Sir Peter Russell, Duke of Plazatoro
1913-2006
Mes: febrero 2012
LA ZONA FANTASMA. 26 de febrero de 2012. Bailando encima de las mesas
Algo muy raro pasa en España. Como siempre, por lo demás. El Tribunal Supremo, compuesto esta vez por los señores Giménez, Varela, Monterde, Martínez Arrieta, Colmenero, Berdugo y Marchena -nombres que conviene no olvidar, por si nos vemos algún día ante ellos-, ha condenado por unanimidad al juez Garzón, acusado de prevaricación por los imputados de la trama Gürtel. Y no sólo lo ha condenado con severidad -once años de inhabilitación suponen el fin de su carrera-, sino que en su sentencia le ha echado un rapapolvo humillante y descomunal. Ambas cosas contrastan con el silencio y la pasividad aplicados a otros casos semejantes, es decir, casos de escuchas de las conversaciones entre reos y abogados sin que aquéllos estuvieran imputados por terrorismo, como estipula la ley que deben estarlo para que dichas escuchas no sean ilegales. Entre ellos, el de Marta del Castillo, en que se espió para intentar averiguar el paradero de su cadáver, y el del abogado Vioque, en que se grabó a su letrada para prevenir el posible asesinato del fiscal antidroga a manos de un sicario.
Los magistrados del Supremo, la portavoz del CGPJ y gran parte de la prensa (la de derecha o extrema derecha, matiz cada vez más inapreciable en nuestro país) se han apresurado a negar toda intención política en el proceso y en el fallo, y de hecho los han presentado como un triunfo de las libertades en el marco de un dictamen imparcial y en todo atenido a derecho. Evidentemente, uno no puede juzgar intenciones -que están en el ánimo de cada cual- ni menos aún entrar en tecnicismos, al ser profano en leyes. Pero algo muy raro pasa, si se piensa que Garzón está sometido a otros dos procesos, casi simultáneamente, uno de ellos por haberse declarado competente para investigar crímenes del franquismo, los que según él no habrían prescrito al ser crímenes contra la humanidad. Uno diría, en todo caso, que la condena de un relevante juez no puede ser motivo de alegría, haya sido o no justa la sentencia, sino de deploración. No lo ha visto así alguien con responsabilidad como Esperanza Aguirre -aunque lunático, ya lo he dicho aquí-, quien corrió a declarar: «Yo creo que es un día muy alegre para la democracia. Los fines no pueden justificar los medios». Y qué decir de esa prensa de derecha o de extrema derecha: se notaba que sus columnistas y editorialistas habían escrito sus piezas bailando encima de sus mesas, y uno de ellos, con chulería, recurría a los sobados símiles futbolísticos y se ufanaba de la goleada: «siete a cero», decía, en referencia a la unanimidad de los jueces. De los tertulianos televisivos ni hablemos, sólo les faltaba soplar matasuegras.
Es normal que la izquierda oficial apoye a Garzón: no en balde hizo detener a Pinochet (muchos siempre se lo agradeceremos) y ha atendido el deseo de saber de víctimas del franquismo. Ahora bien, ¿por qué lo detesta la derecha ahora? ¿Por qué baila sobre las mesas al verlo inhabilitado? No siempre fue así. El panegírico más demente que yo haya leído de este juez lo firmó, no hace diez años, Juan Manuel de Prada, conspicuo columnista de Abc y del Grupo Vocento, a menudo inspirado por la Conferencia Episcopal. En un artículo de ese diario del 6-7-02, llamaba a Garzón» el gran héroe de nuestro tiempo», y explicaba: «Escribo mientras mi hija recién nacida patalea en la cuna…; a los veinte años oirá hablar de Garzón con esa veneración que se reserva a los personajes que rectifican el curso lánguido de la Historia» . Arremetía contra sus «detractores, que son legión» y sus «insidias tan casposillas». En cuanto al motivo de su condena actual, que sus correligionarios celebran y justifican, se despachaba así: «¿Qué importa, frente a tanta grandeza, que sus métodos no sean del todo ortodoxos ni ajustados a los tiquismiquis de los leguleyos?» Si fuera coherente, hoy debería tildar de tales a los siete magistrados cuyos nombres no conviene olvidar. Prada, que a 11-2-12, e igualmente en Abc, ve a Garzón «movido por la ambición» y «sometido al peaje del progresismo», terminaba así aquel texto de 2002: «Al acabar de escribir, le muestro a mi hija un retrato de Garzón, para que empiece a distinguir las facciones de un hombre único, que pertenece a la raza de los héroes …» Es sólo un ejemplo. Si me quedó memoria de este ditirambo concreto, fue justamente porque me preocupó un poco aquella niñita en su cuna. «Aunque bueno», pensé, «podría ser peor, si a su padre le diera por ponerle delante, qué sé yo, un retrato de Escrivá de Balaguer». No era este columnista ultracatólico el único que adoraba a Garzón. Entonces éste perseguía a ETA, al narcotráfico, a la corrupción y al GAL. Lo mismo que ahora, en los tres primeros casos. ¿Qué no perseguía, que hoy sí? Los crímenes del franquismo y la red Gürtel, corruptora de numerosos políticos del PP. Ha bastado que investigue esa trama para que «los tiquismiquis de los leguleyos», según expresión de Prada, hayan pasado a ser sacrosantos. Para los siete del Supremo, para Esperanza Aguirre y buena parte de su partido, para los periodistas que han bailado mientras redactaban sus columnas y editoriales. Una de las cosas raras que pasan es que, si bien no todo el PP es de extrema derecha ni franquista, casi todos los individuos franquistas y de extrema derecha están en el PP o votan por él. Por el partido -no sé si se acuerdan- que nos gobierna y nos va a gobernar largo tiempo, y con mayoría absoluta además.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 26 de febrero de 2012
Ropa de letras
«Junto a un hombre tan trajeado como él uno habría esperado ver a una mujer de sus mismas características, clásica y elegante, aunque no necesariamente previsible, con faldas y zapatos de tacón alto las más de las veces, con ropa de Céline, por ejemplo, y pendientes y pulseras notables pero de buen gusto. En cambio ella alternaba un estilo deportivo con otro que no sé si calificar de fresco o de desentendido, nada historiado en todo caso. Tan alta como él, era morena de piel con una media melena castaña muy oscura, casi negra, y poquísimo maquillaje. Cuando llevaba pantalón -a menudo vaquero-, lo acompañaba de una cazadora convencional y de bota o zapato plano; cuando llevaba falda, los zapatos eran de medio tacón y sin originalidad, casi idénticos a los que calzaban muchas mujeres en los años cincuenta, o en verano sandalias finas que dejaban al descubierto unos pies pequeños para su estatura y delicados. Nunca le vi ninguna joya y sus bolsos eran de bandolera.»
