LA ZONA FANTASMA. 12 de febrero de 2012. Conque congresos, ¿eh?

A mi parecer, Esperanza Aguirre se ha quedado corta en su fervor por crear un «Las Vegas madrileño», no se sabe si en la propia capital o en Alcorcón. Da lo mis­mo que luego, frenada o amonestada por el Gobierno central, de su partido, haya arriado velas momentáneamente: sus manifestaciones iniciales fueron tan escandalosas y serviles que no se comprende que no se la haya defenestrado al instante -como. al ejemplar Camps-, por representar un peligro público para los ciudadanos de la Comunidad que preside y una ame­naza para el conjunto de la nación. Que alguien tan lunático tenga tanto poder y responsabilidades resulta inquietante. A menos que se cambie de arriba abajo el modelo de Estado, y entonces ella sería una iluminada y una pionera a la que habría que vitorear, con la salvedad de que, como he dicho, se habría quedado corta en sus visiones.

Un multimillonario estadounidense cuyo inverosímil nombre parece salido de un spaghetti-western (Sheldon Adelson) se pro­pone crear en la región un gran complejo de casinos. Según las pueriles cuentas de la le­chera de la Presidenta, con ello se conseguirían 164.000 empleos directos y 97.000 indi­rectos (en total, nada menos que 261.000), y en un decenio se levantarían «12 resorts (36.000 habitaciones), seis casinos (1.065 mesas y 18.000 máquinas recreativas)», amén de nueve teatros (?), hasta tres campos de golf y un escenario de 15.000 butacas (?). La alucinada codicia institucional de Aguirre la ha llevado a decir que «vamos a cambia toda la norma­tiva que haya que cambiar» para complacer al señor Adelson y al grupo Las Vegas Sands, lo cual supone instaurar una «isla legal» en el proyectado territorio lúdico. Según la crónica de Bruno García Gallo en este diario, las exigencias del multimillonario son, de en­trada: a) Cambiar el Estatuto de los Trabajadores para relajar los convenios, y la Ley de Extranjería para dar un trato especial a sus empleados. b) Dos años de exención en las cuotas a la Seguridad Social y en todos los impuestos estatales, regionales y municipales. c) Que el Estado garantice un préstamo de 25 millones de euros que solicitaría la UE. d) Nuevas infraestructuras (metro, cercanías, carreteras) y el traslado del vertedero de Valdemingómez y del asentamiento de la Cañada Real. e) Que se le ceda todo el suelo público en la zona, reubicando las viviendas protegidas y expropiando el suelo privado. f) Cambiar la ley antiblanqueo de capita­les e instaurar un sistema de intermediarios{que en los casinos de la empresa en Macao parece haber caído en manos de la mafia china). A todo esto se mostró inicialmente dispuesta Aguirre, ya que, según ella, no se trataba de instalar un complejo de juego con legislación especial, sino de una gran inversión en la Comunidad de Madrid … «para convertirse en el centro de congresos del sur de Europa». Es decir, los casinos se construyen para que se celebren sesudos congresos en ellos, sobre todo para eso. Respecto a su afirmación de que «Novamos a vulnerar ni uno solo de nuestros principios y valores», no es muy tranquilizadora, pues a nadie se le oculta que principios tiene pocos, o a la manera de Groucho Marx (ya saben su célebre frase: «He aquí mis principios; si no le gustan, tengo otros»).

Pero, ya puestos, no entiendo por qué la Presidenta se ha que­dado a medias. Tengo para mí que los Estados se equivocan en su cruzada contra las drogas. No sólo es una guerra perdida, como se demuestra a diario en México y otros lugares, sino que la prohibi­ción y persecución no hacen sino fortalecer y enriquecer, más y más, a las mafias de narcotraficantes. Por otra parte, los Estados renuncian a un verdadero aluvión de ingresos -ahora es todo dinero negro, el que mueve ese comercio- que podría resolver o paliar la crisis si la fabricación y distribución de drogas pasaran a depender de ellos. Al fin y al cabo, lo que la gente quiere lo acaba consi­guiendo de una u otra manera. Imagínense, además, la cantidad de empleos que, al igual que los casinos -perdón, congresos-,crearía ese negocio una vez legalizado: cultivadores, depuradores, transportistas, distribuidores, publicistas, empaquetadores, almacenado­res, directivos, vendedores, controladores de calidad, vigilantes para impedir la adultera­ción, sanitarios, desintoxicadores para quienes quisieran quitarse y qué sé yo cuántas figuras más. Y otro tanto podría decirse de la prostitución supervisada y legal: qué cantidad de puestos de traba­jo, qué riada de impuestos que hoy no se cobran. Ah, qué infinidad de congresos se celebrarían en una «isla» en la que no sólo pudiera apostarse a todo lo imaginable, sino comprar y consumir drogas libremente, alquilar sexo sin trabas… y hasta fumar bajo techo, lo peor de lo peor ahora mismo. Sí, Aguirre se ha quedado corta en realidad. Puestos a «cambiar toda la normativa que haya que cam­biar», ¿por qué no incluir las relativas a lo que acabo de mencionar? Y es más, ¿por qué limitarse a una «isla»? La beneficiosa excepción podría convertirse en regla, en todo el territorio nacional. España entera se convertiría en un lugar tan próspero como Las Vegas, de eso se trata. Lo que Aguirre olvida es que todos hemos visto muchas películas sobre esa singular ciudad, desde Bugsy, sobre el gangster fundador «Bugsy» Siegel, hasta El Padrino y Casino. Y si bien es cierto que la realidad imita al arte, no lo es menos que el arte siempre se inspira en la realidad. Conque congresos, ¿eh? Voy a volver a ponerme esas películas, a ver cuántos salen en ellas.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 12 de febrero de 2012

[Imágenes de Robert de Niro y Sharon Stone en Casino de M Scorsese]