Fallecimiento de Roger Dobson, ‘Duke of Bridaespuela’ de Redonda

Roger DR.I.P. – Roger Dobson, author and bookman

I am sorry to report the very sad news that Roger Alan Dobson, author, journalist and bookman of Oxford, died last month. He was the co-editor, with me, of several booklets about Arthur Machen, of Aklo, the journal of the fantastic, and The Lost Club Journal (devoted to neglected writers). He also wrote radio plays, including a successful BBC Radio 4 production about the Kingdom of Redonda, the Caribbean literary realm associated with M.P. Shiel and John Gawsworth, which fascinated him: in recognition of his work here, Spanish novelist Javier Marias ennobled him in his Redondan court as the Duke of Bridaespuela .

Roger was proud of his Manchester upbringing, and wrote a study of Ann Lee, the Manchester Messiah, about a local prophetess. He was a regular contributor to the Antiquarian Book Monthly Review (ABMR) on recondite literary subjects, including one article which made out the case that Sherlock Holmes must have gone to a Manchester college. This exhibited the sense of mischief Roger often brought to bookish matters: he was also implicated, with his friend the bookseller Rupert Cooke, in the letters and writings of the hoax poet (who showed signs of coming alive), C.W. Blubberhouse. He also contributed lively and learned material to Colin Langeveld’s Doppelganger Broadsheet, sometimes as the querulous ‘Professor Herbert Trufflehunter’.

I came to know Roger in the early Nineteen Eighties when I was told he was an enthusiast of Arthur Machen, whose work I discovered at the age of seventeen. This proved to be a considerable under-statement. Roger knew more about Machen than anyone else I ever met, and between us we started a modest campaign to revive interest in him, which was at a low ebb in the early Eighties. We met or corresponded with many who had known Machen, including his son Hilary and daughter Janet, and close friends such as Colin Summerford and Oliver Stonor: in time, we found others who were intent on celebrating him, leading to the Machen societies, journals and other publications since. Roger wrote the Machen entry in the Dictionary of National Biography, after rightly arguing for his inclusion: edited John Gawsworth’s biography of Machen [The Life of Arthur Machen]; and contributed regularly to Faunus, the journal of the Friends of Arthur Machen, with illuminating essays on Machen mysteries.

But Machen was far from Roger’s only literary interest: he was immensely well-read, and talked charmingly and with infectious enthusiasm about many other, especially semi-forgotten, figures. For some years he and I would meet in Oxford, where Roger had a bedsit at 50, St John Street, a former home of Tolkien, and have long talks about books and authors who ought to be revived. Roger’s special passion after Machen was George Gissing, whom I then did not quite get (I suppose because he was insufficiently ‘like’ Machen): but he insisted on the wonder of The Private Papers of Henry Ryecroft, and I have recently come to see why: how I wish I could tell him.

Roger had been a journalist in Manchester and Bristol, and still occasionally did freelance work, but (like Machen) he came to dislike this, and preferred to write on literary themes. However, he never lost the journalistic knack of knocking on doors to elicit information, when he wanted to pursue a writer’s homes and haunts, which included Machen’s house in the Chilterns (then owned, to Roger’s delight, by a gentleman with the Welsh kingly name of Cadwallader); and the grave of the alchemist Thomas Vaughan in an obscure Oxford village (“the graveyard plan is on the back of a cornflakes packet”, the sexton told us).

Roger was a very private man: though I was among his closest friends in those Machenstruck days, I never learnt very much about him, except his bookish enthusiasms. He was devoted to literature and, as with Machen and Gissing, it seldom rewarded him materially: but it gave him rarer things; the joys of scholarship, shared discoveries, and the stubborn integrity of a proud spirit.

Wormwoodiana, May 10, 2013

‘Cuando Rajoy habla, dan ganas de ingresarlo en un Psiquiátrico’

300-mag_9120
Javier Marías (Madrid, 1951) ha practicado durante cuatro décadas todas las variantes de la literatura, hasta convertirse en uno de los autores más considerados a escala global. También es ahora mismo el columnista que mejor sintoniza con la indignación asociada a la crisis. Celebra la traducción de una de sus novelas al estonio y la obtención del legendario premio Formentor.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿El premio Formentor huele a Nobel?»
–No necesariamente, y en mi caso tenga por seguro que el Nobel no tiene el menor fundamento, ni pienso en él. El Formentor lo recibo con muchísimo gusto.