JAVIER MARÍAS
El País, Smoda, 25 de febrero de 2012
Lección pasada de moda
El título que se ha elegido para esta colección de artículos tiene algo de guiño cómplice dirigido al buen entendedor. Si tenemos en cuenta que ya en el siglo I a. de C. se produjo en Grecia un movimiento llamado aticismo que pretendía preservar la pureza de la lengua tal y como se hablaba en el periodo de máximo esplendor (siglos V y IV a. de C.) bien se puede considerar pasado de moda cualquier intento de preservar la pureza de una lengua, en este caso la castellana, en pleno siglo XXI.
Repasando la cincuentena de artículos seleccionados por el editor, Alexis Grohmann, se advierte que no se trata de un mero recurso para salir del paso (por ejemplo cuando llega la hora de entregar la colaboración semanal y no hay “tema”) ni tampoco una manía personal recurrente a lo largo de los años. Al fin y al cabo Javier Marías no sólo vive del idioma sino que basa gran parte de su prestigio en el buen uso que hace del mismo, tanto en su faceta de escritor como de traductor.
Ello le lleva a salir reiteradamente a la palestra para dar unas lecciones que además de pasadas de moda entrañan un riesgo evidente para quien las ofrece. En palabras de Manuel Seco, “una lengua es patrimonio de una comunidad, y quien la hace y la deshace es la masa, la mayoría”. En ese sentido, pretender apoderarse de una lengua y querer dirigirla es un empeño tan censurable como desentenderse de ella y dejar que se corrompa. Pero quien se decida a romper lanzas a favor de una lengua hará bien en delimitar muy claramente dónde queda la frontera que separa el dirigismo abusivo de la permisividad igualmente abusiva. Y como no es una tarea fácil, el propio Javier Marías ofrece numerosos ejemplos de lectores que se sienten agredidos por las opiniones del articulista y así se lo hacen saber, bien directamente o bien mediante cartas al Director.
El asunto de la frontera entre dirigismo y pasotismo es de suma importancia porque, como queda dicho, la lengua no es de nadie y es de todos, con la particularidad de que en su misma esencia radica la facultad de variar, crecer, aceptar nuevos conceptos y – lo cual es maravilloso – dar origen a otras lenguas a partir de la degeneración de la original. Y ahí están todos los brotes que le salieron al latín cuando la decadencia del Imperio rompió los lazos que vinculaban a los diversos pueblos y cada uno buscó sus propias vías de expresión. Por lo tanto, que una lengua evolucione no es malo en sí mismo y los usuarios tienen todo el derecho del mundo a reivindicar sus hallazgos y a esperar que no les fustiguen los puristas acérrimos. Pero como al mismo tiempo asistimos diariamente a las múltiples agresiones que sufren las lenguas, es lógico que haya voces que se alcen en su defensa, por más que en numerosas ocasiones sea como una prédica en el desierto.
El mayor peligro de corrupción suele venir de la lengua dominante, actualmente el inglés. Por pereza, desconocimiento o servilismo de los receptores, las lenguas dominantes imponen nuevas palabras que no siempre implican una mejora y que muchas veces podrían ser reflejadas en vocablos propios y cuyo uso ha quedado sancionado por la tradición. El peligro es evidente en el caso de la jerga relativa a los negocios y la economía, pero es extensible al idioma cotidiano debido a los coladeros que en ese sentido son los libros, los periódicos y revistas, el cine y, sobre todo, la televisión. Javier Marías ofrece incontables ejemplos de supuestos neologismos que son en realidad fruto de una mala traducción o de un uso defectuoso del idioma, muchas veces del opresor pero muchas veces también por desconocimiento del idioma propio.
