Los tesoros de Stevenson

DVDM PL FotoNacido en Edimburgo en 1850, hijo y nieto de constructores de faros en las sombrías costas de Escocia, Robert Louis Stevenson, decidió explorar los mares, no verlos desde la barrera. Tuvo además que luchar contra la gran enfermedad romántica, la tuberculosis, y pese a las consabidas terapias de sus médicos, que le prevenían contra una muerte temprana, como así le vino a suceder en Samoa, en 1894, apenas cumplidos los 44 años, respondió: «Todos los hombres mueren jóvenes».

Acaban de publicarse dos libros sobre Stevenson, Las ciudades y los escritores, de Fernando Savater, que incluye «El Edimburgo de Stevenson», uno de los guiones de una estupenda serie de televisión sobre viajes por ciudades natales de genios literarios, y De vuelta del mar, una selección de 60 poemas de Stevenson, traducidos por Javier Marías, editados en Reino de Redonda.

El lector puede ver en YouTube –«Lugares con genio. El Edimburgo de Robert Louis Stevenson»– una memorable conversación entre Savater y Marías en torno a Stevenson y Henry James, grandes amigos pese a ser a priori literariamente incompatibles. En sus cartas hablan del joven Kipling, una promesa en ciernes del fin de siglo británico.

Una de las facetas menos conocidas de Stevenson es su entusiasmo afrancesado de juventud, que se sustantiva en sus Viajes en burro por las Cevennes, una región montañosa entre Lyon y Avignon, y en sus ensayos sobre novelistas franceses, por ejemplo el dedicado a Víctor Hugo, al que se sabía de memoria. Uno de sus mejores relatos de terror está dedicado al París del poeta medieval Villon, «Un albergue nocturno- A Lodging for the Night». La guinda del pastel tuvo lugar en Grez, cerca de Fontainebleau, donde conoció a su esposa Fanny, una divorciada yanqui.

Savater en Edimburgo

El viaje de Savater por el Edimburgo de Stevenson resume de forma contundente su penosa niñez. Nos evoca a su fiel nodriza Alison que durante los ataques de tos nocturna le aliviaba compasivamente, al mostrarle otras ventanas encendidas en Queen Street, donde otros niños enfermos esperaban con ilusión la primera luz del alba. Un relato que prefigura los de la infancia de Proust. Alison fue su lectora de cabecera, el ángel de su niñez. Así nació el gran escritor, en la batalla feroz con los divinas palabras que mitigaron el dolor de su enfermedad. Justo frente a su casa tenía un jardín, Queen Street Garden, que Savater visita con moderada beatería, para descubrir un estanque con una isla en miniatura, el posible primer esbozo de La isla del tesoro. Su gran ensayo, un clásico savateriano, La infancia recuperada se inicia con un homenaje -Un tesoro de ambigüedad- a esa novela de Stevenson. En Blind Pew, Borges dedica un poema a esa novela. «El bucanero ciego fatigaba, los terrosos caminos de Inglaterra.»

Del mismo modo, los musgosos callejones o «close» de Edimburgo, de apenas un metro de anchura, son el perfecto escenario tenebroso del Dr Jekyll y Mr Hyde. Además Deacon Brodie es un personaje legendario de la ciudad, un killer dieciochesco, probable arquetipo de Hyde. Es como si ciertos parajes pidieran a gritos su doble carnal, por así decir. Eso pensaba RLS. Pese a estar ambientada en Londres, los buenos lectores saben que es Edimburgo. Así nació el troglodita Hyde, el vampiro de Jekyll por así decir.

Dublín de Yeats, Florencia de Dante, Lisboa de Pessoa, Praga de Kafka, París de Sartre y Camus, San Sebastián y Madrid de Baroja, Buenos Aires de Borges, México de Octavio Paz, conforman un volumen, que pese a una descuidada edición, es un libro maravilloso.

De vuelta del mar

DVDMStevenson escribió unos 350 poemas y Javier Marías seleccionó 60 para su De vuelta del mar, publicado en 1980, que ahora se reedita con nueva traducción en Redonda. Stevenson también sintió y de qué forma el ardor de «divenire del mondo esperto», como dice Ulises en el verso de Dante. En la página 39 leemos este hermoso verso: «de nuevo en tu jardín habrá destellos». Un verso que desprende el aroma tardo-romántico de Bécquer. Sin embargo, en ese mismo poema, leemos: «ante la puerta un charco estremecido». Un verso que lo mismo nos suena a Machado que a la Región de Benet.

Todo buen verso tiene algo de aforismo diamantino. Los poetas son herméticos por naturaleza, propensos a ramalazos elípticos, y raro es el que diafaniza sus fulgores líricos con un amago de narración. «Espantosa sensación de calma – an awful sense of quietness», pag 87, ejemplo de lirismo gótico, afín a Henry James. «Y trepan por la playa los avellanos rugosos», que acaso suena a Robert Frost e incluso a playa de Hitchcock en Rebeca.

Los temas de la poesía de Stevenson giran en torno a los días de su juventud en Edimburgo. Extraño es el corazón del marino. De vuelta del mar está el marinero. Como un niño embebido en un atlas desmadejado, así vemos a Stevenson, planeando viajes futuros. Como el que habiendo errado la noche entera, por un bosque enmarañado, esto dice en un poema que suena a Hölderlin.

CÉSAR PEREZ GRACIA

El Heraldo, Artes y letras, 30 de mayo de 2013