–¿Escribe para competir?
–Ni siquiera conmigo mismo. El «siempre más difícil o mejor» me parece circense. Tengo suficiente incertidumbre con cada página, porque siempre pienso que «esto es una tontería, esto nunca va a interesar a nadie, esto está fatal».

–»Sofisticación y accesibilidad», dice de usted The New Yorker, que no suele equivocarse.
–En inglés, sophistication es un «falso amigo». No tiene traducción literal y es más bien «perfeccionismo». En cuanto a la «accesibilidad», es probable que sea así, porque es inexplicable que con una literatura no facilona haya conseguido tantos lectores.

–¿Piensa en ellos cuando escribe?
–Pienso en publicar, en abstracto.

–La primera inquietud al concederle el Formentor era si iba usted a aceptarlo.
–Es una inquietud un poco gratuita, porque he aceptado muchos premios. Rechacé el Nacional de Narrativa porque los Estados no tienen que destinar el erario público a premiar a artistas o escritores. Al fin y al cabo, nadie nos obliga a hacer nuestro trabajo.

–Borges y Beckett le han precedido en el Formentor.
–Quizás me quedo con Borges, al que conocí y que era amigo de mi padre. Espero que no me pase como a él, por otra parte infinitamente superior a lo que yo haga nunca. Cuando empezó, fue considerado un escritor inglés y hoy es el autor argentino por antonomasia. Después de haberme llamado «angloaburrido» y de acusarme de que mis novelas parecen traducidas del inglés, espero no convertirme en el escritor español contemporáneo más representativo.

–¿Cómo ha conseguido ser el columnista que mejor conecta con el castigado ciudadano actual?
–Ojalá fuera así, pero tengo la sensación de que los artículos sirven de poco. Aunque ya es mucho que bastantes lectores me digan que les sirven de consuelo, son inútiles a efectos prácticos.

–Frente a la memoria histórica, usted ha reivindicado el derecho al olvido histórico.
–Como dije en un artículo, no tengo las cosas claras sobre esta cuestión. Es importante que se sepa qué ocurrió pero, sin ciertas dosis de olvido, la vida es una tortura infinita. Dicho sea con todo el respeto a quienes desean recuperar sus huesos.

–¿Tiene opinión sobre todo?
–En absoluto, hay cosas de las que no sé nada y me admiran las personas que se convierten en expertos improvisados en cuanto pasa algo, Al día siguiente de Fukushima, todo el mundo opina sobre reactores nucleares.

–¿Le irrita más Mourinho o Rajoy?
–Rajoy, porque Mourinho me irrita muchísimo y deseaba que se fuera, pero afecta a una parcela reducida de mi vida y no preocupa a los no madridistas. El Gobierno perjudica a todos.

–Rajoy ha dado valor político al tópico literario de la incomunicación.
–Tengo la duda de si en el fondo no hace bien. Cada vez que habla o comunica, dan ganas de ingresarlo en un Psiquiátrico, porque dice una cosa y la contraria. Quizás su silencio no es opción sino necesidad.

–Le solivianta el PP, pero sin llegar al escrache.
–No me gusta esa palabra, prefiero hablar de execraciones a domicilio y, con independencia de los merecimientos que han hecho sus destinatarios para ser vituperados, tiene algo de vil, de muchos contra uno. Además, se vuelve contra cualquiera. Por ejemplo, contra quienes votan a favor del matrimonio homosexual.

–Usted puede permitirse cinco DVDs, pero sólo compra dos porque otras personas están en crisis.
–Me noté de pronto con este pudor, y era desastroso. Si unos no compran nada porque no tienen, otros porque están ahorrando, y quienes nos lo podemos permitir tampoco lo hacemos por evitar la mala conciencia, ¿quién va a consumir? Para suprimir esa tentación, me fuerzo a hacer compras no enteramente necesarias.

–Le leo preocupado por sus ahorros.
–Cualquier persona ha de estarlo, después de la posible exportación del modelo de Chipre. Se temía a los comunistas porque nos lo iban a quitar todo, y ahora resulta que nos lo hace el capitalismo salvaje.

–Creo que no le he llamado Julián ninguna vez.
–No me ha llamado nada, una manera prudente para que no se le escape. Me llevaba bien con mi padre, y no me molesta cuando alguien comete el lapsus de llamarme «Julián». No he leído todos sus libros. Uno de los mejores para mí es Cervantes, clave española pero, cuando habla de Problemas del cristianismo, no lo leo.

MATÍAS VALLÉS

Diario de Mallorca, 11 de mayo de 2013