El dirigismo, el intento de apropiarse de un idioma para usarlo como arma política (nacionalismo) o los intentos de imposición que surgen de los propios grupos sociales están a la orden del día y defenderse de ellos es una tarea casi titánica. Ahí está, por ejemplo, el caso de “lo políticamente correcto”, que si bien puede surgir de unos intentos bienintencionados de facilitar la convivencia (defensa de las minorías, igualdad de géneros, no menosprecio por razas y tantos otros) pueden acabar en verdaderas aberraciones. Con el agravante de que, al uniformizar la forma de hablar, se priva al oyente de una fuente de información fundamental acerca de la verdadera ideología e intención del interlocutor. El tema, como verá el lector que se adentre en este peliagudo laberinto de dimes y diretes en el que Javier Marías se mueve con envidiable soltura y humor, daría en realidad para bastante más de los cincuenta artículos aquí reunidos.
JAVIER FERNÁNDEZ DE CASTRO
El Boomeran(g), 20 de febrero de 2012
DIE STERBLICH VERLIEBTEN
DIE STERBLICH VERLIEBTEN
JAVIER MARÍAS
Traducción de Susanne Lange
Susanne Lange über ihre Arbeit als Übersetzerin
Traducción al alemán de Los enamoramientos
Javier Marías dice que luchar contra el deterioro de la lengua «es una batalla perdida»
El escritor Javier Marías tiene «cada vez más la sensación» de que luchar contra el deterioro de la lengua «es una batalla perdida» y afirma que, «al ritmo que vamos», dentro de cincuenta años los lectores tendrán dificultades no ya para entender el Quijote sino lo que escriben los novelistas actuales.
«Creo que es una batalla perdida la que todavía nos empeñamos en librar unos pocos, llamando la atención sobre los disparates que se dicen», asegura Marías en una entrevista telefónica con Efe con motivo de la publicación del libro Lección pasada de moda, que reúne medio centenar de artículos de este gran escritor relacionados con el idioma español.
En ese libro, publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y con prólogo de Alexis Grohmann, responsable también de la edición, Marías trata de hacer frente a la «marea continua de disparates» que se oyen y escriben a diario y reflexiona sobre incorrecciones gramaticales y ortográficas, el lenguaje grosero e injurioso o el políticamente correcto, entre otras cuestiones.
Tradicionalmente, los hablantes han tratado de dominar la lengua, «unos con mayor soltura y otros con menos conocimientos», le dice el escritor a Efe, pero «ahora da la sensación de que la lengua domina a los hablantes, de que es una especie de magma».
«La lengua es una especie de sopa boba en la cual la gente chapotea. Todos los dichos, frases y modismos se utilizan indiscriminadamente», asegura Marías antes de recordar que hace unos días escuchó la expresión «la relación de esta pareja va ‘miel sobre hojuelas'». «Eso no significa nada. ‘Miel sobre hojuelas’ quiere decir una cosa buena sobre otra cosa buena, pero ya se confunde con ‘ir como la seda'».
También oyó en un telediario que un determinado ciclista «se conoce los Pirineos ‘como anillo al dedo’. Será «como la palma de la mano», dice con resignación.
Elegido académico de la Lengua en 2006, este novelista cuya obra está traducida a más de cuarenta lenguas no ve bien que la Real Academia Española acabe aceptando ciertas incorrecciones con el argumento de que «están muy extendidas».
«Eso es un error», afirma tajante. «Evidentemente, la Academia no puede imponer nada; su función es orientar, sugerir y responder dudas» pero, «si se rinde ante los usos incorrectos, la gente se siente con permiso para utilizarlos».
Y es que, recientemente, Marías descubrió «con estupefacción» que la Academia ha aceptado la expresión «hacer aguas», que «se emplea ahora continuamente en prensa y televisión para lo que es ‘hacer agua'».
Como recuerda el novelista, tradicionalmente «hacer aguas menores sería hacer pis y aguas mayores, hacer caca». Por eso, cuando en un partido de fútbol dicen que «el Barcelona empezó a hacer aguas a mitad de tiempo», a Marías le suena «como si el equipo entero se hubiera puesto a orinar». Tampoco «hace aguas» un bote ni la relación de un matrimonio.
«Pero me temo que es una batalla perdida», insiste Marías a quien le preocupa la creciente pobreza de vocabulario que tienen los hablantes, para muchos de los cuales «empiezan a ser molestas y poco comprensibles las frases largas, con subordinadas o subjuntivos».
«Un lector actual puede entender bien, con ayuda de notas a pie de página, el Quijote, un libro escrito hace cuatro siglos, pero creo que al ritmo de deterioro que lleva la lengua, sobre todo en España, dentro de cincuenta años más los lectores tendrán dificultades para entender, por ejemplo, mis novelas, las de Pérez-Reverte o las de Eduardo Mendoza», señala.
A la hora de buscar culpables, Marías señala a la televisión y a los medios de comunicación en general. «La gente que interviene en ellos cada vez habla peor y se contamina todo». «Hasta en los propios telediarios se dicen barbaridades continuamente», añade.
Con frecuencia el escritor arremete en sus artículos contra la corrección política aplicada al lenguaje, que desaconseja emplear términos como «judiada» o «negro», entre otros.
