REVOLUCIÓN EN EL JARDÍN
Jorge Ibargüengoitia
Prológo y edición de Juan Villoro
Reino de Redonda, 2008
ÍNDICE
El cronista en su jardín (Prólogo), por Juan Villoro
REVOLUCIÓN EN EL JARDÍN (Antología de crónicas) por Jorge Ibargüengoitia
El lenguaje de las piedras
El turismo del futuro
Revolución en el jardín
Cómo enseñar literatura
Seducidos, llamados y quemados
El autor ante el público airado
Humorista: agítese antes de usarse
El cine como último recurso
Improvisación con pie forzado
Autopsias rápidas
Delirio de persecución
Barril sin fondo
Memorias de un hombre elegante
¿Cón quién hablo?
Arte de predecir
Bajo el signo de Acuario
Las vacaciones de Eudoxia
¿Quién será el que está tocando?
La obligación de estar triste
Mujer pintando en cuadro azul
Manual del viajero
Conozca México primero
Aguas termales
Los Caporetto ya no viven aquí
Lluvia en el alma
Con de “C” de Cold
Fatiga turística
Pase lo que pase
Una partida de caza
Nueva guía de México
Organización de festejos
Si no fuéramos quienes somos
Pobres pero solemnes
Hospitalidad mexicana
Presentación a la mexicana
Ondas hertzianas
El claxon y el hombre
El Arauca vibrador
Conversaciones rituales
Malos hábitos
Historia de un informe
Homenaje a las bellas
Recuerdos del diez de mayo
Ensayo de nota luctuosa
Misterios de la vida diaria
Manual navideño
Regalos perfectos
Cortesía mexicana
Geografía popular
Malas pasiones
¿Usted también escribe?
Homenaje al lector
Ficciones
El precio del éxito
Reflexión lunática
El paraíso podrido
Personalidad turística
Adiós, Semana Santa
APÉNDICES
Un sarcástico incurable– Enric González
Hoy vamos a terminar enseguida: si no ha leído a Jorge Ibargüengoitia, compre alguno de sus libros y léalo. Es muy probable que no encuentre nada en las librerías españolas, lo que demuestra, una vez más, que la vida puede estar muy bien, pero el mundo está muy mal. Si tiene un amigo en México, consiga que le envíe las obras de Ibargüengoitia. Si no tiene ese amigo, laméntelo amargamente. Insisto: lea a Ibargüengoitia. Ya está dicho lo esencial. Yo sigo con esto porque hay que rellenar un par de folios, pero usted no se sienta obligado. A no ser que, como me ocurría a mí hasta hace poco, esté poco informado sobre Ibargüengoitia, y carezca de grandes planes para los próximos minutos [..]
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