Javier Marías no es un cualquiera

Se publica el 6 de abril

Acaba de publicar [sale a la venta el 6 de abril] Los enamoramientos (Alfaguara). Una de esas novelas que se siguen leyendo en la cabeza muchos días después de haber finalizado la última página. Una nueva pieza que encaja con precisión milimétrica en la obra que pacientemente lleva 40 años elaborando compuesta por 13 novelas que establecen entre ellas un juego de resonancias tal que ha logrado eso tan raro y difícil de lograr que es la música del escritor. Todas sus novelas son diferentes y a la vez tienen una melodía que nos resulta familiar. Aquí lanzo tres razones por las que creo que Javier Marías no es un cualquiera. Que vayan tomando nota en la academia sueca.

1) El estilo hipnótico. Esa querencia por la digresión siguiendo la estela de Lawrence Sterne hace que sus obras nunca avancen de manera lineal sino en ondas concéntricas, igual que los dibujantes de historietas dibujaban antes las ondas mentales de los hipnotizadores. No abre una trampilla bajo los pies del lector para que caiga dentro en la página uno como en un thriller, sino que hace algo más arriesgado: merodea al lector, lo va empapando, lo hipnotiza.

2) La capacidad de parar el tiempo. Es un arte difícil, quizá influido por Joseph Conrad, capaz de convertir las décimas de segundo en que Lord Jim duda si abandonar un barco a punto de zozobrar lleno de pasajeros en una unidad de tiempo distinta que en la cabeza del personaje dura páginas enteras. Muchos escritores dicen que los personajes toman las riendas, cobran vida propia y llevan la iniciativa de la narración. A Javier Marías no se le desbocan. Es el director de orquesta que modera siempre el tiempo y lo acelera o lo detiene cuando lo cree conveniente parar la acción para que un personaje pueda explicarse a sí mismo o descubra una visión distinta del acontecimiento que creíamos ver de manera tan diáfana a primera vista.

3) El concepto sinfónico de la escritura. Sus novelas tienen una música reconocible. Todas son diferentes pero a la vez todas se acoplan de alguna manera: hay frases que se repiten en diferentes novelas, personajes que transitan por unas y otras, ideas o preocupaciones del autor que van reapareciendo en distintos libros y añadiendo nuevas reflexiones. En Los enamoramientos detectamos frases que se trasladan literalmente de otros libros y se encuentran personajes como Ruibérriz, Paco Rico, o se nombra al final a un tal Jacobo que podría ser Jacobo Deza. Tu rostro mañana apareció en tres entregas, pero era una sola novela de 1600 páginas. Pero probablemente toda su obra sea una obra única, una única sinfonía con diferentes pasajes, interpretada por distintos instrumentos, aunque haya solistas que intervengan complementariamente en otras fases creando una sensación de corpus único.

ANTONIO G. ITURBE

Qué Leer.com, 17 de marzo de 2011

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‘ Cuentos de un tiempo desaparecido…’ deleitan y espantan

Deleitan y, a veces, espantan pero invariablemente inquietan y cautivan, el libro de Erckmann-Chatrian, Cuentos de las orillas del Rin (Reino de Redonda), traducido por Mercedes López- Ballesteros, tienen sin duda una tremenda “capacidad para crear atmósferas estremecedoras”, como anotó en su momento H P Lovecraft. Muy famosos en la segunda mitad del siglo XIX, estaban ya olvidados. Debemos el oportuno rescate a que la primera traducción al español (1862) cayó en manos del niño que sería rey (de Redonda) gracias a la amable hospitalidad de Don Heliodoro Carpintero, a quien este volumen está dedicado: estaba en la biblioteca en su casa de Soria, ciudad donde Julián Marías y Lola Franco pasaban con sus hijos los veranos.

Este libro que tanto disfrutó en su infancia el autor de Cuando fui mortal y otros cuentos, pasó a ser parte de su imaginario. Leyéndolo aprendió a calibrar el poder de una prosa hechizante como después sería la suya. Aprendió también que el deleite no pocas veces está inextricablemente ligado al miedo, como el mucho que le dio por entonces “La ladrona de niños” (y se comprende); el único cuento que por eso recordaba. Como explica en la nota inicial el autor de Tu rostro mañana: “a pocas sensaciones se resisten menos los niños que a las de temor ficticio (o pocas los cautivan más), esto es, al temor que les permite descubrir los peligros y los males del mundo sin exponerse a ellos directa ni verdaderamente (…) amenazados sólo en la teoría y en lo futurizo y abstracto”.

El libro arranca con “El tesoro del viejo duque”, el más largo del conjunto, y mi favorito. No es ciertamente un cuento de hadas pues se mueve en un mundo no exento de elementos turbios o siniestros, pero su misterio rector es el del poder de un sueño vidente para guiar, ciega pero seguramente, los pasos de quien en él se confía sin recelos, entregándose de lleno a cumplirlo, libre de cualquier obstáculo sembrado por escepticismo ajeno o por influjo de la correción científica que actuaba como corrosivo de toda fe posible ya en aquella época. Escuchemos al protagonista, el cochero, Nicklausse: “desde el momento en que un hombre está bajo la protección de los seres invisibles, todo cuanto hace, por valor o por cobardía, o incluso sin querer, juega en su favor. Es de lamentar que auténticos bandidos tengan a menudo tanta suerte, pero da igual: si la gente honrada fuera siempre dichosa, uno se haría honrado por trapacería y el Señor no ha querido eso”. El cochero no tendría muchas luces, pero era bueno por convicción, y le fue de maravillas.

En “Mi ilustre amigo Selsam” encontramos una original crítica, por humorística reducción al absurdo, del cientificismo desmesurado a que se abocaba el siglo. Se trata de un cuento que tras una cura de caballo rabelesiana, culmina en un matar curando que implica la muerte final de la paciente (murió, pero curada por un shock “musical”) del protagonista: un médico fundamentalista que se valía de orquestados sonidos terapéuticos, aunque letales. “La pesca maravillosa” nos asoma al proceso de creación de una pintura que nunca sabremos de qué trataba; aunque llegar a “verla”’ llevada a buen término por el pintor a quien la encomendó quien por morir bebiendo la dejó inconclusa, es lo que nos imanta a la página. (El narrador fustiga a los holandeses por su desordenado amor a la botella).

Sólo en la novelas de Javier Marías ( Todas las almas, Mañana en la batalla piensa en mí) he encontrado seguimientos y caminatas tan obsesivas y aventadas como las del cuento que tanto miedo le metió en la infancia; aunque en su caso absolutamente desprovistas de la carga macabra que tiene en ese cuento del Rin donde una madre corre enloquecida buscando cada noche a su hijita por las calles que se la habían tragado una noche. Hay además un sentido del humor muy característico en los cuentos (salvo en ése ). “Libro para noches de tormenta”, nos adentra por un mundo ya perdido en que se escuchan voces como la del cabalista: “me han tachado de loco, de visionario, han renegado del dios azul para adorar al dios amarillo”. O mejor aún: la voz del viejo vino, “alma más viva que la propia, es la de los Mozart, los Gluck”: amor universal que corre por las venas.

JUANA ROSA PITA

El Nuevo Herald, 17 de marzo de 2011