«Normalmente quienes están tan preocupados por ese tipo de cosas son los verdaderos racistas», subraya el autor de Los enamoramientos, esa excelente novela, considerada la mejor de 2011 por medios especializados y que se está traduciendo a más de veinte idiomas.
Las lenguas, concluye Marías, «se han ido haciendo a lo largo de siglos y cada vez han sido más exactas y precisas, pero ahora tenemos la tendencia contraria: da igual matizar, da igual un término que otro, si al fin y al cabo nos entendemos».
«Es cierto que nos entendemos, pero acabaremos haciéndolo como los hombres de las cavernas», subraya.
ANA MENDOZA
Efe, 20 de febrero de 2012
Lección pasada de moda
En Lección pasada de moda, Javier Marías recopila sus artículos sobre el uso cerril del idioma. Casi podría asegurarse que, salvo raras excepciones, se hace un uso penoso o lamentable de lenguaje, sobre todo, en su uso público, que es el que vulnera e intoxica más a las personas. Hace un siglo, todavía existían islotes rurales donde se usaba un léxico precioso, pero me temo que eso ha pasado a la historia.
Para más inri, el nuevo académico Javier Marías, discrepa de las normas ortográficas de la Academia. De modo, que la plaga o peste del mal uso del idioma, va por barrios. Barrios doctos y barrios chungos. Un buen ejemplo es el nombre del emirato Qatar, que deviene en Catar, quizá para promocionar el Rioja en Kuwait y limítrofes. En el reciente volumen Ni se les ocurra disparar, trata de un asunto nada banal. “El país que perdió el humor”. En su día, Juan Benet propugnó una Federación española de Golpes de Estado. Humor negro de altísima calidad. Hay alianzas léxicas muy chuscas, dignas del Vocabulario de ideas cerriles de Flaubert.
Democracia cristiana o pensamiento navarro, son ejemplos clásicos de oxímoron. Se diría, si hacemos caso a Javier Marías, que hemos perdido la sal de la vida, el humor, la gracia, la zumba. Quienes sostenían hasta hace cuatro días, confundiendo opulencia con somnolencia, prosperidad con iniquidad, cultura sofisticada con cultura subvencionada, que España era la California de Europa, deberán corregir el tiro cuanto antes, no vaya a suceder que les salga por la culata, que hagamos la risa, allá donde todavía distinguen de tan refinadas materias.
CÉSAR PÉREZ GRACIA
Heraldo, 16 de febrero de 2012
LA ZONA FANTASMA. 19 de febrero de 2012. Escuela de inmisericordes
Allá por el pasado septiembre, cuando todavía eran ocho o nueve los candidatos que competían por la nominación republicana para las próximas elecciones a Presidente de los Estados Unidos, hubo en la prensa resúmenes de sus respectivas posturas, que, a decir verdad, diferían poco o tan sólo en matices. Según el corresponsal Antonio Caño, para esos hombres y mujeres la solución a los problemas nacionales pasaba en todo caso por «menos regulación, menos control, más libertad a las empresas y menos impuestos o ninguno en absoluto… Se presentaron propuestas como la de retirar a los policías de los aeropuertos y dejar la seguridad en manos de las compañías aéreas, o la de negarle al Estado toda autoridad en materia educativa y entregársela plenamente a las familias». Al parecer, la mayor ovación que se oyó en el debate que tuvo lugar entonces fue cuando alguien recordó que Texas había ejecutado hasta aquella fecha a 234 presos, un récord nacional. El Gobernador de ese Estado desde hace diez años (ahora ya retirado de la carrera, no sé si por suerte o desgracia), defendió con orgullo esa marca y apostilló, como si hiciera falta: «Eso no me quita el sueño». Por supuesto, todos los aspirantes echaron pestes de la tímida reforma sanitaria de Obama -que intenta que no se mueran sin más quienes enfermen y no dispongan de medios para costearse la carísima atención médica privada- y juraron eliminarla en su hipotético primer día en la Casa Blanca.
Otra cosa en la que también coincidieron -y esto es lo más llamativo- fue en rechazar la teoría de la evolución de Darwin porque, «a su entender, el hombre fue creado por Dios». Si digo que es lo más llamativo no es -o no solamente- por su primitivo e irracional repudio a la ciencia, sino porque, mientras negaban la selección natural de las especies, con sus propuestas intentaban impulsarla y desarrollarla, reimplantarla entre los humanos y dejarle el camino expedito, sin frenos ni trabas. Si el papel del Estado y de los Gobiernos queda reducido al mínimo, como ellos pretenden; si las empresas deben campar por sus fueros sin control ni normas, y la educación de los niños depender tan sólo de los medios económicos y las peculiares creencias de cada familia; si la doctrina es que cada cual se las arregle por sí solo y el que sufra pobreza, o mala salud, o ancianidad desvalida, o impedimento físico o psíquico, o simplemente mala suerte, que allá se las componga o perezca, no me digan que esto no es una entronización de la ley del más fuerte, también llamada ley de la selva, a fin de que sobrevivan sólo los agraciados por la fortuna o por la naturaleza, los que nacen ricos y sanos, y -claro está- los depredadores más fieros. Una de las cosas que nos distinguen de los animales -a los hombres» creados por Dios», según estos individuos-, es nuestra disposición a renunciar voluntariamente a parte de nuestro poder y de nuestra fuerza, a dotarnos de leyes que no condenen a la desaparición «natural» a los débiles y desfavorecidos, así como nuestra capacidad para sentir cualquiera de las palabras modernas -«empatía», «solidaridad»- que han venido a sustituir a otras más tradicionales, como «caridad» o «piedad» o «misericordia». Pero, según buena parte de la actual derecha mundial, esos conceptos están de sobra, de tal manera que los que más dicen detestar a Darwin resultan ser, en realidad, los más fervientes partidarios de lo que él se limitó a describir y exponer.
