largo del libro. Magnífica prosa -recuerdo que respecto al anterior te dije que debías cuidarla y veo que te es sumamente fácil- y trama complicada, más por la diversidad de hechos que por complejidad del drama.

Al terminar el libro queda pendiente una pregunta, verdaderamente inquietante -que no es en absoluto «qué le sucedería a aquel señor en Escocia…? », no, nada de eso-, una pregunta de carácter enigmático, «¿por qué habrá escrito este libro Javier Marías…?». La pregunta no se resigna a morir sin respuesta y trata de llenar un área incalculable con su prole de preguntas menores: «¿por qué tan buena educación en el autor de Los dominios del lobo…?». «¿Por qué esta resurrección victoriana, cuando tenemos todos los días ante los ojos a la juventud inglesa, de minirropa y ceroprejuicio…?». «Por qué…» tantas otras cosas, que no acabaría nunca de preguntar. Lo único que está claro es, precisamente, lo que hace más herméticas las preguntas: lo único que está claro es que el libro es un alarde de posibilidades. El curioso, caprichoso, peregrino, bizarre autor puede escribir como le dé la gana, tiene la suficiente táctica y la suficiente vocación para llevar a cabo cualquier empresa ardua… Después de estas afirmaciones, la interrogación se agrava; «¿por qué este niño descomunal ha escrito tal libro…?». Como yo cultivé siempre la investigación -simpatía por Holmes y entusiasmo por Poe-, me dejó en una gran perplejidad y mayor inconformidad la negación de toda respuesta. Entonces, me dirigí a mí misma la otra pregunta: «¿por qué no lo comprendo…?», y tardé mucho tiempo en encontrar la respuesta, pero al fin la encontré: no lo comprendo porque a todas esas preguntas contesté yo mucho antes que fuese escrito el libro de Javier.

portadatravesia-717459Yo no sé si habrás leído un libro mío, bastante malo, quiero decir atropellado, mal construido, cuajado de defectos y excesos, La confesión. Si no lo has leído, no lo leas: te bastará con lo que yo ahora pueda resumirte. El libro, después de dar cien vueltas al asunto, llega a la conclusión de que nuestros escritores -los pocos grandes que en el mundo han sido- evitaron la confesión por repugnancia -vergüenza, más bien- a la mediocridad de la vida española que vivieron. Esta escapatoria es la madre del cordero y yo creo que como explicación, como respuesta terminante a todo lo anterior basta constatar el hecho patente, persistente, irremediable, desesperante por lo desesperanzado, de la escapatoria en la nueva generación que promete añadir unos pocos -poquísimos- grandes a los pocos que fueron.

No sé, imprevisible criatura, qué efecto te hará este sermón, pero por poco que me conozcas te darás cuenta de que yo no sermoneo más que cuando hay de qué. Si el libro no demostrase, a todas luces, que eres un escritor, no te sermonearía, pero como lo eres indiscutiblemente, no me canso de amonestarte. Porque si hay algo inherente a esa condición, ser un escritor, es la importancia vital de la obra como porvenir, una serie de concomitancias morales -morales, en mi léxico, es término que se agrava o se enriquece cuando asume misiones atentatorias-, una serie de contenidos que se engendran en ella y se difunden como el polen. Esta es la cosa: si la idea de moral te alarma estéticamente -a mí, en la idea de moral, lo único que puede alarmarme es la discreción- entiende mi sugerencia como algo que sólo señala expansión funcional, como, repito, el polen… Si esto te parece demasiado bonito o romántico o démodé, entiéndelo de cualquier otro modo, ¡pero entiéndelo!

Me gustó muchísimo que me mandases el libro con tanta rapidez, a la que no pude corresponder por mi ausencia de Río, y te confieso que la tardanza de mi respuesta, que tal vez te haya indignado, se aumentó porque no sólo lo he leído detalladamente, sino que lo he leído dos veces con toda lentitud y reflexión. Te agradezco mucho la dedicatoria y querría que me dijeses qué te parece mi despiadada crítica; por supuesto, querría que me lo dijeses despiadadamente. Querría saber si en las objeciones que te hago -más bien que te hice, hace tres o cuatro años, porque cuando ataqué a los viejos fue para que lo entendiesen los jóvenes-, querría que me dijeras si hay otras razones -de cualquier índole- que te han llevado por ese derrotero. Y vuelve a plantearse la cuestión ético-estética. Si me dices que el derrotero es sencillamente el que más te gusta, el que, simplemente, te da la real gana, me dejarás convencida, pero no por eso me abstendré de amonestarte. Los que hemos recibido una formación excepcional tenemos la obligación de pagarla educando a los padres: educando a la MADRE PATRIA… No te pongas colorado -yo me pongo, al decirte esta desmesura, pero no importa porque ni tú me ves ni yo te veo.

¿Qué se dice en esa santa casa…? Imagino que el contento es general. Uno de estos días escribiré largo.

Te felicito, te deseo comprensión por parte de la crítica y por parte de los próximos no es dudoso que la tendrás plenaria.

Nuevamente mil gracias y un fuerte abrazo.

Rosa

El Cultural, 18 de junio de 2013