Y esa no es la única contradicción o hipocresía flagrantes. Esa derecha que aboga por el «Sálvese quien pueda, y el que no púdrase»; que se opone a la intervención del Estado para ayudar a la gente en apuros; que detesta la sanidad pública y la educación universales; que considera meros parásitos a quienes no se pueden valer por sí mismos o ya han nacido casi abocados a la marginación y la indigencia; que culpa a quienes enferman o se ven arruinados por el motivo que sea; esa derecha, digo, se reclama «cristiana» invariablemente. Y, o yo he olvidado mi catecismo, o el cristianismo predica con énfasis lo que sus supuestos representantes hoy repudian: la compasión, la piedad, la caridad y la misericordia.
Esperanza Aguirre, confesa admiradora del Tea Party que inspira y domina a los beatos candidatos republicanos, ha impuesto recortes del salario a los funcionarios madrileños que no puedan acudir al trabajo por enfermedad. Se trata de luchar contra el «absentismo», según ella, pero lo cierto es que un médico, un celador o un enfermero de hospital público perderán el 40% de su sueldo a partir del cuarto día de baja; otros funcionarios, adscritos a otras consejerías de la Comunidad de Madrid, tardarán más tiempo en perder y perderán algo menos. Pero a quien enferme de veras y durante largo tiempo se le añadirá el castigo de ver muy mermados sus ingresos, precisamente cuando es probable que deba afrontar muchos más gastos. Sé de una maestra que lleva muriéndose varios meses, que no va a mejorar ni a volver al trabajo. Se está muriendo, ¿comprenden?, sólo le queda irse despidiendo y esperar a que suceda. Pero mientras agoniza y espera se ve condenada a ser mucho más pobre y a angustiarse más por la situación en que dejará a sus hijos. Si eso no es lo contrario de la piedad y la misericordia -si eso no es crueldad y ensañamiento con los desamparados y los desventurados y débiles-, que venga el Cristo al que adoran y que sea él quien lo vea.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 19 de febrero de 2012
20 años de Corazón tan blanco
Javier Marías comenzó a escribir su novela Corazón tan blanco el 3 de septiembre de 1990 en Madrid y la terminó en la misma ciudad a finales de octubre de 1991. La novela llegó a las librerías el 13 de febrero de 1992. Ganó el Premio de la Crítica en 1993.
En Francia, la FNAC seleccionó Un coeur si blanc entre las 20 mejores novedades de la rentreé de 1993. Ese mismo año se le concedió el Prix l´Oeil et la Lettre.
A raíz de los elogios de Marcel Reich-Ranicki en su programa de televisión, Mein Herz so weiß se convirtió en Alemania en un gran éxito de ventas y crítica.
La Biblioteca Pública de Nueva York eligió en 1997 A Heart So White como «uno de los 25 libros que recordar» de 1996 en Estados Unidos.
En 1997 Javier Marías recibió por esta obra el IMPAC Dublin Literary Award.
LA ZONA FANTASMA. 12 de febrero de 2012. Conque congresos, ¿eh?
A mi parecer, Esperanza Aguirre se ha quedado corta en su fervor por crear un «Las Vegas madrileño», no se sabe si en la propia capital o en Alcorcón. Da lo mismo que luego, frenada o amonestada por el Gobierno central, de su partido, haya arriado velas momentáneamente: sus manifestaciones iniciales fueron tan escandalosas y serviles que no se comprende que no se la haya defenestrado al instante -como. al ejemplar Camps-, por representar un peligro público para los ciudadanos de la Comunidad que preside y una amenaza para el conjunto de la nación. Que alguien tan lunático tenga tanto poder y responsabilidades resulta inquietante. A menos que se cambie de arriba abajo el modelo de Estado, y entonces ella sería una iluminada y una pionera a la que habría que vitorear, con la salvedad de que, como he dicho, se habría quedado corta en sus visiones.
Un multimillonario estadounidense cuyo inverosímil nombre parece salido de un spaghetti-western (Sheldon Adelson) se propone crear en la región un gran complejo de casinos. Según las pueriles cuentas de la lechera de la Presidenta, con ello se conseguirían 164.000 empleos directos y 97.000 indirectos (en total, nada menos que 261.000), y en un decenio se levantarían «12 resorts (36.000 habitaciones), seis casinos (1.065 mesas y 18.000 máquinas recreativas)», amén de nueve teatros (?), hasta tres campos de golf y un escenario de 15.000 butacas (?). La alucinada codicia institucional de Aguirre la ha llevado a decir que «vamos a cambia toda la normativa que haya que cambiar» para complacer al señor Adelson y al grupo Las Vegas Sands, lo cual supone instaurar una «isla legal» en el proyectado territorio lúdico. Según la crónica de Bruno García Gallo en este diario, las exigencias del multimillonario son, de entrada: a) Cambiar el Estatuto de los Trabajadores para relajar los convenios, y la Ley de Extranjería para dar un trato especial a sus empleados. b) Dos años de exención en las cuotas a la Seguridad Social y en todos los impuestos estatales, regionales y municipales. c) Que el Estado garantice un préstamo de 25 millones de euros que solicitaría la UE. d) Nuevas infraestructuras (metro, cercanías, carreteras) y el traslado del vertedero de Valdemingómez y del asentamiento de la Cañada Real. e) Que se le ceda todo el suelo público en la zona, reubicando las viviendas protegidas y expropiando el suelo privado. f) Cambiar la ley antiblanqueo de capitales e instaurar un sistema de intermediarios{que en los casinos de la empresa en Macao parece haber caído en manos de la mafia china). A todo esto se mostró inicialmente dispuesta Aguirre, ya que, según ella, no se trataba de instalar un complejo de juego con legislación especial, sino de una gran inversión en la Comunidad de Madrid … «para convertirse en el centro de congresos del sur de Europa». Es decir, los casinos se construyen para que se celebren sesudos congresos en ellos, sobre todo para eso. Respecto a su afirmación de que «Novamos a vulnerar ni uno solo de nuestros principios y valores», no es muy tranquilizadora, pues a nadie se le oculta que principios tiene pocos, o a la manera de Groucho Marx (ya saben su célebre frase: «He aquí mis principios; si no le gustan, tengo otros»).
Pero, ya puestos, no entiendo por qué la Presidenta se ha quedado a medias. Tengo para mí que los Estados se equivocan en su cruzada contra las drogas. No sólo es una guerra perdida, como se demuestra a diario en México y otros lugares, sino que la prohibición y persecución no hacen sino fortalecer y enriquecer, más y más, a las mafias de narcotraficantes. Por otra parte, los Estados renuncian a un verdadero aluvión de ingresos -ahora es todo dinero negro, el que mueve ese comercio- que podría resolver o paliar la crisis si la fabricación y distribución de drogas pasaran a depender de ellos. Al fin y al cabo, lo que la gente quiere lo acaba consiguiendo de una u otra manera. Imagínense, además, la cantidad de empleos que, al igual que los casinos -perdón, congresos-,crearía ese negocio una vez legalizado: cultivadores, depuradores, transportistas, distribuidores, publicistas, empaquetadores, almacenadores, directivos, vendedores, controladores de calidad, vigilantes para impedir la adulteración, sanitarios, desintoxicadores para quienes quisieran quitarse y qué sé yo cuántas figuras más. Y otro tanto podría decirse de la prostitución supervisada y legal: qué cantidad de puestos de trabajo, qué riada de impuestos que hoy no se cobran. Ah, qué infinidad de congresos se celebrarían en una «isla» en la que no sólo pudiera apostarse a todo lo imaginable, sino comprar y consumir drogas libremente, alquilar sexo sin trabas… y hasta fumar bajo techo, lo peor de lo peor ahora mismo. Sí, Aguirre se ha quedado corta en realidad. Puestos a «cambiar toda la normativa que haya que cambiar», ¿por qué no incluir las relativas a lo que acabo de mencionar? Y es más, ¿por qué limitarse a una «isla»? La beneficiosa excepción podría convertirse en regla, en todo el territorio nacional. España entera se convertiría en un lugar tan próspero como Las Vegas, de eso se trata. Lo que Aguirre olvida es que todos hemos visto muchas películas sobre esa singular ciudad, desde Bugsy, sobre el gangster fundador «Bugsy» Siegel, hasta El Padrino y Casino. Y si bien es cierto que la realidad imita al arte, no lo es menos que el arte siempre se inspira en la realidad. Conque congresos, ¿eh? Voy a volver a ponerme esas películas, a ver cuántos salen en ellas.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 12 de febrero de 2012
[Imágenes de Robert de Niro y Sharon Stone en Casino de M Scorsese]
LA ZONA FANTASMA. 5 de febrero de 2012. De cómo M y F me han quitado del fútbol
Mi pareja es barcelonesa y muy del Barça, y durante años, cada vez que había un enfrentamiento entre su equipo y el Real Madrid, nuestra buena relación se veía momentáneamente en peligro. Alguna ocasión ha habido en que hemos evitado hablarnos un día o dos, hasta que se hubiera disipado el mal humor de quien hubiera saboreado la derrota, sobre cuya justicia o injusticia solíamos discrepar, como es natural. Eran fechas delicadas. Ahora ya no lo son, y me parece que ella echa de menos la antigua tensión, los viejos piques, tengo la impresión de que se divierte menos sin ellos, pese a los enfurruñamientos pasajeros a que daban lugar. «Hace mucho que no te concentras antes de los partidos», me reprochó hace poco, justo antes del de ida de los cuartos de final de Copa, en Chamartín. «No es culpa mía, sino de Mourinho», le contesté. «Con él ya sé lo que va a pasar», y le pronostiqué un 1-2, de la misma manera que en el anterior choque de Liga le había vaticinado un 1-3. Ambos resultados se cumplieron, quizá debería jugar a las quinielas o apostar en Internet.
Hace casi nueve meses que publiqué aquí mi último artículo futbolero, titulado «Un chamán de feria» . Entre otras cosas, decía en él de Mourinho: «… un entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre, un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones, nada inteligente, mal ganador y mal perdedor …» Más adelante, el excelente periodista John Carlin comentó que en su momento le había parecido excesivo lo de «nada inteligente», pero al final de su columna tenía la gentileza de reconocer que me asistía la razón y que había visto esa carencia antes que muchos. Carlin, sin embargo, ha reivindicado más de una vez, con humor, la figura de Mourinho como fuente inagotable de entretenimiento y diversión, tanto para los periodistas como para los lectores y espectadores. Tal vez esté en lo cierto, pero no sé si compensa a quienes nos hemos tomado en serio el fútbol y al equipo de nuestros amores desde la infancia, con esa seriedad que los niños ponen siempre en sus juegos, como si supieran que en ellos empiezan a ejercitarse para la vida y las relaciones con los demás, también para la ética y la moral.
Sí, hace tiempo que no me «concentro» antes de los partidos, porque me cuesta anhelar la victoria no del Madrid, sino de quien se va a apropiar de ella si se produce, y con ella se va a fortalecer. Mourinho, lo habrán notado, habla sólo en primera persona de singular: «He ganado títulos en cuatro países …», «He obtenido tantas Ligas y tantas Copas de Europa …», como si él hubiera saltado al campo y los jugadores no contaran en absoluto. Es obvio que sólo le importa su palmarés personal, nunca el de los clubs que lo contratan, meros soportes suyos. A mí no me cabe duda de que sus pasados triunfos han sido a pesar de él, por la bondad de los futbolistas o por casualidad (del mismo modo que fue una casualidad que Grecia ganara una Eurocopa, hace no demasiados años, prueba irrefutable de que el azar también interviene en este juego, como en todos). No me cabe duda de que es muy mal entrenador y de que no sabe de fútbol, como queda demostrado en cada enfrentamiento con el Barcelona, y van … Escribo esto cuando aún no se ha disputado la vuelta de la eliminatoria de Copa en el Camp Nou, pero tanto da. Y me reafirmo en mi idea de que no es nada inteligente, o, si quieren ustedes convertir esta frase en afirmativa, no seré yo quien se lo impida.
Amén de todo esto, y en consonancia con ello, a Carlin no le falta razón: Mourinho resulta involuntariamente cómico, lo peor que le puede ocurrir a quien se tiene a sí mismo en un altar. Según crónica de Diego Torres en este diario, la cabeza visible del actual Real Madrid (no lo es Florentino, rebajado a Presidente más pusilánime y agravioso de la historia del club) acusó a su plantilla de haber vuelto en mal estado de forma de las vacaciones navideñas, de haberse dedicado a viajar y a comer en casa de los padres, los abuelos y los tíos, y la amenazó con denunciar en público a los culpables: «Daré los nombres a la prensa», les dijo. Si aún les queda algo de sentido del humor en medio de tanto avinagramiento, me imagino que los futbolistas se debieron de tronchar de risa. «Huy qué miedo, mira cómo tiemblo», pensarían todos y cada uno. Lástima que Mourinho no cumpliera su amenaza, porque habría sido de traca verlo sacar una lista y enumerar, por ejemplo: «Cristiano ha volado a las Maldivas y se ha atiborrado de turrón; Casillas fue a cenar con padres y primos y se excedió con los piñones; Ramos ha bailado en Triana y se hartó de pavo con sus abuelos». Sí, definitivamente Mourinho es pueril, por no decir el adjetivo que todos ustedes tienen ya en la cabeza. Arrastra por los suelos la imagen del Madrid, embrutece a los jugadores, los obliga a comportarse como desalmados y a jugar mucho peor de lo que saben, los tontifica y los envilece. Entre él y su valedor Florentino -más bien ya su criado-, no me han quitado del fútbol (el título es una exageración), pero sí me han privado de la pasión por mi equipo. Y sin pasión, créanme, se evaporan tres cuartos del gusto y de la diversión. A este paso serán también los culpables de que mi pareja me considere un sin sangre y un soso. Otra cosa más que nunca les perdonaré.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 5 de febrero de 2012
Acerca de Los dominios del lobo
MÍNIMA MOLESTIA. Los escritores perdidos (2)
Refiriéndose a su primera novela, Los dominios del lobo (1971), escrita cuando apenas contaba diecinueve años, Javier Marías dijo que era una reivindicación de la imaginación y el territorio del escritor frente “al daño que nos hizo el realismo social”. Lo dijo meses atrás, durante una conversación mantenida con Juan Gabriel Vásquez en el marco del último Hay Festival de Segovia; pero en ocasiones anteriores se ha pronunciado Marías en términos parecidos. Por mi parte, no terminan de salirme las cuentas.
Marías nació en septiembre de 1951. Aunque precocísimo escritor, cuesta pensar que como lector empezara a madurar antes de los catorce años. Para entonces, sin embargo, el realismo social que prosperó en España durante la década de los cincuenta ya había entrado en franco declive. En 1962, recuérdese, se publicó Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, novela de la que suele decirse que supuso la superación de la estética social-realista. Ese mismo año de 1962 Mario Vargas Llosa obtuvo el Premio Biblioteca Breve con La ciudad y los perros, y detonaba lo que se ha dado en llamar boom de la narrativa latinoamericana, que atraería la atención de los lectores españoles -y del mundo entero- sobre una avalancha de libros y de autores deslumbrantes, que trabajaban en coordenadas muy alejadas de las del realismo.
Sin restar a Los dominios del lobo un ápice de su osadía, de su gracia, de su frescura, cabe decir que cuando se publicó la novela hacía ya unos cuantos años que en España se escribían -y no sólo se leían- libros que se desmarcaban netamente de las prácticas del realismo social, cuando no las cuestionaban abiertamente. Por ahí Gonzálo Suárez ya había hecho de las suyas, y Juan Benet había trazado muy provocadoramente su muy exigente programa literario, ejerciendo un destacado magisterio entre los más jóvenes y prometedores escritores.
Fue Benet, precisamente, quien más contribuyó a difundir la idea de la que se hace eco Marías cuando se refiere al “daño que nos hizo el realismo social”. Pero si ya resulta difícil pensar que ese daño fuera grande en un caso como el de Marías -lector bien orientado desde sus comienzos, que no parece haber perdido mucho tiempo leyendo libros de esa cuerda-, es altamente improbable que se produjera entre lectores más jóvenes, como yo mismo, crecidos en un entorno cultural -el de los años setenta- de una extraordinaria potencia creativa. Y sin embargo, en los años ochenta se consolidaría esa idea de que, poco menos que hasta la muerte de Franco, la narrativa española fue un erial para la imaginación, un campo de berzas, un terreno esquilmado por el empeño de someter la literatura a imperativos de orden ético o directamente político.
IGNACIO ECHEVARRÍA
El Cultural, 3 de febrero de 2012
Si yo escribiera así
Leo en estos momentos un libro extraordinario, de esos que ya no llegan a Venezuela (mi ejemplar lo adquirí por Internet), de esos que uno como escritor desearía poder escribir, se titula Ni se les ocurra disparar (Alfaguara, 2011), del novelista y ensayista español Javier Marías. Se trata de un grueso volumen en el que se compilan 97 textos publicados por el autor desde el 8 de febrero de 2009 hasta el 6 de febrero de 2011. Y me atrevo a escribir sobre el libro sin terminar de leerlo, porque se trata de ensayos y artículos independientes, leídos con fervor por los españoles en las páginas del suplemento dominical El País Semanal, que sale todos los domingos (los podemos leer cada domingo a través de la página web del diario español).
No necesito conocer todos los escritos insertos en este tomo para tener la certeza de estar frente a una obra sincera y llana, que toma el pulso de la realidad española (a veces de la europea y la latinoamericana), discriminada en ejes temáticos tan diversos como política, cotidianidad, fiestas religiosas, gustos literarios, personajes históricos, cine, crítica a la crítica, autores, arte, denuncia, o las crónicas de su mayor afición (después de la literatura) como lo es fútbol. Me interesa de este libro, como de los publicados en años anteriores (que atesoro desde hace años en mi biblioteca: Literatura y fantasma, Vida del fantasma, Vidas escritas, Seré amado cuando falte, A veces un caballero, Demasiada nieve a mi alrededor y Lo que no vengo a decir, entre otros), no tanto lo que cuenta este incisivo hombre de letras (que a lo mejor puede resultarle extraño al lector de este lado del océano), sino cómo lo hace.
Su estilo es desenfadado, crudo, sin subterfugios ni adornos. Dice las cosas tal y como las siente, sin importarle para nada las posibles consecuencias de sus afiladas e incisivas visiones en torno a encumbrados personajes del mundo de la política española, europea y latinoamericana, del académico, o sencillamente del hombre y de la mujer del común. Ah, eso sí, con mucho humor salpicado de gruesa ironía, con algo de sarcasmo y ciertas pinceladas de crueldad, que en lugar de causarnos horror, nos hace sentir asombrados frente a situaciones francamente inverosímiles y colindantes con lo absurdo.
Si yo escribiera en la Venezuela de hoy (tan crispada por la escisión política y con la epidermis social tan susceptible) como lo hace el colega Javier Marías en España, estaría vetado, inhabilitado, o quizá preso. Su estilo (y dentro de él, el lenguaje, descarnado y sin concesiones de ningún tipo) aquí es sencillamente inadmisible (aunque de vez en cuando nos llegan algunos de sus textos menos comprometedores, que son publicados por un periódico de circulación nacional para llenar los vacíos de algunos de sus articulistas dominicales), a menos que se aplique la autocensura y pierda su prosa lo que de maravilloso posee: la plena libertad de conciencia, la inmensa capacidad dialógica, y el no inmutarse frente a sucesos que podrían crisparnos la piel y ponernos ante la disyuntiva de expresar a ultranza lo que sentimos, o perder inexorablemente los espacios conquistados en la prensa. ¡Envidiable su posición, no caben dudas!
Algún día alcanzaremos (o conquistaremos) en Venezuela esos estándares de libertad y expresión intelectual que disfrutan los europeos. Mientras tanto, recomiendo que esperemos sentados, por si acaso nos cansamos con las largas esperas…
RICARDO GIL OTAIZA
El Universal (Caracas), 3 de febrero de 2012